"Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismo y el relativismo ético cancelasen los principios fundamentales de la ley moral natural, los fundamentos del mismo ordenamiento democrático se verían profundamente afectados"
El Papa recibió a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, al final de su sesión plenaria anual, que se ha celebrado en el Vaticano del 1 al 5 de octubre, bajo la presidencia del cardenal William J. Levada.
El Santo Padre recordó al inicio la reciente publicación del documento de la comisión "La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin bautismo". El Papa manifestó el deseo de que "sea un punto de referencia útil para los pastores de la Iglesia y para los teólogos, y también una ayuda y una fuente de consuelo para los fieles que han sufrido en sus familias la muerte inesperada de un hijo antes de que recibiese el baño de la regeneración".
Refiriéndose al tema de la ley moral natural, que está examinando la comisión, Benedicto XVI señaló que con esta doctrina "se alcanzan dos finalidades esenciales: por una parte, se comprende que el contenido ético de la fe cristiana no constituye una imposición dictada desde fuera a la conciencia del ser humano, sino una norma que tiene su fundamento en la misma naturaleza humana; por otra parte, partiendo de la ley natural de por sí accesible a todas las criaturas racionales, se pone con ella la base para entrar en diálogo con todos los seres humanos de buena voluntad, y más en general, con la sociedad civil y secular".
El Papa puso de relieve que hoy "se ha perdido la evidencia originaria de los fundamentos del ser humano y de su actuación ética y la doctrina de la ley moral natural se enfrenta a otras concepciones que son su negación directa. Todo esto tiene consecuencias enormes y graves en el orden civil y social".
Hoy domina, continuó, "un concepto positivista del derecho", según el cual, "la humanidad, o la sociedad, o de hecho la mayoría de los ciudadanos, se convierte en la fuente última de la ley civil. El problema que se plantea no es, por tanto, la búsqueda del bien, sino la del poder, o más bien la del equilibrio de poderes. En la raíz de esta tendencia se halla el relativismo ético, en el que algunos ven incluso una de las condiciones principales de la democracia, porque el relativismo garantizaría la tolerancia y el respeto recíproco de las personas. Pero si fuese así, la mayoría de un momento se convertiría en la fuente última del derecho. La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse".
El Santo Padre subrayó que "cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona humana, de su vida, de la institución familiar, de la justicia del ordenamiento social, es decir, los derechos fundamentales del ser humano, ninguna ley hecha por los hombres puede alterar la norma escrita por el Creador en el corazón humano sin que la base irrenunciable de la misma sociedad sea dramáticamente dañada. La ley natural es así la verdadera garantía ofrecida a cada uno para vivir libre y respetado en su dignidad, y defendido de toda manipulación ideológica y de todo arbitrio y abuso del más fuerte. Nadie puede sentirse excluido de este llamamiento".
"Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismo y el relativismo ético cancelasen los principios fundamentales de la ley moral natural, los fundamentos del mismo ordenamiento democrático se verían profundamente afectados". En este contexto, el Papa afirmó que contra este oscurecimiento, "que es una crisis de la civilización humana, antes incluso que cristiana, hay que movilizar todas las conciencias de los seres humanos de buena voluntad, laicos o también pertenecientes a otras religiones diversas del cristianismo, para que se comprometan juntos y de modo activo a crear, en la cultura y en la sociedad civil y política, las condiciones necesarias para una plena conciencia del valor inalienable de la ley moral natural".
Benedicto XVI concluyo haciendo hincapié en que del respeto de la ley moral natural "depende el progreso de las personas y de la sociedad por el camino del auténtico progreso en conformidad con la recta razón, que es participación en la Razón eterna de Dios".