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El tema de la eutanasia ha vuelto de nuevo a los titulares con la publicación de una nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe el 14 de septiembre. La declaración, escrita como respuesta a cuestiones enviadas al Vaticano por los obispos de Estados Unidos, ha dictaminado que proporcionar alimento y líquidos a personas que están en lo que se suele denominar como estado vegetativo es, con raras excepciones, moralmente obligatorio.
Tras el acalorado debate en Florida por el caso de Terri Schiavo en el 2005, en Arizona hace unos pocos meses un hombre despertó inesperadamente de un coma. El 30 de mayo Jesse Ramirez sufrió daños cerebrales en un accidente de tráfico, informaba el 27 de junio el periódico Arizona Republic.
El 8 de junio, su esposa Rebecca pidió a los médicos que le quitaran los tubos que le proporcionaban alimento y agua. Los padres de Jesse se opusieron y obtuvieron una orden judicial para volver a conectar los tubos. Como consecuencia de esto, Jesse despertó súbitamente del coma.
A principios de este año se conoció otro caso en Denver, Colorado. Christa Lilly había estado en coma desde mediados de los ochenta como consecuencia de una ataque al corazón. Anteriormente Lilly había despertado durante breves periodos de tiempo, pero la última vez fue el 4 de noviembre del 2000, informaba el periódico Denver Post el 8 de marzo.
Según el artículo, un neurólogo del hospital universitario de Colorado, James Nelly, pensó que Lilly podría haber vivido en un «estado de mínima consciencia» durante estos años, algo opuesto a un estado vegetativo.
Máquinas de matar
La eutanasia se ha convertido recientemente en tema de debate en Alemania, tras el anuncio de Roger Kusch, ex ministro de justicia de Hamburgo, de que había diseñado una máquina para ayudar a la gente a suicidarse.
Según un reportaje el 9 de septiembre en el periódico italiano Il Corriere della Sera, una simple pulsación de un botón inyecta una solución letal en el paciente terminal. La ley federal alemana prohíbe ayudar a una persona a suicidarse, pero no considera ilegal el acto real de suicidio de la persona implicada. Por eso, con esta máquina, Kusch espera evitar cualquier impedimento legal para ayudar a la gente a morir.
La noticia del invento ha atraído rápidamente críticas, tanto de los políticos como del arzobispo de Hamburgo, Mons. Werner Thissen. Kusch es uno de los candidatos en las elecciones que se celebrarán en octubre en Hamburgo.
Mientras tanto, en Suiza, las protestas de los residentes de un suburbio de Zurich han forzado a abandonar sus instalaciones a la organización de suicidio asistido Dignitas, según un reportaje del 13 de julio en la página web de la revista alemana Spiegel Online.
Desde 1998, cerca de 700 personas han llegado al centro de Dignitas para poner fin a sus vidas. Según el artículo, el grupo más grande de clientes viene de Alemania, con Gran Bretaña en segundo puesto.
Poco antes, en junio, el senado suizo pidió al gobierno que preparara una ley que mejorase los controles de las organizaciones que ofrecen el suicidio asistido. La Comisión Nacional de Ética Biomédica, un organismo asesor del gobierno, ha recomendado también más supervisión estatal de organizaciones como Dignitas.
En julio, un tribunal de la ciudad suiza de Basilea condenó a Peter Baumann a tres años de prisión por haber ayudado a suicidarse a tres personas con problemas psicológicos, informaba el 6 de julio la agencia Swissinfo.
Baumann, un psicólogo retirado, ha ayudado a personas a morir entre enero del 2001 y enero del 2003. Según el tribunal, Baumann actuó por motivos egoístas, esperando obtener el reconocimiento público de sus métodos. Los jueces, sin embargo, definieron su conducta como «inhumana» y criticaron su comportamiento como negligente.
Cuidados, no la muerte
Durante su viaje a Austria, Benedicto XVI tocó el tema de la eutanasia en su discurso del 7 de septiembre a los miembros del gobierno y al cuerpo diplomático. Afirmando que el tema era de «gran preocupación» para él, el Papa añadió que temía las presiones tácitas o explícitas hechas a los ancianos y enfermos para que pusieran fin a sus vidas.
«La respuesta adecuada al sufrimiento del final de la vida es una atención amorosa y el acompañamiento hacia la muerte especialmente con la ayuda de los cuidados paliativos y no la ayuda activa a morir», indicaba el Pontífice. También pidió reformas en los sistemas sociales y sanitarios para ayudar a las personas que son enfermos terminales.
Este año también algunos obispos de Canadá han tratado el tema de la eutanasia. En abril, la Conferencia Episcopal de Ontario publicaba un folleto titulado «Going to the House of the Father: A Statement on the Dignity and Destiny of Human Life» (Ir a la Casa del Padre: una Declaración sobre la Dignidad y el Destino de la Vida Humana).
«Parece un cruel paradigma de la historia que una sociedad con recursos médicos tan amplios se haya vuelto contra el discapacitado y el enfermo con resultados letales», indicaba la introducción.
Los obispos insistían en que la protección de la vida no es sólo un asunto cristiano o religioso, sino un derecho humano básico. «Permitir que se mate al discapacitado, al frágil, al enfermo o al que sufre, incluso por motivo de una compasión mal entendida, requiere el juicio anterior de que tales vida no son dignas de vivir», afirmaban. «Nadie pierde el derecho a vivir por una enfermedad o incapacidad».
«A menos que el derecho a la vida esté seguro, no puede haber fundamento alguno firme para los demás derechos humanos», añadían.
La declaración también explicaba que había diferencia entre causar deliberadamente la muerte y prolongar indebidamente la vida. No estamos moralmente obligados, afirmaban los obispos, a prolongar la vida si los medios usados son una carga indebida o causan un sufrimiento adicional y cuando hay poca esperanza de recuperación.
Los obispos también recomendaron que los cristianos no descuidasen su alma y deberían sentirse confortados por el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. El sufrimiento y la muerte para los cristianos, continuaban, no es sólo un tema médico.
Preocupación de los discapacitados
Otra fuente de oposición a la eutanasia viene de los grupos que representan a las personas discapacitadas, como informaba el 6 de agosto el Los Angeles Times. Según el artículo, una de las razones por las que las propuestas legislativas de permitir el suicidio médicamente asistido hayan fracasado en California en los últimos años es la hostilidad del movimiento de derechos de los discapacitados.
Una combinación de eutanasia legalizada más la presión por recortar el incremento de costes del sistema sanitario podría conducir a que se retirase el tratamiento a las personas discapacitadas. El Los Angeles Times citaba a algunas personas discapacitadas, activas en grupos que han luchado contra las propuestas de suicidio asistido.
«La situación que padezco es cara de tratar, y sería mucho más barato para el sistema sanitario dejar que mi salud llegara al punto en el que yo prefiriera morir», afirmaba la activista de Los Ángeles Laura Remson Mitchell, quien sufre de esclerosis múltiple, enfermedad de riñón y diabetes.
Clemencia legal
Otro motivo de preocupación es la tendencia de algunos tribunales que evitan castigar a los miembros de la familia que ayudan a un familiar enfermo a suicidarse. La aplicación de la ley en Gran Bretaña en los últimos años se ha visto puesta en duda hasta el punto de que los tribunales se muestran remisos a la hora de castigar a quienes dicen haber ayudado a matar a alguien por amor, comentaba Robert Verkaik, redactor de temas legales para el periódico Independent en un artículo publicado el 8 de mayo.
Entre otros ejemplos, Verkaik indicaba un caso de octubre de 2006, cuando un hombre que ayudó a su esposa enferma terminal a morir fue puesto en libertad con sólo una sentencia de nueve meses, que además fue suspendida.
Antes, en marzo, un tribunal francés condenó a un doctor por envenenar a un paciente de cáncer enfermo terminal, informaba Associated Press el 15 de marzo. A pesar de su culpabilidad, el tribunal del sudoeste de Perigueux sentenció a Lawrence Tramois a sólo una pena, también suspendida, de un año de prisión por su papel, el 25 de agosto de 2003, en la muerte de Paulette Druais en la cercana población de Saint-Astier.
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