Lo contrario de la democracia es el despotismo, que si se ejerce en nombre de una ideología recibe el nombre de totalitarismo. Debemos estar siempre vigilantes contra eso, que a veces se presenta muy bien disfrazado
Gaceta de los Negocios
Queridos niños:
Para que las gentes puedan convivir en paz y libertad no se ha inventado hasta ahora nada mejor que la democracia, que consiste en que las personas gocen de las llamadas libertades públicas, como las de expresión, conciencia, religión, reunión o asociación, y también de derechos llamados fundamentales, como el derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la propiedad privada, a la inviolabilidad de su domicilio y sus comunicaciones o a obtener justicia en juicios justos. Los conflictos entre personas y grupos los resuelven jueces independientes del poder. La mayoría de los ciudadanos elige a sus gobernantes cada cierto tiempo en elecciones libres y secretas, y cada cual se forma su criterio gracias a medios de comunicación igualmente libres, gracias a lo que se llama libertad de Prensa.
Todos están bajo el imperio de la ley, incluidos los gobernantes y los mismos legisladores, de forma que las leyes se obedecen o se cambian, pero no se deben incumplir. Eso, en esencia, es la democracia y el Estado de Derecho. Así es, en sus líneas esenciales, una democracia digna de este nombre. Como se ve, este sistema no garantiza ni que las leyes sean justas, ni que los gobernantes no hagan disparates, ni que los jueces no estén vendidos, ni que los medios de comunicación digan la verdad. Para los comportamientos ilícitos de periodistas, gobernantes o jueces hay leyes que los castigan, pero no ocurre lo mismo con las leyes injustas o con los disparates de los Gobiernos: contra las leyes injustas, si van contra la Constitución, está un Tribunal Constitucional que puede anular esa ley; contra los disparates de los Gobiernos, el modo de corregirlos son precisamente las elecciones, en las que la mayoría puede desplazar del poder a quienes lo ostentan y sustituirlos por otros que dejen de hacer disparates. Pero mientras las leyes digan lo que dicen y los gobernantes sean los que son, aquéllas han de ser cumplidas y éstos han de ser obedecidos.
Ocurre, sin embargo, que algunas leyes y algunas órdenes de los Gobiernos pueden entrar en conflicto con algunas libertades públicas o derechos fundamentales.
Para esos casos, en una democracia hay dos modos lícitos de actuar: uno es el ya mencionado de acudir al Tribunal Constitucional para que anule esas normas; el otro sólo puede usarse cuando se plantea un conflicto de conciencia, y se llama objeción de conciencia, que en las democracias está previsto, por ejemplo, para los pacifistas que, allí donde existe un servicio militar obligatorio, se niegan a empuñar las armas al servicio de su país.
En esos casos suele establecerse una actividad sustitutoria del objetor para que no vaya a la cárcel por negarse a cumplir esa ley. También se puede eximir al objetor de una obligación legal sin imponerle ninguna actividad sustitutoria, como ocurre, por ejemplo, con los médicos que se niegan a practicar abortos en los hospitales públicos. Lo que no es democrático es obligar a un objetor de conciencia a cumplir una ley o enviarlo a la cárcel si no lo hace.
Ésta es la primera lección de Educación para la Ciudadanía.
Como su nombre indica, los habitantes de un país libre no son súbditos, sino ciudadanos; los gobernantes no son déspotas, sino empleados públicos; y en una democracia las personas no están para las leyes, sino que las leyes están para las personas; por eso en las democracias rige el imperio de la ley, pero se salvaguarda la conciencia de las personas.
Lo contrario de la democracia es el despotismo, que si se ejerce en nombre de una ideología recibe el nombre de totalitarismo. Debemos estar siempre vigilantes contra eso, que a veces se presenta muy bien disfrazado.