El Papa plantea las cuestiones sin olvidar las dificultades o incluso el rechazo que con frecuencia comporta ese modo de vivir cristiano
Aceprensa
A los pocos meses de su elección como Papa, Benedicto XVI afirmó durante una entrevista con varios periodistas alemanes: El cristianismo, el catolicismo, no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva. Y es muy importante hacerlo ver de nuevo, porque hoy esta conciencia casi ha desaparecido por completo. Se ha escuchado tanto sobre lo que no está permitido que ahora es preciso decir: en realidad, nosotros tenemos una idea positiva que proponer.
No era un consejo que ofrecía solo a otros. Leyendo sus documentos y discursos y escuchando sus intervenciones improvisadas, en diálogo con sacerdotes, periodistas o jóvenes, se puede comprobar que el esfuerzo por presentar una idea positiva de la vida cristiana es una de las características del magisterio de Benedicto XVI.
El Papa plantea las cuestiones sin olvidar las dificultades o incluso el rechazo que con frecuencia comporta ese modo de vivir cristiano. Esa conciencia de los problemas da a su discurso una mayor fuerza persuasiva. A veces, incluso usa a su favor expresiones que antes estaban confinadas en otros ámbitos.
Lo hemos visto durante su encuentro con millares de jóvenes italianos en Loreto a primeros de septiembre. En su diálogo con los jóvenes, el Papa les agradeció que presentaran las situaciones de modo realista. Pero al mismo tiempo les propuso seguir el camino de la humildad y no del orgullo, ir contracorriente, ser críticos, preferir las vías alternativas del verdadero amor, no tener miedo a aparecer distintos, ni a vivir de un modo que suena provocador para cierta cultura contemporánea.
A veces, el Papa ofrece ideas que pueden ayudar a replantear o a redefinir algunas cuestiones en el debate público. En su reciente viaje a Austria, por ejemplo, haciendo suya una definición del cardenal König, se refirió al aborto como una profunda herida social. Es una idea simple, con la que difícilmente no se puede estar de acuerdo, incluso por parte de quienes lo apoyan, pero que ayuda a promover el debate sin caer en la retórica del aborto como derecho. Las heridas se curan, se medican...
También el llamamiento para que Europa sea consecuente con sus propias raíces, y evitar que se llegue a la situación de que sólo las piedras (los monumentos históricos) hablen de cristianismo, lo planteó en el contexto amable de la autocrítica. Europa se caracteriza por una capacidad de autocrítica que la distingue en el vasto panorama de las culturas del mundo.
Tanto en Loreto como en Austria el Papa hizo referencia a los mandamientos de la Ley de Dios, explicando que no son una limitación de nuestra libertad, sino las carreteras que nos guían hacia el otro, hacia la plenitud de la vida. En Austria añadió que no se trata de una serie de noes, sino de síes.
No cabe duda de que el esfuerzo del Papa está dirigido también a suscitar una nueva curiosidad por el cristianismo, el deseo de conocer verdaderamente qué es, como explicaba en el libro-entrevista La sal de la tierra. Y es que se da la paradoja de que en países de tradición cristiana muchos piensan que ya saben qué es el cristianismo, cuando en realidad no lo conocen. A la figura del católico no practicante se ha unido hace tiempo la del católico no creyente: personas que piensan que son católicas, pero que de hecho desconocen los principios básicos de la doctrina de Jesucristo.