Entrevista a Jaime Urcelay, Presidente de Profesionales por la Ética, quien defiende sus motivos para promover la objeción de conciencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía      Casado y padre de cinco hijos, Jaime Urcelay tiene una larga y amplia trayectoria en el mundo de la dirección de Recursos Humanos y la formación de directivos de empresa, aunque sus primeros pasos profesionales los dio en el Cuerpo Jurídico de la Armada, que considera una excelente escuela. Fruto de su compromiso en el campo de la participación cívica y el voluntariado, es desde hace ya algunos años Presidente de Profesionales por la Ética, una iniciativa independiente dedicada a promover los valores éticos en la vida pública desde el humanismo cristiano. Urcelay reconoce que el proyecto de Educación para la Ciudadanía está exigiendo de él, como de todo el equipo, una dedicación personal muy intensa, pero está convencido de que merece sobradamente la pena. Desde que se conocieron los primeros borradores de la nueva asignatura, ha participado en diversos estudios e informes y en un buen número de foros de debate pero, sobre todo, dice estar orgulloso de haber recorrido España dando charlas informativas sobre la materia a padres y profesores, de los que está aprendiendo muchísimo.

La polémica está servida. ¿Qué está realmente en juego con la implantación de esta asignatura?

    Estamos ante una cuestión de libertad. Lo que está en juego es quién tiene la responsabilidad y el derecho de educar la conciencia moral de los hijos. Si la asignatura se implanta tal como la ha diseñado el Gobierno, estaremos admitiendo que es el Estado, y no los padres, quien tiene primariamente ese derecho. Por eso, creo que tenemos que plantarnos, sea cual sea nuestra ideología.

Algunos padres dudan si objetar o no...

    La objeción de conciencia es un derecho fundamental, que forma parte del derecho a la libertad ideológica y religiosa, amparado por el artículo 16.1 de la Constitución, según ha declarado el Tribunal Constitucional en varias sentencias. Si estamos convencidos de que la asignatura es rechazable, la objeción puede ser el instrumento legítimo para salvaguardar, con carácter inmediato, los derechos de la conciencia frente a esta imposición legal.

Dicho así parece muy bonito, pero la realidad es más compleja, ¿no?

    Es cierto que la objeción, vistas las amenazas del Gobierno y de algunas Administraciones educativas, presenta a corto plazo incertidumbres, pero los expertos avalan nuestra propuesta, sobre todo si somos muchos los que objetamos.

O sea, que usted convencería a la gente para que objetara...

    Me preocupa especialmente convencer a los padres que, por vivir en una Comunidad Autónoma más sensible a la libertad de educación o porque desde la FERE les han dicho que los contenidos van a ser adaptados al ideario del centro, les pueda parecer innecesaria la objeción. Les insistiría en que no se objeta frente al colegio, el profesor o el libro de texto. Se objeta frente a una asignatura que invade un espacio vital que no le corresponde. Además, hay una razón de solidaridad: no podemos desentendernos de los miles de padres que, por vivir en autonomías más agresivas o por llevar a sus hijos a un centro público, están en una situación más desfavorable para defenderse.

¿Puede el Gobierno tomar medidas contra los colegios que objeten en bloque?

    La objeción de conciencia es un derecho individual, que ejercen los padres, aunque en bastantes colegios se haya hecho de forma masiva. Ni el Gobierno ni ninguna Administración educativa pueden actuar contra un colegio por el hecho de que los padres hayan decidido ejercer un derecho constitucional. Es impensable.

¿Están capacitados los profesores para enseñar sobre sentimientos, afectividad, identidad sexual, etc.?

    Habrá de todo, pero me parece importante destacar que los contenidos mínimos de la asignatura incluyen temas que, además de su falta de consistencia académica, son muy heterogéneos y requieren buena formación del profesorado. En particular, la educación de las emociones y los afectos en un aula con niños, niñas y adolescentes es un aspecto muy delicado, que no puede caer en manos de cualquiera, y menos a contrapelo de los padres, como sucede en esta asignatura.

¿Y los libros de texto están a la altura?

    Vemos que algunos de los libros de texto son preocupantes. Es muy lamentable la improvisación con que arranca la asignatura en las comunidades que empiezan a impartirla en 3º de la ESO. La ideología ciega a los autores, a quienes parece preocupar todo menos la educación de los 200.000 adolescentes que se verán obligados a cursarla en condiciones inadmisibles y de una forma tan precipitada.

¿Cuántas objeciones hay en España?

    Al acabar el curso pasado teníamos casi 13.000 objeciones, aunque probablemente el número sea bastante mayor. Respecto a las previsiones para este trimestre, son optimistas. El permanente recurso del Gobierno al miedo y las amenazas no va a doblegar a muchos padres.

Desde Profesionales por la Ética habrán vivido historias de familias de primera mano...

    Sí, desde que empezamos a trabajar a finales del año 2003 en este tema. Recuerdo con particular cariño al grupo de madres de Bullas, en Murcia. Cuando todavía casi nadie sabía nada del tema, se alarmaron a raíz de un artículo de Peces-Barba en el que se marcaba el propósito ideológico de la asignatura y decidieron documentarse bien y organizarse para defender la libre educación de sus hijos. Conmueve ver su coraje, su generosidad y su creatividad. Acudieron a nosotros para que le ayudásemos, de forma voluntaria y desinteresada.