Benedicto XVI concluyó en la noche de este domingo una visita de tres días a Austria asegurando que este país puede ofrecer una contribución decisiva a Europa y al mundo recuperando la riqueza de sus raíces cristianas
El séptimo viaje internacional de este pontificado concluyó en el aeropuerto de Viena-Schwechat con una ceremonia de despedida en la que participó el presidente de la República, Heinz Fischer, así como el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Christoph Schönborn.
«Viena, con el espíritu de su experiencia histórica y con su posición en el centro vivo de Europa puede ofrecer su contribución, favoreciendo al mismo tiempo la penetración de los valores tradicionales del continente, impregnados de fe cristiana, en las instituciones europeas y en el ámbito de la promoción de las relaciones internacionales, interculturales e interreligiosas», dijo el Santo Padre.
El Papa partió poco después de las 20.15 abordo de un Airbus de la compañía Austrian Airlines, después de haber recibido los honores militares.
El presidente de Austria subrayó en su discurso la «gran cercanía» que se ha constatado entre el Papa y su país. Existe además, reconoció, un «amplio acuerdo» entre la Santa Sede y Viena, mencionando la voluntad de paz y de «justicia social y de solidaridad», así como de «diálogo entre culturas y religiones».
En los tres días de la visita por tierras austriacas la lluvia y el viento han estado casi siempre presentes, aunque como dijo el Papa con una sonrisa antes de subir el avión esto no ha sido un obstáculo.
Además de Viena, la meta principal de este viaje ha sido el santuario de Mariazell, corazón mariano de Austria, que este sábado celebró los 850 años de su fundación.
En su objetivo de recordar a Austria las raíces cristianas que han forjado su historia, el Papa ha afrontado en sus discursos argumentos decisivos, como la defensa de la vida humana (tanto ante el aborto como ante la eutanasia), los peligros del relativismo que no reconoce la existencia de la verdad, o la necesidad de redescubrir el papel del domingo en la cultura occidental.
Al aterrizar en Roma, Benedicto XVI se dirigió directamente a Castel Gandolfo, la residencia donde continuará desempeñando sus actividades ordinarias en los pocos días que quedan de verano.