Todos pueden entrar en la Vida, pero para todos la puerta es estrecha"
No presuntos privilegios religiosos, sino una verdadera amistad con Cristo tejida de humildad de corazón es la puerta para entrar en la vida eterna, recuerda Benedicto XVI.
Miles de peregrinos que acudieron a rezar, a Castel Gandolfo el Ángelus junto al Papa, asistieron a la breve, pero intensa catequesis sobre el Evangelio que este domingo, como en los anteriores, nos invita a considerar el futuro que nos espera y al cual nos debemos preparar durante nuestra peregrinación terrena.
Se trata del pasaje de Lucas (13,23-24) en el que Jesús invita al esfuerzo por entrar a la salvación por la puerta estrecha.
El mensaje de Cristo es que todos pueden entrar en la Vida, pero para todos la puerta es estrecha, o sea, no hay privilegiados, recalcó Benedicto XVI alertando sobre la tentación de interpretar la práctica religiosa como fuente de privilegios o de seguridades.
Y ese paso a la vida eterna es estrecho porque es exigente aclaró el Papa-, requiere empeño, abnegación, mortificación del propio egoísmo, pero la salvación, que Jesús obró con su muerte y resurrección, es universal.
La única e igual condición para entrar en la vida celestial -resumió- es la de esforzarse en seguir [a Cristo] e imitarle, cargando, como Él hizo, con la propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos.
El propio Jesús recuerda en el Evangelio que no seremos juzgados según presuntos privilegios, sino según nuestras obras: los agentes de iniquidad serán excluidos; serán acogidos cuantos hayan realizado el bien y buscado la justicia, a costa de sacrificios, subrayó el Papa.
Por eso insistió en que no basta con declararse amigos de Cristo, sino que la verdadera amistad con Jesús se expresa en la forma de vivir: con la bondad del corazón, con la humildad, la mansedumbre y la misericordia, el amor por la justicia y la verdad, el empeño sincero y honesto por la paz y la reconciliación, enumeró.
Éste, podríamos decir, es el documento de identidad que nos cualifica como sus auténticos amigos -expresó el Santo Padre-; éste es el pasaporte que nos permitirá entrar en la vida eterna.