El futuro de Europa y la «salud de la razón» pasan por el cristianismo como motor de cultura y historia.
Lo afirma en esta entrevista Vicente Ramos Centeno (San Juan de la Cuesta, Zamora, 1947), doctor en filosofía y autor del reciente libro «Europa y el cristianismo», publicado en la colección «Estudios y Ensayos de Filosofía y Ciencia» de la Editorial BAC.
Profesor de Filosofía en un Instituto de Bachillerato, Ramos Centeno trabaja, en Madrid, en el Instituto Emperatriz María de Austria.
Europa nada en el «mar amargo del la desolación espiritual», se lee en su libro. ¿Tan mal estamos?
En este juicio mío sobre la situación del espíritu en nuestra Europa no he inventado gran cosa. Dése cuenta de que no pienso solo, sino en diálogo con autores que ya nos avisaron hace tiempo de lo que venía, desde Nietzsche, pongo por caso, a Husserl, Ortega o Simone Weil.
Hoy estamos en el tiempo del nihilismo realizado. Benedicto XVI ha hablado de la «dictadura del relativismo» que señorea los espíritus y de que Europa corre el riesgo de "despedirse de la historia".
El ateísmo nihilista está instalado en el poder intelectual. Ya no hay un ateísmo humanista, sino un laicismo agresivo y bárbaro.
No hay pensadores que se percaten y quieran pensar esas cosas que han ocurrido desde 1989: la desaparición del socialismo como posibilidad real, el antisemitismo creciente, la barbarie islamista.
Nuestro mundo es plebeyo, zafio, es el tiempo de la aniquilación de lo que los hombres amaban y creían, el tiempo de la falsificación de la historia y del desprecio del hombre.
Los filósofos más oficiales de hoy viven instalados en la muerte de Dios y hasta en la no mención de Dios.
Naturalmente que mi juicio se refiere a «la cultura oficial», a los mandarines intelectuales, pero existen también los amantes de la razón y de la esperanza cristiana; no ha desaparecido, claro está, la sal de la tierra.
El cristianismo, ¿volverá a ser en Europa el más importante generador de historia y de cultura?
No sé si lo volverá a ser. Digo que debería volver a serlo, y eso espero. Nos va en ello el futuro de Europa y la salud de la razón.
Los cristianos, además, no deben conformarse con ser las posibles víctimas de futuros exterminios.
El cristianismo, que dice Bloch que es altivez y voluntad de no dejarse tratar como ganado, debe pasar ya a la ofensiva. A él corresponde hoy salvar lo valioso de la modernidad, robar toda la verdad que pudiera haber en la modernidad y en el mundo contemporáneo para construir otra cultura.
Si el cristianismo luchó contra los totalitarismos, hoy debe hacerlo contra el nihilismo.
Ya Simone Weil vio que el laicismo era oscurantista y totalitario. Y Tocqueville dijo: «El despotismo pasa sin la fe, la libertad no». La palabra de Cristo no puede tampoco llegar al pueblo en esta cultura nihilista y bárbara.
¿Qué quiere decir que sólo un cristianismo «absolutamente fiel» a la fe bíblica y a la razón puede ser el alma e Europa?
Yo hablo de un cristianismo «fiel, absolutamente fiel, a su raíz bíblica y a su larga historia de amistad con la razón». El capítulo tercero del libro se titula «El cristianismo, Israel y Europa». Replanteo en él el problema del antisemitismo y las acusaciones actuales a la teología católica como origen del mismo.
Yo rechazo esas acusaciones y explico el antisemitismo actual como odio al pueblo por el que supimos de Dios y defiendo con la Pontificia Comisión Bíblica y con Juan Pablo II que el cristianismo no puede olvidarse de su origen. Pero, por otro lado, tampoco acepto la tesis muy de hoy de que hay que volver a Jerusalén olvidando a Atenas.
El cristianismo no debe ni puede renunciar a la razón ni a la inculturación en la cultura grecolatina.
¿Cuáles son algunos signos concretos de esperanza en Europa?
En primer lugar, el testimonio de los santos y mártires del siglo XX, tantos por ejemplo en nuestra España, que no se conformaron con la muerte de Dios.
Los totalitarismos han caído, en Europa hay un impulso hacia la unidad y una búsqueda de algo nuevo.
Hemos tomado ya conciencia de que efectivamente «el reino de la razón creció en medio del reino de Dios». Nosotros podemos ser (el nihilismo ya no da nada) los verdaderos herederos de lo mejor de nuestra historia y de la modernidad.
Lo ocurrido con los países del Este nos anima. Sabemos, además, que Cristo es el Señor de la historia. Mi libro termina con esta expresión bíblica: ¡Marán athá!
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