«No olvidéis nunca que la Iglesia, es más, la Humanidad entera, aquella que os rodea y que os aguarda en vuestro futuro, espera mucho de vosotros, jóvenes, porque tenéis en vosotros el don Supremo del Padre, el Espíritu de Jesús»,
La Razón
Está dirigido a los jóvenes, pero parece estar destinado a todos los cristianos. El mensaje, difundido ayer por la mañana a través de la Sala Stampa de la Santa Sede, tiene como objetivo servir de «meditación y profundización preparatoria» para la gran cita
de Sídney (Australia), ciudad elegida para la celebración de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en julio de 2008.
Fechado el 20 de julio en Lorenzago di Cadore -la localidad alpina en la que Benedicto XVI transcurre sus vacaciones-, tiene como lema: «Tendréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos». Un lema que responde a los principales objetivos del mensaje: redescubrir los sacramentos y al Espíritu Santo -«que, aunque sigue actuando con fuerza, sigue siendo el gran desconocido»- como centro de la vida cristiana, para anunciar el Evangelio entre los jóvenes. «Es fundamental que cada uno de vosotros pueda reflexionar sobre este Protagonista de la historia de la salvación que es el Espíritu Santo, o Espíritu de Jesús, para alcanzar así los más altos objetivos», explica el Papa, tras recordar la anterior Jornada de la Juventud, celebrada en agosto de 2005 en Colonia (Alemania), la primera que presidió. «Acogerlo como guía del alma, como maestro interior que os permite vivir la fe con plenitud», sostiene.
«No olvidéis nunca que la Iglesia, es más, la Humanidad entera, aquella que os rodea y que os aguarda en vuestro futuro, espera mucho de vosotros, jóvenes, porque tenéis en vosotros el don Supremo del Padre, el Espíritu de Jesús», exhorta el Papa en su mensaje. Una catequesis con unos objetivos claros: «Comprobar la calidad de la fe» y «reforzarla si está débil» , especialmente a través de los Sacramentos, a los cuales el Papa dedica gran parte del texto: «La verdad del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía está siendo descuidada en la vida de fe de no pocos cristianos, para los cuales éstos son gestos cumplidos en el pasado y sin una incidencia real en su vida diaria», se lamenta. Los sacramentos son, según el Papa, el mejor camino para abrise a Cristo y «glorificar a Dios con toda nuestra vida». El mensaje continúa con una llamada firme y decidida a la misión, en la convicción de que «sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre».
Los adultos, «agotados»
El Papa insiste: «Esto no significa ser intolerantes hacia aquellos que no creen; a Cristo no hay que imponerlo», sino seguir el ejemplo de los apóstoles, que «dieron su vida para que Cristo fuera conocido y amado», recuerda. «También hoy hacen falta jóvenes que dejen arder dentro de sí el amor de Dios y respondan generosamente a su llamada, como han hecho tantos jóvenes beatos y santos del pasado», prosigue. Sin olvidar la evangelización entre los más jóvenes, el Papa hace una incisiva reflexión: «El indudable agotamiento de los adultos para encontrarse con los jóvenes de una manera creíble y convincente, puede ser un signo con el que el Espíritu os intenta empujar, jóvenes, a encargaros de esto. Vosotros conocéis los idealismos, el lenguaje, y también las heridas, las inquietudes, y queréis el bien para vuestros coetáneos. Que cada uno de vosotros tenga el coraje de prometer al Espíritu Santo llevar un joven a Jesucristo, del modo que considere mejor, sabiendo ver la esperanza que vive en él», concluye.