La verdad es que las cosas finitas pueden dar destellos de felicidad, pero solamente el Infinito puede llenar el corazón
El Papa Benedicto XVI participó el pasado 17 de junio en un encuentro con jóvenes en Asis (Italia). En la ciudad de San Francisco, les exhortó a abrir sin medidas ni cálculos el corazón a Cristo, porque sólamente el Infinito puede llenar el corazón.
Al iniciar su discurso el Santo Padre afirmó que el motivo de su viaje ha sido el deseo de revivir el camino interior de san Francisco y recordó que su conversión se dio cuando era en la plenitud de su vitalidad, de sus experiencias, de sus sueños pues había pasado 25 años de su vida sin encontrar el sentido de la vida.
Francisco era alegre y generoso, gustoso de juegos y cantos, daba vueltas por la ciudad de Asís día y noche con sus amigos, generoso en el gastar en almuerzos y otras cosas todo aquello que podía tener o ganar.
¿De cuántos jóvenes hoy en día se podría decir algo similar? ¿Cómo negar que son muchos los jóvenes, y no jóvenes, tentados de seguir de cerca la vida del joven Francisco antes de su conversión? Bajo aquel modo de vivir existía el deseo de felicidad que existe en cada corazón humano. ¿Pero podía ese tipo de vida dar la felicidad verdadera?
Francisco ciertamente no la encontró ahí. Vosotros mismos, queridos jóvenes, podéis verificarlo a partir de vuestra experiencia. La verdad es que las cosas finitas pueden dar destellos de felicidad, pero solamente el Infinito puede llenar el corazón.
En la vanidad, en la búsqueda de originalidad, existe algo por lo que todos somos en algún modo tocados. Para poder tener un mínimo de éxito, necesitamos acreditarnos a los ojos de los demás con algo inédito, original. En cierta medida, esto puede expresar un inocente deseo de ser bien acogidos. Pero con frecuencia se insinúa el orgullo, la búsqueda desordenada de nosotros mismos, el egoísmo y las ganas de humillar a otros. En realidad, centrar la vida en uno mismo es una trampa mortal: podemos ser nosotros mismos solo si nos abrimos al amor, amando a Dios y a los hermanos.
Corremos el riesgo de pasara una vida entera aturdidos por voces ruidosas pero vacías, corremos el riesgo de dejar pasar la voz de Cristo, la única que cuenta, porque es la única que salva. Nos contentamos con fragmentos de verdad, o nos dejamos seducir por verdades que lo son sólo en apariencia.
¿Hay que maravillarse si después nos encontramos en un mundo contradictorio, que no obstante tantas cosas bellas, con frecuencia nos decepciona, con sus expresiones de banalidad, de injusticia y violencia?.
Sin Dios, el mundo pierde su fundamento y su dirección. No tengáis miedo en imitar a Francisco. Él supo hacer silencio dentro de sí, poniéndose a la escucha de la Palabra de Dios. Paso tras paso se dejó guiar de la mano hacía el encuentro pleno con Jesús, hasta hacerlo el tesoro y la luz de su vida.
¡Dejémonos encontrar por Cristo! Confiemos en Él, escuchemos su Palabra. En Él no existe solamente un ser humano fascinante: es Dios hecho hombre. Francisco era un verdadero enamorado de Jesús.
Abrid las puertas a Cristo, abridlas como lo hizo Francisco, sin miedo, sin cálculos, sin medidas.