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El magistrado José Luis Requero, vocal del Consejo General del Poder Judicial, en un artículo publicado en El Mundo (29-VI-2007) que reproducimos hoy en este blog analiza la banalización que se ha producido en los últimos años respecto al aborto, convirtiéndolo en un objeto de consumo que acaba al año con más de 100.000 vidas. ¿Hay algo más progresista que denunciar la banalización de la vida humana?
Dice Requero: "Si aquel pop art [de los años 60] era parte de una revolución contracultural que cuestionaba el sistema de valores y se apuntaba, entre otras cosas, a la liberación sexual, perfectamente podría tomar lo que de consumismo hay en el sexo, que de ser objeto de liberación lo es ya de consumo. Está en las páginas de anuncios por palabras y, banalizado, es un bien de usar y tirar que deja cadáveres nunca mejor dicho por el camino, luego ¿por qué no tomar como pretexto, 40 años después, a esos cadáveres? Sería un tributo de la estética pop a los frutos de la contracultura en la nación."
Y dice más adelante: "Esa famosa foto de la niña survietnamita, aterrorizada, abrasada, que sale de un infierno de napalm podría sustituirse en 2007 por los restos de esos niños desmembrados, tirados a la basura. Y no es Hanoi, Saigon ni la ofensiva del Tet: es Madrid. Reconozco que dar con una estética de denuncia es complicado, pero algo podría hacerse. Se ajusta bastante a los pretextos del pop art: es un objeto de consumo -las clínicas abortistas están en los anuncios por palabras-, masificado -100.000 al año- y, además, burocratizado como prestación social que es. "
Por aquellos años 60, el aborto era descalificado socialmente en el mundo occidental. Parecía monstruoso lo era y lo sigue siendo que pudiese llegar una legislación que tolerase el aborto arbitrario con los pretextos más nimios.
Ahora, acaba de publicarse en el BOE la nueva ley de investigación biomédica (ley 14/2007, de 3 de julio) que va a dar cobertura legal a la destrucción de seres humanos en un estado de máxima fragilidad como es el embrionario. Se intenta confundir a la opinión pública haciendo creer que esta ley sirve para salvar vidas y realmente es una puerta legal para manipular la vida humana y un atentado contra la dignidad de cada persona.
Y siguiendo con el pop-art denuncia, dice Requero en su artículo: "¿Se imaginan lo provocativo que sería hacer un lienzo a propósito del bebé medicamento?: estética BOE mezclada con la representación de embriones humanos de recambio bajo el título Almacén de repuestos. O un retrato kitsch de algún pope de la reproducción asistida, como los de Nixon, Marilyn o Elvis, bajo ese eslogan científico-comercial de que la vida no empieza con la fecundación, sino a los 14 días; o empleando la estética cómic, dibujar a ese pope diciéndonos: Aprovecha, tienes 14 días".
De José Luis Requero
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El Mundo ha tenido la feliz idea de ofrecernos láminas de Andy Warhol, quizás el artista más representativo del pop art. Por unos días volveremos a la ruptura, a la ironía ,y esto se agradece. El pop art bebe de la vida diaria, indaga en la belleza de la iconografía cotidiana propia de un sistema de vida masificado y consumista al que, sin embargo, critica. La Coca-Cola, el Seven-Up, el ketchup Heinz, los cereales Kellog's, el jabón Brillo, el cómic o la archifamosa lata de sopa Campbell's fueron su argumento. Esa mezcla de adoración y crítica del consumismo masificado -«lo más hermoso de Florencia es el restaurante McDonald's» (Warhol)- es más ácida en sus sucesores y, entre nosotros, Equipo Crónica hizo pop art a su manera, desde la crítica social y política de la España del último franquismo y de la Transición. Sus obras son el reportaje de esa realidad que es interpretada por cada objeto.
Pero eran los 60 y había mucho trabajo para iconoclastas, había mucha hipocresía a la que sacar los colores y mucha ironía que explotar aunque esa contracultura, esa estética, se tornaría en cultura y luego en objeto de consumo, incluso un souvenir más: a los reyes, reinas o infantas de Equipo Crónica me remito. Imagino que si el pop art naciese ahora, tomaría los mismos pretextos de hace 40 y tantos años, haría su crónica social a partir de un móvil o cualquier cachivache informático, quizás la sopa Campbell's se envolvería en plástico de un Carrefour o Hipercor, quizás el Nacimiento de Venus de Botticelli fuese reinterpretado con alguna famosa de la telebasura. Apelarían a los nuevos consumismos; lo que no sé es si se atrevería con todos.
Que no lo hagan los continuadores del pop art, pese a su causticidad, no deja de ser un dato. Si aquel pop art era parte de una revolución contracultural que cuestionaba el sistema de valores y se apuntaba, entre otras cosas, a la liberación sexual, perfectamente podría tomar lo que de consumismo hay en el sexo, que de ser objeto de liberación lo es ya de consumo. Está en las páginas de anuncios por palabras y, banalizado, es un bien de usar y tirar que deja cadáveres -nunca mejor dicho- por el camino, luego ¿por qué no tomar como pretexto, 40 años después, a esos cadáveres? Sería un tributo de la estética pop a los frutos de la contracultura en la nación. Eso sí que sería iconoclasta.
Porque, por ejemplo, las fotos que hace meses vimos de los residuos de la clínica abortista Isadora, ¿darían pie para un lienzo pop? Vietnam es un asunto que ha dado mucho de sí, pero nosotros tenemos nuestro Vietnam, un motivo bien cercano a la estética del pop art. Esa famosa foto de la niña survietnamita, aterrorizada, abrasada, que sale de un infierno de napalm podría sustituirse en 2007 por los restos de esos niños desmembrados, tirados a la basura. Y no es Hanoi, Saigon ni la ofensiva del Tet: es Madrid. Reconozco que dar con una estética de denuncia es complicado, pero algo podría hacerse. Se ajusta bastante a los pretextos del pop art: es un objeto de consumo -las clínicas abortistas están en los anuncios por palabras-, masificado -100.000 al año- y, además, burocratizado como prestación social que es. Imagino que uno de esos miles de impresos que formulariamente justifican el aborto por «grave riesgo para la salud psíquica de la madre» darían pie a un collage propio del estilo cartelístico del pop. Es una idea.
O sin truculencias, como ese consumismo burocratizado apela a razones de «política sanitaria» o de «salud reproductiva» de la mujer, la ironía nos brindaría atrayentes títulos. El título del catálogo de una exposición podría decir: Salud reproductiva. Acrílico sobre lienzo, y el motivo una de esas chicas de 10 y algo de años liberándose de la resaca de un fin de semana, porque el aborto ha llegado a eso, a ser parte de la resaca. Si consumismo masificado son nuestros 100.000 abortos anuales, ¿por qué no actualizar la lata de Campbell's por un cubo inmaculado de residuos donde ponga Isadora o Dator junto a los restos de algún botellón?
Acaba de salir en el BOE la ley de investigación biomédica. ¿Se imaginan lo provocativo que sería hacer un lienzo a propósito del bebé medicamento?: estética BOE mezclada con la representación de embriones humanos de recambio bajo el título Almacén de repuestos. O un retrato kitsch de algún pope de la reproducción asistida, como los de Nixon, Marilyn o Elvis, bajo ese eslogan científico-comercial de que la vida no empieza con la fecundación, sino a los 14 días; o empleando la estética cómic, dibujar a ese pope diciéndonos: «Aprovecha, tienes 14 días».
No sé si esto cuajaría, no estamos en los 60, estos tiempos no son tan iconoclastas, son más fríos y despiadados, más prosaicos, carecen de sentido del humor y de la ironía. El progresismo de ahora se ha hecho cínico y tiene por quintaesencia que una madre acabe con el hijo que está gestando. Que haya evidencia científica, biológica y médica de que con la fecundación se inicia el devenir de la vida humana, que desde ese momento inicial el embrión es un ser diferenciado, un otro respecto de la madre, poco puede frente a los artificios retóricos de preembrión, salud reproductiva o derecho al aborto, aunque se sepa que se destruye a ese otro; las evidencias científicas poco pueden frente al drástico planteamiento de quien opta por lo que antaño se tenía como promiscuidad; hoy es lo normal e irrenunciable, aunque su satisfacción pase por destruir otra vida.
En fin, como Warhol y otros, se trata de provocar porque -lo dicen algunos filósofos del arte- la provocación es «la estrategia básica de toda estética progresista» (Walter Benjamin); y ¿hay algo más progresista que denunciar la banalización de la vida humana?, ¿que su destrucción sea objeto de consumo?
Sería un tributo estético a los últimos frutos de aquella liberación sexual que ahora da gratis pastillas abortivas a menores o que se esconde en el artificio de 14 días para lograr granados beneficios a costa de comercializar la vida humana clasificada por semanas.
Junto a Warhol, Roy Lichtenstein es otra referencia del pop art. Son famosos sus retratos de mujeres, de estética cómic, como Crying Girl o la serie Girl with tear. Esos cuadros de mujeres llorando, cargadas de tristeza, podrían reinterpretarse. Quizás podrían dar pie a una exposición sobre la otra realidad del aborto, la del día después, la de unas mujeres que iban a ser madres. Son las otras víctimas.Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
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