Satisfacción entre los católicos chinos y una reacción suave por parte de las autoridades
La carta del Papa a la Iglesia católica en China ha supuesto una puerta abierta a la reconciliación entre católicos oficiales y clandestinos y una clarificación de la postura de Roma en la defensa de la libertad religiosa ante el gobierno de Pekín. La respuesta de las autoridades políticas ha sido suave, lo que alienta la esperanza de un futuro con más libertad.
Las reacciones a la carta del Papa a los católicos chinos demuestran que Benedicto XVI ha vuelto a sorprender con su estilo conciliador y que, en efecto, la situación del catolicismo en China es tan compleja como la carta indica, con obispos oficiales en comunión con Roma, clérigos clandestinos, obispos ilegítimos, una asociación eclesial oficial controlada por el Partido Comunista...
Así, la primera reacción oficial al documento por parte de la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos (APCC, controlada por el gobierno), fue hablar de las buenas intenciones del Papa manifestadas en la misiva. El Papa expresó su amor e interés por los fieles de China (...), es un tono nuevo, dijo Liu Bainian, vicepresidente del organismo. El tono nuevo es más bien el del propio Liu, hasta ahora uno de los más opuestos a un acuerdo con Roma.
El gobierno chino, por su parte, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, respondió a la publicación de la carta el mismo 30 de junio con una lacónica nota de prensa en la que se deseaba que la carta no crease más barreras en el diálogo entre China y el Vaticano y se exponían las dos condiciones para restaurar las relaciones: cortar lazos diplomáticos con Taiwán, reconociendo al gobierno comunista como el único representante de todos los chinos algo a lo que la Santa Sede se ha mostrado dispuesta desde hace tiempo, y renunciar a interferir en los asuntos internos de China, incluso en nombre de la religión, en clara alusión al nombramiento de obispos.
Las autoridades chinas habían recibido la carta varios días antes, y esta reacción, tibia en comparación con otras precedentes, es por ello positiva. Para algunos, es manifestación de las divisiones en el seno del gobierno chino entre quienes son partidarios de la apertura y quienes quieren mantener las restricciones a la libertad religiosa.
Sólo unos días después de la publicación de la carta, era imposible el acceso desde el país asiático a la página web del Vaticano, y la traducción china de la carta colgada en algunas webs gestionadas por católicos ha sido retirada por la presión de funcionarios públicos, según AsiaNews. Pero el documento, según esta agencia de noticias, va de mano en mano entre los católicos gracias a fotocopias o envíos por fax.
Un punto de apoyo para la negociación
Mons. Li Jingfeng, obispo de Fengxiang reconocido por las autoridades oficiales aunque no pertenece a la APCC, considera que la carta va en la dirección correcta, porque aquellos que siguen la tradición católica han sido confirmados, mientras que los demás han sentido la gran llamada del sucesor de Pedro al rebaño de Dios. Ha calificado de muy importante la llamada del Papa a la unidad de los católicos oficiales y clandestinos. Y considera que la libertad religiosa sería motor de progreso: Si China quiere abrirse al mundo, debe abrirse a la Iglesia.
El obispo de Hong Kong, cardenal Joseph Zen, alaba en declaraciones al diario francés La Croix (4-07-2007) el perfecto equilibrio [de la carta] entre la claridad de los principios y el tono benevolente. La carta describe con gran franqueza la realidad china y constituye un documento en el que todo el mundo puede apoyarse a fin de abrir nuevas negociaciones y mejorar las relaciones entre la Santa Sede y Pekín.
El cardenal Zen comprende que a los sacerdotes clandestinos les costará aceptar la reunificación con la Iglesia patriótica oficial. Pero subraya que el Papa no impone nada. Los obispos oficiales que han sido reconocidos por Roma no tienen obligación de concelebrar con los obispos ilegítimos. La carta no dice nada en este sentido. El clero clandestino no ha recibido la orden de formar parte de la Iglesia oficial. Los obispos clandestinos pueden decidir por sí mismos, en función del contexto, si dirigen a sus sacerdotes hacia la Iglesia oficial. Igualmente, para los sacramentos, los fieles deben ir a los sacerdotes legítimos; pero si la situación es demasiado difícil, pueden pedirlos a obispos o sacerdotes ilegítimos. Las consagraciones de los obispos ilegítimos (ordenados sin la autorización del Papa) siguen siendo válidas y pueden también ordenar obispos.
El arzobispo de Hong Kong piensa que había que decir claramente las cosas a Pekín y, de este modo, poder entablar un buen diálogo con posturas claras. El Papa no puede renunciar a ciertas cosas, pero estoy convencido de que hay un margen muy grande de negociación. Además, la preparación de los Juegos Olímpicos de agosto de 2008 es una ocasión muy buena para iniciar un diálogo.