Una buena dosis de la formación sólida de los jóvenes la constituye la asunción de responsabilidades y la aceptación de la autoridad, como factores clave en la educación
Las Provincias
Unos meses antes de ser elegido presidente en Francia, Sarkozy estuvo en España. Aprovechó para lanzar algunos aspectos de lo que constituiría su programa electoral, que ha recibido el apoyo masivo de los franceses. Entre esos avisos de intenciones, hubo uno que llamó la atención: proponía que los alumnos se levantaran al entrar o salir del aula el profesor. Abogaba por reforzar la autoridad del profesor, hoy tan entredicho, cuestionado por padres y alumnos, y además envuelto en complejos culturales que el mismo profesorado ha cultivado, y que casi le hacen cautivo de su casi alentado deterioro.
Como cierre de su campaña electoral, Sarkozy dijo que había que romper con el Mayo del 68, con los principios del todo vale. Uno de los elementos ideológicos de Mayo del 68 fue el anarquismo, el intento de eliminar cuanto sonara a autoridad. Las víctimas no han sido pocos: la autoridad de los padres y la autoridad de los profesores han sido las grandes perjudicadas. Pero han minado la autoridad no sólo los jóvenes, sino las corrientes culturales, ciertos medios de comunicación, los propios profesores y los propios padres: los jóvenes se han encontrado con un sistema que les animaba a ser espontáneos sin responsabilidad, a demostrar que tenían personalidad si no aceptaban la autoridad.
En estos cuarenta años, la dictadura del todo vale ha hecho estragos. Las víctimas principales, al menos en mi opinión, no son los adultos, sino los jóvenes, porque han crecido con una fragilidad inusitada. Cualquier contrariedad o dificultad la evitan y la más mínima aparición de estrés se asocia a un mal peor que la peste. Una buena dosis de la formación sólida de los jóvenes la constituye la asunción de responsabilidades y la aceptación de la autoridad, como factores clave en la educación.
Pero los padres siguen sobreprotegiendo a los jóvenes: en vez de reforzar a los profesores, critican abiertamente a los docentes. En ese clima, esporádicamente surgen actos de violencia de diversa índole, física o psíquica- de alumnos hacia sus profesores, de padres hacia los profesores. Los profesores también han caído en su propia trampa, al evitar desde hace años posturas de autoridad y criterio. Ahora, profesores y padres recogen su claudicación de deberes, y desean recuperar el norte perdido.
El norte en la educación es que cada uno ha de asumir su papel sin complejos. Alguien enseña y alguien aprende. Alguien tiene autoridad y otro ha de respetarla. No es retroceder culturalmente, sino reconocer que, a veces, culturalmente nos despistamos y retrocedemos.
Enrique Múgica, el defensor del Pueblo, ha propuesto desterrar el tuteo en los colegios, como muestra de respeto y de reconocimiento de la autoridad, que también contribuiría a disminuir la violencia en los centros escolares.
Sarkozy propone que los alumnos se levanten al entrar el profesor, y Múgica que desaparezca el tuteo. Indudablemente, son dos apuntes concretos, que alguien puede considerar de interés menor, pero yo más bien pienso que son manifestaciones concretas de un problema muy amplio, que hay que empezar a acotar y afrontar con decisión. La gran tragedia de los problemas amplios es que muchos optan por desanimarse, al observar que son tan complejos. El es gran número de personas realistas, que prefieren declinar su responsabilidad, aunque en esta plaga ellos y sus hijos sean víctimas muy cercanas de un conflicto de alcance internacional.
El deterioro escolar es un problema de todos, como ha señalado Enrique Múgica. Si es de todos, la tentación de que nadie comience a resolverlo es muy grande. Es un problema cultural, y no político, pero los políticos a veces se empeñan en fomentar una cultura con graves errores, y Zapatero es uno de esos líderes que, sin saberlo muy probablemente, rinde todavía culto al relativismo del Mayo francés. La prueba de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, dando carta blanca al relativismo, es la mejor prueba.
Reforzar al profesor es una tarea urgente. No será fácil ni rápido. Pero abramos un debate valiente. Sugiramos medidas concretas. No evitemos tampoco en los medios de comunicación nuestra responsabilidad. Pero, a veces, se adelanta bastante con medidas firmes. Lo del tuteo o levantarse cuando entre el profesor puede ir bien, pero son unos cuantos años de debate e hipotética implantación educativa. Apunto sólo una medida firme, en la línea de la eficacia que reiteradamente reclama Sarkozy, para atajar la sangría de amenazas que reciben los profesores: si un profesor es amenazado o sufre violencia por un padre o alumno, que la Conselleria de Educación asuma el caso y, si es susceptible de delito o falta, que se haga cargo de los gastos de un abogado, con rapidez, poniéndose al lado del profesor desde el primer momento. Que defienda jurídicamente al profesor.