El testimonio cristiano no tiene nada de «pasivo». Es un desafío constante, y su mayor enemigo es el aburguesamiento
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Benedicto XVI ha escogido, desde el comienzo de su pontificado, el camino de la humildad y de la sencillez, con toda probabilidad para mostrar que la coherencia cristiana es la coherencia del amor. Nada más lógico para su ministerio de Vicario de Cristo que ser testigo del amor. Para el Papa esto significa, por ejemplo, como hemos visto a raíz de la mala interpretación de sus palabras en Ratisbona, ofrecerse al diálogo, una y otra vez, con los representantes del Islam.
¿Pero qué significa dar testimonio para los cristianos «de a pie»? ¿De qué y cómo da testimonio el cristiano corriente?
1. Santa Teresa del Niño Jesús evoca en su autobiografía la emoción que experimentó, siendo niña, cuando su padre la llevó a visitar el Coliseo romano. En aquella arena muchos cristianos dieron su vida. En expresión de Tertuliano, la sangre de los mártires, precisamente por su fe o por vivir las consecuencias de su fe heroicamente, fue semilla de cristianos. El término «mártir» en griego no significa otra cosa sino «testigo». Como ya explicaron, entre otros, Orígenes, San Ambrosio y San Agustín, todo cristiano tiene una vocación a ser mártir, en el sentido de dar testimonio de su fe con su vida, en la paciencia y los sacrificios que cada día supone ser coherente en un mundo donde a veces no se quiere, o no se sabe, percibir la verdad. Hoy como siempre, de vez en cuando sigue sucediendo que el cristiano tenga que afrontar al menos ser declarado «socialmente muerto», si se niega a postrarse ante los ídolos de turno: la superficialidad, el poder, el dinero, el placer.
2. ¿De qué da testimonio el cristiano? De Cristo, es decir, de que el amor de Dios ha plantado su tienda para siempre en este mundo, y por eso es posible creer en el amor y vivir el amor. Esto es lo que enseña la encíclica de Benedicto XVI. Dios es amor y el testimonio cristiano es, principalmente, el testimonio del amor. Los cristianos aspiran a hacer de la humanidad la familia de Dios. En eso consiste toda la actividad de la Iglesia, que es esa familia de Dios ya en germen.
Ahora bien, el amor no es cualquier cosa. Entre las condiciones para la autenticidad del amor cristiano destacan dos: la competencia para servir efectivamente a los demás en el lugar y en el trabajo que a cada uno corresponde; la pureza de intención o gratuidad, es decir, la independencia de ideologías, visiones partidistas y estrategias mundanas: «El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos», dice la encíclica Deus caritas est.
3. ¿Cómo da testimonio el cristiano? Los cristianos dan testimonio del amor con su actuación: con el ejemplo de su conducta, con la palabra e incluso con su oportuno silencio en algunas ocasiones, pues dice el Papa que «Dios se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar», y también el silencio puede ser un lenguaje para testimoniar y transmitir la fe. La Iglesia, familia de Dios, debe dar testimonio de la caridad que no contradice la verdad, sino que la expresa plenamente. A la vez, el testimonio individual es insustituible, como lo demuestran tantos santos a lo largo de la historia.
En nuestra época lo testigos del amor cristiano (como Teresa de Calculta y François-Xavier van Thuan, Josemaría Escrivá y Dorothy Day, Juan Pablo II y Roger Schutz de Taizé) han mostrado que la verdad cristiana no se testifica a sí misma por su capacidad para vencer a un adversario, sino por su potencia para configurar y ofrecer el don de sí mismo, sin dejar «vencidos». Cristo venció en la Cruz y ningún testimonio cristiano merece ese nombre sin esa propiedad fundamental.
4. Ya se ve que el testimonio cristiano no tiene nada de «pasivo». Es un desafío constante, y su mayor enemigo es el aburguesamiento. Todo cristiano, como consecuencia de su unión con Cristo en la oración y en los sacramentos, debería estar atento a llenar, con su vida y sus palabras, el vacío de sentido que hay con frecuencia a su alrededor. También para responder a las objeciones que quizá puedan dirigirle acerca de algún aspecto del cristianismo que quizá él mismo no vive en plenitud. De esta manera profundizará o verificará su fe, al menos en la práctica de la caridad.
En conclusión, testimonio cristiano (en todas las edades y en todos los ámbitos: en los niños, jóvenes y mayores, en las familias y en las relaciones sociales) significa amor hasta el final. Si en palabras de Juan Pablo II, cada persona lleva su misterio y su dolor, el cristiano aparece ante el otro (incluso si se presenta como un «enemigo») como alguien por el que Cristo ha dado la vida. Testimonio significa, para un cristiano, coherencia, sencillez y alegría, y también valentía para oponerse a la mentira y a la injusticia, aunque se corra el riesgo de no ser bien interpretado. Sólo vale la pena vivir por aquello mismo que vale la pena morir: el amor. Y sólo el testimonio del amor es lo definitivamente creíble. Por eso el testimonio de los cristianos es semilla de inmortalidad.