La vida espiritual que propone la fe cristiana, se asienta sobre la prioridad de la fe en Cristo y la vida en Él
La Gaceta de los Negocios
En uno de sus encuentros con los jóvenes, en la semana santa de 2001, Juan Pablo II les invitaba a preguntarse: ¿Cómo vivo yo la fe cristiana? ¿Es para mí solamente un conjunto de creencias y devociones cerradas en la esfera privada, o es también una fuerza que pide traducirse en opciones que inciden en mi relación con los demás?
La vida espiritual que propone la fe cristiana, se asienta sobre la prioridad de la fe en Cristo y la vida en Él. Esta prioridad, se ha preguntado Benedicto XVI en Brasil, ¿no podría ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual? Y responde diciendo: primero, quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad. Segundo: a Dios se le conoce sobre todo en Cristo. Tercero: la fe en Cristo lleva consigo la preocupación por los demás, especialmente por los pobres y necesitados.
Y es que el cristianismo implica la coherencia y el testimonio personal en la vida social. Excluye la reducción de la fe, por comodidad o cobardía, a un sentimiento privado. En Marienfeld (Colonia) el Papa decía a los jóvenes que, para ser coherentes con la vida cristiana, no pueden vivir preocupados solamente por sí mismos, sino que deben abrirse a la belleza de ser útiles a los demás, aspirar a cosas grandes, comprometerse por un mundo mejor.
Ahora, en su discurso inaugural de la V Conferencia del CELAM, Benedicto XVI ha recordado que la política no es competencia inmediata de la Iglesia. Sólo porque no se identifica con los políticos ni con los intereses de partido, la Iglesia puede llevar a cabo su misión pastoral y educativa.
Imaginemos que alguien tradujese esas palabras del Papa de esta manera: Luego no hay que comprometerse con los pobres, para seguir siendo independientes y no perder la autoridad entre los amigos, los colegas, los hijos, etc. No hay que implicarse en las actividades sociales y culturales, porque conllevan esfuerzos incómodos. Ya se sabe que la política quema a los que se dedican a ella. Es suficiente con dar criterios y recordar valores
y que esas tareas las hagan otros.
Es claro que cuando Benedicto XVI dice que la política no es competencia inmediata de la Iglesia, se refiere a la Iglesia entendida como institución, representada por los Pastores (los obispos y sus colaboradores los presbíteros y los diáconos). Está hablando de la misión de la jerarquía de la Iglesia, que no es involucrarse en los partidos políticos, sino orientar, formar, educar, impulsar.
Pero los fieles laicos (que son Iglesia, pero no son la jerarquía eclesiástica) que se mueven en las profesiones, en las familias y en las empresas, tienen que comprometerse, como señala el Papa a continuación: Los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias. Lo contrario sería comodidad, retirada al ámbito privado, juego hecho al laicismo, y traición al cristianismo.
Ramiro Pellitero, profesor de Teología pastoral en la Universidad de Navarra