Uno de los principales intelectuales de Canadá recibe el premio Templeton
Aceprensa
Charles Taylor se ha dedicado a la filosofía política y social después de un largo y profundo estudio del pensamiento continental europeo y anglosajón. De hecho, su primera obra después de la tesis doctoral, "Hegel" (1975) todavía hoy está considerada como un análisis de referencia para estudiar al padre del idealismo alemán. Conoce la tradición de la filosofía analítica y ha dedicado algún trabajo a la figura de Wittgenstein. Una de las huellas imborrables de su formación, que se encuentra presente en algunas de sus obras, es la corriente hermenéutica que parte de Heidegger.
Una crítica constructiva
La obra de Taylor puede decirse que constituye una recapitulación de la filosofía de los tres últimos siglos, con el fin de aclarar la posición filosófica, moral y social del hombre contemporáneo. "Fuentes del yo: la construcción de la identidad moderna" ("Sources of the Self: The Making of the Modern Identity", 1989) marcó un antes y un después en su trayectoria intelectual. En efecto, en esta obra Taylor expone los puntos principales que desarrollará posteriormente, partiendo de la crítica a las consecuencias sociales del positivismo.
Para Taylor, el proyecto moderno ha disuelto y desdibujado la identidad de los sujetos, que a partir de entonces puede ser definida con independencia de sus puntos de vista morales. Esto ha llevado a frivolizar el fenómeno moral con una marcada tendencia al subjetivismo. Su traducción social ha sido el individualismo, con la consecuente desintegración de la cohesión entre ciudadanos.
¿Es irreversible este camino? Taylor cree ver en la filosofía contemporánea cierto cansancio del sujeto moderno, construido como una ficción, con una identidad arbitraria. Pero a su juicio, algunas propuestas, especialmente la de Rawls y la de Habermas, aún no consiguen consolidar ese giro hacia la intersubjetividad debido a sus propios fundamentos modernos y sobre todo porque son "ensayos de laboratorio", apartados de la problemática real de las sociedades.
Del yo a la comunidad
La identidad del individuo es un proceso social e histórico, con implicaciones morales. Taylor reivindica el papel del diálogo y de la comunidad en la formación del individuo y, al igual que otros comunitaristas, concibe la vida del hombre, enraizado en un mundo cultural determinante, como proyecto.
El ideal moral que cada individuo posee marca lo que será su futuro, su biografía. Sin embargo, como explica en "La Ética de la autenticidad" ("The Malaise of Modernity" en la edición canadiense de 1991, "The Ethics of Authenticity" en la edición estadounidense de 1992), no todas las opciones morales son igualmente valiosas, contra lo que pretende cierto relativismo. Es más, el horizonte vital de cada hombre se enmarca dentro de una norma lo que debería desear y no en los deseos y necesidades que, de hecho, siente. La ética de la autenticidad que Taylor propone exige al hombre ser fiel a sí mismo, a su propio ideal moral.
El reconocimiento de formas de vida moral superiores e inferiores no pone en riesgo la libertad de las personas, es más: la afirma. En este sentido, frente a sus críticos sobre todo, los liberales que han acusado a Taylor de dogmatismo, el pensador canadiense sostiene que las sociedades precisamente han de ser el escenario en el que disputen, en libertad, los diferentes ideales morales.
La alternativa hoy al atomismo social pasa por recuperar la comunidad familiar, en primer lugar. Taylor trata de decirle al hombre contemporáneo que no está solo, que lo que es se debe, sobre todo, a la educación recibida en el hogar, que constituye un punto en el que convergen tradiciones, hombres y culturas. Que su propia identidad es recibida.
Las diferencias culturales
En cuanto a su filosofía propiamente política, el comunitarismo de Taylor reviste algunos rasgos especiales, sobre todo porque su defensa de las peculiaridades culturales está relacionada con su papel de político activo, como miembro del Movimiento Nacional de Québec. De su planteamiento político se puede concluir que los lazos comunitarios son previos a los políticos, aunque ello no le lleve ni a demonizar el papel del Estado como el neoliberalismo ni, por supuesto, a encargarle tareas que corresponden a la sociedad civil. Es un convencido defensor del principio de subsidiariedad.
Si con el sistema democrático quedan asegurados los derechos de los ciudadanos, no es menos cierto que también ha de velarse por el respeto a la diferencia cultural de las comunidades. En este sentido, el volumen "Multiculturalismo y política del reconocimiento" ("Multiculturalism and The Politics of Recognition", 1992), obra colectiva de la que él es el editor y autor principal, intenta encontrar una solución conciliadora al problema de las democracias liberales: asegurar la igualdad, pero sin destruir la diversidad cultural.
El trasfondo de su propuesta es antropológico. Al ser los lazos culturales determinantes en la vida del individuo, es obvio que la igualdad no puede suponer un cercenamiento de su expresión. Ante ello, Taylor apuesta por el reconocimiento jurídico-político de las diferencias, aunque admitiendo los límites impuestos por los derechos humanos y los sistemas democráticos.
Una secularización no laicista
Taylor, que se declara católico, ha dedicado algunos ensayos a la religión. En sus "Variedades de la religión hoy" ("Varieties of Religion Today: William James Revisited", 2002) dialogó a través del tiempo con W. James. Taylor concibe la tradición católica en un adecuado equilibrio entre el individuo y la comunidad, frente a la concepción protestante, más subjetiva. Al mismo tiempo, junto a las nuevas expresiones religiosas, centradas en la sensación del propio yo al estilo New Age, Taylor saluda a los nuevos movimientos religiosos que acentúan los lazos comunitarios.
Con su agudeza y penetración, Taylor también se ha pronunciado sobre el papel que la religión ha de desempeñar en la esfera pública. Además de revisar la importancia de la religión en la vida de los individuos y comunidades, en "Imaginarios sociales modernos" ("Modern Social Imaginaries", 2004) reconoce el papel fundamental que pueden tener las creencias para la política. En este sentido, su próximo libro, "A Secular Age", constituye una réplica al pensamiento laicista.