La Iglesia celebró el pasado domingo 20 de mayo la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El Papa Benedicto XVI ha dedicado su Mensaje para esta Jornada a «Los niños y los medios de comunicación social» y a la importancia de la educación en esta relación.
Por su parte, los obispos de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social han hecho una relectura de ese mensaje para el contexto español, en el que destacan los desafíos de las «nuevas pantallas» (televisor, internet, videojuegos, móviles, etc.) y los riesgos que plantean, sobre todo a los más jóvenes.
Entre los materiales que la Comisión Episcopal ha ofrecido en el contexto de esta Jornada, se encuentra un trabajo de la doctora María Rosa Pinto, catedrática de Teoría de la Comunicación en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, titulado «Las nuevas pantallas y la familia: Televisión, videojuegos, móviles e Internet. Guía para padres y educadores».
En esta entrevista concedida a la agencia Veritas, Pinto habla de algunas conclusiones de este trabajo y de la responsabilidad que padres, escuela y medios de comunicación deben asumir en orden a una educación que permita a los niños acceder con libertad y criterio a las nuevas tecnologías.
¿Qué reflexión le merece el contraste que se da entre la violencia que muchos jóvenes protagonizan en el mundo real y la que se ofrece como «entretenimiento» a través de algunos medios?
Hay que educar a los niños para que sepan distinguir lo que aparece en los medios y lo que realmente ocurre, no siempre hay correspondencia. Lo que aparece en los medios de comunicación no es un reflejo de realidad, pero en los medios hay otros tiempos, otras formas de contar.
Hay violencia y tragedia en la vida diaria, pero no en la misma medida en la que aparecen en los medios de comunicación, donde la violencia se convierte en un espectáculo.
La violencia es tremendamente atractiva en los medios audiovisuales porque cumple con unas características que exige el medio: visual, dramático y dinámico; y estas características la tienen a la perfección los temas vinculados con la violencia.
En este orden de cosas, ¿en qué medida las nuevas tecnologías están difuminando «los límites entre realidad y ficción» y qué consecuencias tiene esto en el plano del conocimiento y en el afectivo-emocional?
Cuando no se establecen bien las fronteras entramos en lo que en comunicación llamamos «géneros híbridos». Por ejemplo, cada vez se introduce más el mundo del espectáculo en la información, de manera que surge una confusión entre lo que es información y el espectáculo. Entrar en el mundo del espectáculo es entrar en la ficción, y entonces, empezamos a confundir mundos, a confundir planos, y ahí corremos un riesgo.
Como educadores, y también como espectadores, es necesario dejar claros esos límites, y saber en qué momento estamos hablando de ficción y en qué momento estamos hablando de realidad, y cuándo nuestras relaciones pertenecen al ámbito interpersonal, que nada tienen que ver con una tecnología.
Aquí, en la Facultad, hicimos un trabajo que nos sorprendió, porque revelaba que los adolescentes, cuando llegan a sus casas, chateaban con sus propios compañeros de colegio o instituto, es decir, no con gente que está en otro país u otro tiempo horario, sino con los propios compañeros de instituto, con los que a lo mejor no han tenido ningún tiempo de conversación.
¿Existe entonces una dificultad para comunicarse si no hay una pantalla por medio?
Hablamos de la globalización pero tendemos a un mundo en el que cada vez estamos más aislados, de modo que podemos establecer comunicaciones y conexiones con cualquier lugar del mundo, pero al mismo tiempo, no sabemos nada de la gente que tenemos alrededor.
Pongo dos ejemplos cinematográficos: Crash y Babel hablan de cómo tenemos las posibilidades de un mundo muy desarrollado, en el que sin embargo la pobreza en las relaciones y la comunicación personal es tremenda; son películas muy distintas, de directores muy diferentes, pero que plantean el mismo problema: un mundo interconectado, en el que las personas están aisladas.
Pero no se trata de ser apocalípticos, de decir que los medios son perversos y no debemos utilizarlos. Los medios son lo que nosotros queramos que sean. La tecnología y los medios de comunicación pueden ser medios maravillosos, depende del empleo que hagamos de ellos. En sí mismos no son ni buenos ni malos.
No es cuestión de que los niños no vean la televisión, no tengan móvil o no conozcan internet. No, «tienen» que ver la televisión, porque es su mundo; estamos en un momento en el que los medios son importantísimos, pero con una educación y una formación. Tienen que ser responsables y ser críticos con los medios.
¿Cómo ayudar a los niños a equilibrar el uso de las «nuevas pantallas» (televisor, internet, videojuegos, teléfonos móviles, etc.) con otras obligaciones como el estudio, la familia o las relaciones interpersonales?
En este sentido, son fundamentales la familia y la escuela, no puede haber una dejación por parte de los padres. Si decimos a los niños que tiene que estudiar, que tiene que tener unas horas limitadas para ver televisión o para chatear, pero después, el niño no ve a los padres responder de la misma manera, será muy difícil convencerles.
No se puede decir a un niño «no veas la televisión» y después que sean los propios padres los que estén hasta altas horas de la noche viéndola. Los padres tienen que acompañar a los niños, sobre todo a los más pequeños, en el visionado de los programas. No se puede dejar al niño viendo tres horas de televisión él sólo, tienen que ser los padres los que acompañen, los que comenten, los que sugieran, los que pregunten
Los padres tienen que ser un ejemplo, y la limitación tiene que ser para todos los miembros de la familia. En este momento hay cifras que indican que hay un número muy importante de niños viendo la televisión a las 12 de la noche, no son horas para que los niños vean la televisión y no son programas para ellos.
Ni siquiera en los horarios protegidos de la tarde se cumple con la protección exigida; en estos horarios podemos encontrar en las distintas cadenas de televisión programas que tratan temas no dirigidos a los niños o promos de los programas de la cadena que no tendrían que estar en esas franjas horarias; por eso es muy importante que los padres acompañen y estén con los niños. Lo que no se puede decir es: «para que el niño me deje en paz le dejo dos horas, le pongo una película, o le dejo que esté con el ordenador». Tiene que haber por parte de las familias un ejemplo.
Por otra parte, y en cuanto a las nuevas tecnologías, los padres están bastante despistados, no saben muy bien qué hacen sus hijos cuando se ponen delante de la pantalla de un ordenador.
¿Por qué desaconseja en su «Guía para padres y educadores» que los niños tengan el televisor o el ordenador en su habitación? ¿Qué beneficios tiene ver la televisión en familia?
En los últimos años ha cambiado la manera de ver televisión, la televisión antes estaba en el centro de la casa, el mejor lugar, y en torno a ella se reunía la familia, para bien o para mal (es aconsejable que en los momentos de reunión familiar, como las comidas o las cenas, no esté la televisión; es un momento para compartir lo que acontece a lo largo del día y no para estar pendiente de la televisión).
Bien, hasta hace una década, la televisión ocupaba una de las habitaciones de la casa, y en torno a la televisión se reunían los miembros de la familia. Eso va desapareciendo porque se incrementa el número de televisores en los hogares, con una particularidad, que esos televisores empiezan a entrar en las habitaciones de los niños, también por el tema de los videojuegos.
Aquí es donde los padres pierden incluso el control de lo que están viendo sus hijos; allí la televisión distorsiona para estudiar, para leer, para hacer otros tipo de juegos, porque a lo que se está prestando atención es justamente a la pantalla. Como también sucede en el caso del ordenador, de internet, de los móviles donde la pantalla es de uso individual.
Cuando estamos en internet no está toda la familia o el grupo de amigos en torno a la pantalla, cada uno tiene una relación directa, única y exclusiva con el aparato, cambia por tanto el visionado. Los programas ya no se ven como hace años, todos juntos; cada uno elige ahora y hace su propia programación, y si la televisión está en el cuarto de los niños es todavía más difícil controlar qué están viendo o a qué están jugando. Por eso no es recomendable que tengan la televisión en su propio cuarto.
Por otra parte, los niños están cada vez más conectados a la pantalla, se está dejando de jugar físicamente, de aquí, problemas por ejemplo como los de la obesidad.
¿Se puede hablar en algunos casos de «adicción» a la TV o a las nuevas pantallas? ¿Cómo se supera?
Empiezan a haber estudios sobre el tema de las adicciones a las pantallas, pero eso entraría más en el campo de la psicología como otras adicciones. Pero según nuestros datos, los adolescentes podrían prescindir de la televisión, podrían prescindir con más dificultad de internet (sobre todo chats y juegos), pero en estos momentos, un altísimo porcentaje admite que no puede vivir sin móvil.
El móvil se ha convertido en algo absolutamente imprescindible para ellos y dicen «yo no podría vivir sin móvil». Esto indica una adicción a una tecnología. Por eso, también la lucha en los colegios para que los móviles no suenen en las clases, no estén mandándose continuamente mensajes, etc. Y esto ocurre también en la Universidad. No son capaces de aguardar, es la inmediatez, en el momento tienen que responder y estar pendientes de si reciben unos mensajes.
Para remediar esto, la educación tiene que venir de las edades más tempranas.
¿Cómo pueden la familia y la escuela compartir «sanamente» su protagonismo como «agentes de socialización» con los nuevos medios?
Tiene que haber un compromiso de los padres y la escuela, tiene que haber una acción conjunta. No puede ir por un lado la escuela, por otro los padres y por otro los medios. De los tres componentes, los que van a ganar siempre la partida son los medios de comunicación.
Los padres, la escuela y los medios tienen que hacer una tarea común a partir de cursos, jornadas, asociaciones, en los que intervengan todas las partes. Los padres y el colegio por sí sólos no pueden hacer nada. Además, los colegios trabajan al margen de los padres y los padres están delegando toda la responsabilidad en el colegio.
Es necesario hacer una parada, una reflexión para que familia, colegios y medios de comunicación se pongan de acuerdo en esta tarea.
En el caso de los medios no hay un interés especial, en este momento no se dedica tiempo al público infantil porque no es un público que dé problemas, porque también se les engancha con otro tipo de programas; hay programas con una tremenda audiencia infantil que no van dirigidos especialmente a los niños, pero que funcionan muy bien.
Al final el niño se siento sólo y va a lo que le resulta más atractivo, sea un videojuego violento o no, tenga una determinada calificación o no la tenga, porque en muchos los casos los padres compran aquello que le piden y no hay más preocupación. Por ejemplo, la industria de los videojuegos está ganando cantidades industriales, en parte porque los padres no disciernen a la hora de comprar.
Esta realidad sólo se puede cambiar con un compromiso conjunto, de padres, escuela y medios de comunicación.
¿Es posible cambiar el mal gusto en la programación?
Podemos presentar ejemplos de programas y videojuegos que tienen unas características que los hacen modélicos. Dominan los programas de televisión basura, porque desde el punto de vista económico son programas tremendamente rentables, son programas muy baratos, que con costes reducidos dan muchos beneficios a las cadenas. En el caso de los videojuegos, resultan de entrada muchos más atractivos.
Evidentemente, se pueden hacer otro tipo de programas. Hay ejemplos de buenos programas, Televisión Española emitió un programa infantil, «Poco Yó» dirigido a los niños de 3 a 5 años, de dibujos animados, que ha tenido mucho éxito (lo cual demuestra que la audiencia sabe valorar otros contenidos).
Los productores son padres jóvenes, españoles, que están en el mundo de la producción y la animación y crearon esos dibujos animados porque no encontraban ningún programa que les satisficiera para sus hijos. Esta serie ha sido premiada en la BBC y tiene como referencia valores dentro del humanismo cristiano, de una manera muy sencilla. Es el ejemplo de una serie divertida, atractiva, entretenida, que les encanta a los niños más pequeños y ha sido un éxito.
¿Por qué no se hacen más productos de este tipo? Porque hay que arriesgarse, hay que trabajar y es muchísimo más fácil poner unos dibujos animados japoneses incluso con escenas soeces o violentas que ni siquiera los productores japoneses difunden entre sus niños.
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