CIUDAD DEL VATICANO, 22 DIC 2006 (VIS).
Esta mañana, en la Sala Clementina, tuvo lugar el tradicional encuentro del Santo Padre con los cardenales, arzobispos y obispos y miembros de la Curia Romana para el intercambio de felicitaciones navideñas.
Al inicio de su discurso, el Papa afirmó que "el año que termina" nos deja "con la profunda huella de los horrores de la guerra cerca de Tierra Santa, así como del peligro de un enfrentamiento entre culturas y religiones, un peligro que amaza todavía en este momento histórico. El problema de las vías para la paz se ha convertido en un desafíos de primera importancia".
Recordando su visita pastoral a Polonia en mayo, Benedicto XVI dijo que "era un deber de gratitud por todo lo que Juan Pablo II me ha dado personalmente y sobre todo a la Iglesia y al mundo durante el cuarto de siglo de su servicio. Su dones más grandes fueron su fe inquebrantable y el radicalismo de su entrega. (...) No se ahorró nada, se dejó consumir hasta el final por la llama de la fe".
El matrimonio y la familia, continuó, fueron los temas del viaje a Valencia (España) en julio. En este sentido, recordó los testimonios que escuchó de familias que han atravesado momentos de crisis, pero que lograron superarla con gran esfuerzo, hasta volver a encontrar la felicidad. "Ante estas familias con sus hijos, ante estas familias en las que las generaciones se estrechan la mano y el futuro está presente, el problema de Europa, que aparentemente casi no quiere tener hijos, me ha penetrado en el alma".
"¿Por qué las cosas están así? Esta es la gran pregunta. Las respuestas -aseguró- son muy complejas. Antes que nada es necesario dar las gracias a tantos cónyuges que también hoy, en nuestra Europa, dicen sí al hijo y aceptan los esfuerzos que esto conlleva". A la necesidad de dedicarle parte de nuestro tiempo, continuó, se añade el problema de "qué normas hay que transmitirle para que siga el camino justo y en qué modo hacerlo respetando su libertad".
El Papa señaló que "el hombre de hoy se siente inseguro ante el futuro" y esto unido "a la voluntad de poseer toda la vida para sí es quizá la razón más profunda por la que el riesgo de tener hijos supone para muchos algo casi insostenible. (...) Si no aprendemos nuevamente los fundamentos de la vida -si no descubrimos otra vez la certeza de la fe- será cada vez menos posible confiar a los demás el don de la vida y la tarea de un futuro desconocido". Por otra parte, añadió está "el problema de las decisiones definitivas: ¿el hombre puede responder que sí para toda la vida? Sí. Ha sido creado para esto. Precisamente de esta manera se realiza la libertad del ser humano y así se crea también el ámbito sacro del matrimonio que se prolonga, llegando a ser familia y construye futuro".
"En este momento -subrayó- no puedo dejar de manifestar mi preocupación por las leyes sobre las parejas de hecho. (...) Cuando se crean nuevas formas jurídicas que relativizan el matrimonio, la renuncia al vínculo definitivo obtiene, por decir así, también un sello jurídico". Además, si se relativiza la diferencia de sexos, "se confirman de un modo tácito aquellas teorías funestas que quitan toda relevancia a la masculinidad y a la feminidad de la persona humana, como si se tratase de un hecho puramente biológico".
El Santo Padre afirmó que "en esto hay un desprecio de la corporeidad, de la que deriva que el hombre, queriendo emanciparse de su cuerpo -de la esfera "biológica"-, acaba por destruirse". Frente a quienes dicen que la Iglesia "no debería intervenir en estos asuntos, respondemos: ¿Es que quizá el hombre no nos interesa?". La Iglesia y los creyentes deben "elevar la voz para defender al ser humano, aquella criatura que, precisamente en la unidad inseparable de cuerpo y alma es imagen de Dios".
Refiriéndose posteriormente a su viaje apostólico a Baviera -Munich, Altötting, Regensburg, Freising-, Benedicto XVI puso de manifiesto que el viaje de septiembre pasado a su patria "tenía como principal intención resaltar el tema de "Dios", teniendo en cuenta que "el gran problema de Occidente es el olvido de Dios".
"Al tema de Dios -prosiguió el Papa-, están ligados dos temas que caracterizaron mi visita a Baviera: el sacerdocio y el diálogo", recordando que según el Antiguo Testamento, la tribu de Levi (los sacerdotes) no tenían tierras.
"El fundamento verdadero de la vida del sacerdote, (...) la tierra de su vida es Dios mismo. (...) Este carácter teocéntrico de la existencia sacerdotal es muy necesaria en nuestro mundo completamente funcional, donde todo se basa en servicios calculados y verificables. El sacerdote debe conocer a Dios desde dentro para llevarlo a la humanidad: es el servicio prioritario que ésta necesita".
Refiriéndose después al celibato, Benedicto XVI afirmó que "puede ser comprendido y vivido solamente con este fundamento", porque "las razones solamente pragmáticas, la referencia a una disponibilidad mayor no son suficientes" y se podría pensar que de ser así el celibato comporta "una forma de egoísmo que ahorra los sacrificios y fatigas que conlleva la aceptación y el soportarse mutuamente en el matrimonio".
"El fundamento verdadero del celibato se encierra en la frase "Dominus pars". Tu eres mi tierra. (...) No puede significar el permanecer privados de amor, sino el dejarse arrebatar por la pasión de Dios". El celibato "debe ser un testimonio de fe".
Benedicto XVI introdujo el tema del diálogo recordando su encuentro hace años con el filósofo Jürgen Habermas, que expresó al entonces cardenal Ratzinger la necesidad de encontrar "pensadores capaces de traducir las convicciones cifradas de la fe cristiana en el lenguaje del mundo secularizado para hacerlas más eficaces de forma nueva".
"De hecho -observó el Papa-, cada vez es más evidente la urgencia que tiene el mundo de un diálogo entre fe y razón", sobre todo cuando "la capacidad cognoscitiva del ser humano, su dominio sobre la materia gracias a la fuerza del pensamiento, ha conseguido progresos inimaginables" y "su poder, crecido gracias a la ciencia, se convierte en un peligro que amenaza a la persona y al mundo" .
"La ciencia debe acoger, de forma nueva, como un reto y una oportunidad la fe en el Dios, que es en persona la razón creadora del universo", subrayó el Santo Padre. "Recíprocamente, esta fe debe reconocer nuevamente su intrínseca vastedad y su carácter racional. La razón necesita al Logos que está al principio y es nuestra luz; la fe necesita el coloquio con la razón moderna para darse cuenta de su grandeza y cumplir con su responsabilidad".
Abordando a continuación la cuestión del diálogo entre las religiones, el Papa dijo que "la razón secularizada no es capaz de entablar un diálogo verdadero con las religiones", y advirtió que "si se cierra frente a la cuestión de Dios se acabará llegando al enfrentamiento de culturas". En este ámbito, Benedicto XVI reafirmó que "las religiones deben encontrarse en la tarea común de ponerse al servicio de la verdad y por tanto del ser humano".
Otro tema importante del discurso a la Curia fue la visita apostólica a Turquía, que "me ofreció la ocasión -recordó el Papa- de manifestar también públicamente mi respeto por la religión islámica". El Papa observó que en el diálogo con el Islam es necesario tener en cuenta que "el mundo musulmán se encuentra hoy ante una tarea similar a la impuesta a los cristianos a partir del Iluminismo y que el Concilio Vaticano II, como fruto de una fatigosa búsqueda, tradujo en soluciones concretas para la Iglesia Católica".
"Por una parte, se trata de contraponerse a la dictadura de la razón positivista que excluye a Dios de la vida de la comunidad y de la vida pública. (...) Por otra parte, es necesario acoger las conquistas verdaderas del Iluminismo, los derechos del ser humano y especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio. (...) El mundo islámico, con la propia tradición, se enfrenta con la gran tarea de encontrar las soluciones oportunas. El contenido del diálogo entre cristianos y musulmanes será sobre todo en este momento el de encontrarse en esta misión para dar con las soluciones justas".
Después, el Papa habló de su encuentro con el patriarca ecuménico Bartolomé I en Estambul. "Hemos experimentado la unidad profunda en la fe y pediremos al Señor todavía con más insistencia para que nos otorgue pronto la unidad plena en la fracción común del pan", dijo, y agregó: "Esperemos y recemos para que la libertad religiosa, que corresponde a la naturaleza íntima de la fe y está reconocida en los principios de la constitución turca, encuentre en las formas jurídicas adecuadas, así como en la vida cotidiana del patriarcado y de las otras comunidades cristianas, una realización práctica cada vez mayor".
Benedicto XVI dedicó los últimos párrafos de su discurso al tema de la paz. "Tenemos que aprender que la paz no puede alcanzarse solamente desde el exterior, (...) y que el intento de establecerla con la violencia, acarrea solo nueva violencia. (...) Tenemos que aprender que la paz sólo puede existir si el odio y el egoísmo se superan desde dentro. (...) En nuestra vida tenemos que llevar a cabo cuanto sucedió en el Bautismo sacramentalmente: la muerte del hombre viejo para que resurja el hombre nuevo. (...) ¡Que la razón de la paz venza a la sin razón de la violencia!".
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