Reme Falaguera,
Almudi.org
El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación;
y yo que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción….
Así empieza Canción de Navidad del cubano Silvio Rodriguez, ¿recuerdan?
Y continúa:
Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna…
Faltan pocos días para celebrar la Navidad y acabo de recordar que, entre fiestas escolares, villancicos, cenas y regalos, me he olvidado de felicitarles a todos ustedes. Es más, creo que no he tenido ni un solo minuto para pensar en lo que significan estas fiestas ni para “el que pide vida en los portales” como dice la canción.
Si me lo permiten y, ahora que dispongo de un poco de calma, quisiera compartir algo con ustedes. Desde hace años por estas fechas, suelo leer y comentar con mis hijos el relato del nacimiento del Niño Dios. A pesar de ello, nunca hasta hoy me había parado a reflexionar en cómo se sentiría una joven adolescente embarazada de nueve meses, acompañando a su marido a través del país en condiciones paupérrimas, en busca de los “papeles” exigidos para el censo. Especialmente, la desolación que les debió embargar cuando al llegar a su destino y no encontrar alojamiento se ven en la necesidad de instalarse, hambrientos y cansados, “en plan okupa” en un establo sucio y frío.
A simple vista, es una situación dura e incomoda que no gustaría a más de uno.
Si he de ser sincera, creo que, a pesar de saberse escogidos por Dios para el gran acontecimiento de la historia de la humanidad, el viaje de este joven matrimonio no deja de sobrellevar miles de sueños rotos, frío, hambre, cansancio, enfermedad, miedo por los peligros del camino y mucha soledad. Su situación es tan lamentable que sólo se me ocurre compararla al padecimiento del vagabundo que vive en la calle esperando una sopa caliente en el albergue o al temor de cientos de “sin papeles” que atraviesan el estrecho en decenas de pateras cada semana jugándose la vida en busca de una estrella.
Y me planteaba una serie de preguntas que tal vez nos deberíamos hacer, aunque asumo de antemano que pueden resultar algo incómodas y susceptibles para algunos lectores: ¿Cómo será la Navidad para el enfermo que pasa estos días en la soledad del hospital, para el padre en paro que se entristece por no poder comprar un regalo a sus hijos, para las familias que esperan sin respuesta que sus seres queridos vuelvan a casa… “Vuelve por Navidad” como nos muestra el conocido anuncio de turrón?
¿Cómo será para los ancianos que esperan en el salón de la residencia aquella visita que nunca llega o para la madre que ve la silla vacía y que nunca volverá a ocupar su hijo? O, sin ir muy lejos, ¿cómo será para los hispanoamericanos que durante meses han ahorrado con la esperanza de cruzar el charco para pasar las fiestas navideñas rodeadas de sus familias y por “causas ajenas” han visto su sueño truncado?
Pero hay una que me sobrecoge de manera especial por lo dolorosa y vergonzante que me resulta simplemente pensar en ella: ¿Cómo será la Navidad para los cientos de familiares de las victimas del terrorismo que viven con el alma rota por la ausencia del ser querido?
A pesar de que nos empeñemos en no querer ver ese “otro mundo”, el relato de la Primera Navidad nos habla por sí misma y nos pone sobre la mesa que el verdadero significado de las celebraciones de estos días es que esa noche de hace 2000 años, en ese establo frío y maloliente, “TRIUNFÓ EL AMOR”.
Y, si nos rendimos ante esta evidencia (personalmente les aconsejo que lo hagan), no estaría de más que en la carta que todavía no hemos echado en el buzón real, le pidiéramos a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente grandes dosis de humanidad para los 365 días del año 2007 y el deseo de hacer nuestras estas palabras: "Escucha bien, todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad. ¡Lo contaré como si me lo hubieras dado a mí personalmente!"
Pues bien, ahora sí estoy preparada para desearles “a todos”: FELIZ NAVIDAD Y UN 2007 LLENO DE PAZ Y ALEGRÍA.