Pablo Prieto (darfruto.com)
Almudi.org
Belleza, moralidad y feminidad guardan entre sí un difícil equilibrio, expresado durante siglos mediante el concepto de honestidad. En la época moderna, sin embargo, se encuentra profundamente deformado debido a dos factores: la sexualización de la moral y la cosificación de la belleza.
Con el vocablo honestas los latinos aludían, de modo genérico, a la belleza integral de la persona (?spiritualis pulchritudo?, ?amor decoris?), y que por eso mismo no p...
Pablo Prieto (darfruto.com)
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Belleza, moralidad y feminidad guardan entre sí un difícil equilibrio, expresado durante siglos mediante el concepto de honestidad. En la época moderna, sin embargo, se encuentra profundamente deformado debido a dos factores: la sexualización de la moral y la cosificación de la belleza.
Con el vocablo honestas los latinos aludían, de modo genérico, a la belleza integral de la persona (spiritualis pulchritudo, amor decoris), y que por eso mismo no puede traducirse adecuadamente con la palabra castellana honestidad. Ésta última ha perdido hoy los ricos matices que poseía en la pluma de un Cervantes, un Lope, un Calderón. Vaciada de su contenido estético genuino, la "honestidad" se ha reducido a dos estrechas acepciones, que además se enredan entre sí dando lugar a notables equívocos. La primera se debe al influjo del honesty inglés y equivale básicamente a honradez; y la segunda remite vagamente a esa periferia de la moral sexual donde también encontramos a la modestia, la decencia, el decoro o el pudor. Como es sabido estos vocablos se encuentran hoy recargados de connotaciones muy antipáticas, sobre todo para los jóvenes: puritanismo, convencionalismo, moralina, afectación, mojigatería, inhibición, sumisión, represión, etc. La revolución de mayo del 68 es el mejor ejemplo y el punto álgido de este rechazo. Para averiguar sus causas es menester remontarse a los albores de la Modernidad ilustrada, hace más de tres siglos. Se trata de un proceso en el que confluyen básicamente dos factores:
a) Por un lado la hipertrofia de la moral sexual, debida a la casuística en la enseñanza de esta materia, al puritanismo protestante y al dualismo antropológico de la filosofía moderna. Con ello la honestidad pierde su primitivo sentido estético para convertirse en sinónimo de castidad, e incluso de moral en general.
b) Paralelamente, el esteticismo decimonónico fue consolidando un concepto rígido y estrecho de belleza, cosificándola en el objeto artístico y apartándola de la vida cotidiana.
Uno y otro fenómeno, la sexualización de la honestidad y la cosificación de la belleza, son correlativos y hay que entenderlos en mutua dependencia. El principal perjuicio de tal empobrecimiento cultural recae indudablemente sobre al mujer ya que, como hemos dicho, se encuentra en el centro mismo de la "honestas" o belleza integral. El eclipse de la honestidad, en efecto, ha dado lugar al planteamiento masculinizante y utilitarista que hoy observamos en la ética profesional (negocios, economía, medicina, etc.), que se distingue por desdeñar los valores propios de la mujer y su aportación peculiar. El oscurecimiento de lo femenino, a su vez, aumenta el pragmatismo en las relaciones humanas, dificultando la comunicación en la vida ordinaria y su vivencia estética.