José Manuel Mora Fandos
Almudi.org
"Il presepe? A me piace e si farà". El Presidente del Parlamento italiano, Fausto Bertinotti, ex-lider de Rifondazione Comunista, ha contestado así a quienes le preguntaban si iba a dejar que se siguiera haciendo un Belén en el palacio de Montecitorio, la sede del Parlamento:
"¿Por qué no se tendría que poner un Belén?", ha dicho. "Es un asunto de prestigio y de integración (...) Creo que es un buen modo de respetar la Navidad -explica- y no sólo es un modo...
José Manuel Mora Fandos
Almudi.org
"Il presepe? A me piace e si farà". El Presidente del Parlamento italiano, Fausto Bertinotti, ex-lider de Rifondazione Comunista, ha contestado así a quienes le preguntaban si iba a dejar que se siguiera haciendo un Belén en el palacio de Montecitorio, la sede del Parlamento:
"¿Por qué no se tendría que poner un Belén?", ha dicho. "Es un asunto de prestigio y de integración (...) Creo que es un buen modo de respetar la Navidad -explica- y no sólo es un modo respetuoso con los creyentes, porque además de expresar un momento religioso, expresa también un momento de la vida de nuestro país".
El Vice-Primer Ministro y ministro de Bienes Culturales, Francesco Rutelli, que milita en la variopinta coalición de gobierno (unidos sólo por el común anti-berlusconismo), dice por su parte: "El Belén no puede ser presentado como fruto de una manera de pensar clerical: hacer eso sería una banalización absurda". Y ha argumentado diciendo que "la dramatización del Nacimiento tiene un aspecto histórico y cultural", y que "una sociedad que pierde estos valores, pensando que sólo sean cuentos ideológicos es una sociedad que se empobrece".
Esto es lo primero que me ha venido en mente cuando he recibido un email de Maty, reenviándome al interesante blog de Juan Pedro Quiñonero, para animarme a leer y comentar la anotación Navidad y Reyes Magos, amenazados por la corrección política.
Vivir y trabajar en Roma tiene, entre otras, estas ventajas: ver que no pocos políticos dicen de ordinario lo que piensan, y actúan en consecuencia con su conciencia. Por supuesto que cuenta "el qué dirán" entre los políticos. Pero eso sucede de un modo bastante más elegante y digno (al menos en apariencia) que en otras penínsulas mediterráneas.
También en Italia hay una cadena de almacenes que considera poco productivo incluir el Belén entre sus adornos y productos en venta. Y prefiere los nórdicos (y en apariencia) más acordes con "el laicismo rampante [drae: trepador, ambicioso sin escrúpulos]" que les parece más productivo en términos económicos. Aunque quizá no les termine de salir del todo bien la jugada, porque dos partidos políticos de la oposición, Alleanza nazionale y Forza Italia, se han comprometido en responderles lanzando un boicot comercial, mientras que otro partido, Udc, habla del asunto diciendo que se trata de "una vergonzosa colonización que pretende erradicar la identidad cristiana".
¿Se han vuelto locos los italianos, y en concreto los políticos italianos? No parece: por el momento, casi todos siguen diciendo y haciendo casi todo lo que quieren. Que no es poco. O hacen lo que ven que quieren los ciudadanos italianos. A pesar de que sobre ellos cae la misma cascada de laicismo barato y facilón que parece caer por doquier en Occidente, donde la democracia se hace populista y resulta más bien podrida y maloliente, a pesar de bañarse en los perfumes (caros) tipo Chanel -¿o será Dolce & Gabana?- del relativismo (barato).
Y eso sin pensar en ninguna conspiración de los negociantes de petróleos y demás commodities, a quienes el cristianismo y su estilo de vida -¿por qué será?- les resulta intolerable. No rendirse ante tanta evidencia sería tomarse uno mismo por imbécil, una de las últimas cosas que estamos dispuestos a hacer quienes queremos pensar que tenemos, al menos, un par de dedos de frente.
En Italia, a diferencia de lo leído que sucede en la península más a occidente, el Vice-Primer Ministro declara públicamente que los Belenes en los lugares públicos son un valor que hay que mantener y que "una sociedad que pierde estos valores, pensando que sólo sean cuentos ideológicos es una sociedad que se empobrece". Y son muy pocas las voces que le contradicen, aunque las haya.
El caso es que ese empobrecimiento social es precisamente lo que aquí en Italia quieren evitar a toda costa -y prácticamente todos los políticos, con muy contadas excepciones-, huyendo del "zapaterismo" (y de sus epígonos de uno y otro confín político hispano), como de la misma peste.
No está mal el proceder de los políticos italianos en el gobierno de centro-izquierda como ejemplo de sentido común. Aunque sólo sea por civismo y por respeto (al menos en este asunto) a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Aquí aún no es imprescindible estar en minoría numérica y tener dinero e influencias para protestar y entonces ser respetado por políticos y otras gentes de la farándula mediática, por aquello de dejarse ver públicamente como "tolerantes" (aunque a fin de cuentas sigan siendo intolerantes, eso sí, cubiertos por el velo de lo "políticamente correcto").