VARSOVIA, miércoles, 18 octubre 2006 (ZENIT.org).- Intervención de la Santa Sede ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.
La Santa Sede ha tomado la palabra ante la comunidad internacional para aclarar que el relativismo, según el cual no hay verdades definitivas, no puede convertirse en el fundamento filosófico de la democracia.
Así lo explicó monseñor Anthony Frontiero, oficial del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, al intervenir en la reunión anual sobre derechos humanos de los Estados participantes en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, celebrada en Varsovia del 2 al 13 de octubre.
En la noble promoción de la democracia, aclaró, «es decisivo resistir a la tendencia de reivindicar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud básica que corresponde a las formas democráticas de la vida política».
El agnosticismo considera que no es posible conocer la existencia de Dios (de manera que aunque existiera sería irrelevante), el relativismo considera que todas las opiniones son relativas, pues no es posible conocer la verdad definitiva.
«A veces --denunció el representante vaticano--, los convencidos de conocer la verdad y adherir a ella son considerados como gente poco de fiar desde un punto de vista democrático, pues no aceptan que la verdad esté necesariamente determinada por la mayoría, o que esté sometida a cambios según las diferentes tendencias políticas».
La Santa Sede reiteró que «si no hay una verdad última que guíe la actividad política, entonces las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente manipuladas por razones de poder».
«Como demuestra la historia --concluyó--, una democracia sin valores puede convertirse fácilmente en un totalitarismo abierto o encubierto».