Recomienda a los miembros de la Comisión Teológica Internacional contemplación
CIUDAD
DEL VATICANO, viernes, 6 octubre 2006 (ZENIT.org).- El teólogo se
prostituye cuando, en vez de buscar la verdad, persigue los aplausos de
la «dictadura de las opiniones comunes», explicó Benedicto XVI este
viernes a los miembros de la Comisión Teológica Internacional.
El
Papa presidió la eucaristía en la Capilla «Redemptoris Mater» del
Palacio Apostólico Vaticano, junto a los teólogos y teólogas --eran...
Recomienda a los miembros de la Comisión Teológica Internacional contemplación
CIUDAD
DEL VATICANO, viernes, 6 octubre 2006 (ZENIT.org).- El teólogo se
prostituye cuando, en vez de buscar la verdad, persigue los aplausos de
la «dictadura de las opiniones comunes», explicó Benedicto XVI este
viernes a los miembros de la Comisión Teológica Internacional.
El
Papa presidió la eucaristía en la Capilla «Redemptoris Mater» del
Palacio Apostólico Vaticano, junto a los teólogos y teólogas --eran
menos de treinta, flor y nata de la teología católica--, y les dirigió
una espontánea homilía de comentario a las lecturas litúrgicas de ese
día.
«Hablar
para encontrar los aplausos, hablar orientándose a lo que quieren
escuchar los hombres, hablar obedeciendo a la dictadura de las
opiniones comunes, es considerado como una especie de prostitución de
la palabra y del alma», dijo citando el primer capítulo de la primera
carta de San Pedro (versículo 22).
El
teólogo necesita una forma de «castidad», afirmó, que implica «no
someterse a estos estándares, no buscar los aplausos, sino buscar la
obediencia a la verdad».
«Y
creo que ésta es la virtud fundamental del teólogo --reconoció el Papa
teólogo--, esta disciplina incluso dura de la obediencia a la verdad,
que nos hace colaboradores de la verdad, boca de la verdad, para que no
hablemos nosotros en este río de palabras de hoy, sino que realmente
seamos purificados y castos por la obediencia a la verdad, que la
verdad hable en nosotros».
El
cardenal Joseph Ratzinger, quien fue durante muchos años presidente de
la Comisión Teológica Internacioal, había escrito en su escudo
arzobispal y cardenalicio el lema «Cooperatores Veritatis»
(«Colaboradores de la Verdad»). Permanece como su aspiración y programa
personal, aunque no aparece en el escudo papal, según la tradición de
los escudos pontificios de los últimos siglos.
Recordando
una expresión de uno de los teólogos más grandes de todos los tiempos,
san Tommaso d'Aquino (1221-1274) explicó que «en la teología, Dios no
es el objeto del que hablamos. Esta es nuestra concepción normal. En
realidad, Dios no es el objeto; Dios es el sujeto de la teología».
«Quien
habla en la teología debería ser el mismo Dios. Y nuestro hablar y
pensar sólo debería servir para que pueda ser escuchado, para que pueda
encontrar espacio en el mundo la Palabra de Dios».
Para
que los teólogos puedan alcanzar esta especie de purificación, el Papa
les recomendó «silencio y contemplación», que «sirven para conservar,
en la dispersión de la vida cotidiana, una permanente unión con Dios».
«Este es el objetivo: que en nuestra alma esté siempre presente la unión con Dios y transforme todo nuestro ser».
Silencio
y contemplación, añadió, «sirven para poder encontrar en la dispersión
de cada día esta profunda, continua, unión con Dios».
Ahora
bien, reconoció, «la bella vocación del teólogo es hablar. Esta es su
misión: en la locuacidad de nuestro tiempo, y de otros tiempos, en la
inflación de las palabras, hacer presentes las palabras esenciales».
«En las palabras hacer presente la Palabra, la Palabra que procede de Dios, la Palabra que es Dios», concluyó.