MADRID, martes, 3 octubre 2006 (ZENIT.org).- Consciente de que los jóvenes buscan «modelos de identificación», el profesor Gerardo Castillo –del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra (http://www.unav.es/)- les propone los testimonios de primera mano de «casados, famosos y felices».
Se reúnen en su nuevo libro, de la «Editorial Amat» (http://www.amateditorial.com/), bajo ese título: «Confidencias de casados, famosos y felices – Claves para crecer como matrimonio».
El objetivo que persigue con esta publicación el profesor de la Universidad de Navarra es «infundir optimismo en los jóvenes» frente al matrimonio. Existen muchas estadísticas de rupturas matrimoniales, pero «se echa en falta conocer y difundir también datos e historias de éxito conyugal», reconoce.
Empresa, navegación y exploración geográfica, tauromaquia, filosofía y literatura, política, canto, deporte, periodismo, medicina, moda, educación y solidaridad: son los campos a los que pertenecen los 29 conocidos profesionales que aceptaron brindar su testimonio de vida matrimonial si ello puede ayudar a otros.
Doctor en Pedagogía, el profesor Castillo ha publicado otros 24 libros sobre educación, amistad, amor, matrimonio y familia.
En el marco de la presentación –celebrada en Madrid el lunes- de su último título, conversó con Zenit.
--Se presenta usted como un hombre casado, feliz y no famoso, tiene seis hijas y siete nietas; es profesor universitario, en contacto constante con estudiantes. Si pudiera darles un consejo personal, ¿qué diría a los jóvenes que tienen miedo a casarse?
--Profesor Castillo: Les diría que cuando las cosas se hacen bien, el miedo desaparece, porque el miedo suele ir ligado a la falta de información. Que el noviazgo es un tiempo de formación: qué es el matrimonio, qué supone, qué responsabilidades conlleva, qué es luego la relación de vida conyugal, cómo aprender a convivir... Para eso hay libros, y en este libro se habla muchísimo de ello. Y les diría también que apuesten por el verdadero amor: primero, que se enteren de qué es el verdadero amor, distinguiéndolo del falso amor, y luego apostar por él, porque cuando se apuesta hay más posibilidades de que sea un amor ganador, y no un amor perdedor.
--¿El miedo al compromiso es también un factor que influye en el rechazo a tener hijos?
--Profesor Castillo: Por supuesto. Hoy se está perdiendo el sentido del compromiso, no sólo en el amor, sino en todos los aspectos de la vida. Cada vez hay más gente que dice: a mí no me compliques la vida, a mí no me apuntes a nada: es el fenómeno del «pasotismo». Es una falta de responsabilidad; la libertad sin compromiso es una libertad inmadura; el amor sin compromiso es un amor inmaduro. Es el compromiso lo que le da madurez a la libertad y al amor. El pasota no es un rebelde, como a veces se ha dicho; es un conformista. Y hay mucho conformismo en el amor. Por eso yo aliento a los jóvenes y a los menos jóvenes a que sean inconformistas en el amor. Que no se conformen con el amor que se reduce a sexo, que se reduce a pasión, sino que aspiren a que esa pasión y ese sexo estén integrados en un encuentro interpersonal dentro de un amor de entrega total, de un amor comprometido que es el matrimonio.
--Aunque no hay recetas únicas, ¿podría sintetizar qué es lo fundamental para que el matrimonio «funcione», claves que sean comunes para personas que no son ni serán famosas?
--Profesor Castillo: Para que el matrimonio funcione lo fundamental es el compromiso, es decir, el pacto conyugal entre él y ella, el libre consentimiento, es decir, «te querré siempre». Porque ese compromiso de amor fiel y para siempre hace que se salga ya con ventaja en el amor; en cambio la duda, el amor provisional, es amor perdedor que hace más difícil que las cosas resulten bien.
--¿Cuáles son las circunstancias externas a las que cree que los cónyuges deben prestar más atención para evitar que su matrimonio peligre?
--Profesor Castillo: Las situaciones externas pueden ser ciertos programas de televisión, me refiero a los programas «basura»; ciertos libros -también libros «basura»- sobre el tema, que presentan el amor y el matrimonio de forma degradada; ciertos malos ambientes, quizá de costumbres que no son presentables. Creo que hay que elegir bien las amistades, los libros, los programas de televisión, los ambientes, porque todo eso nos influye, querámoslo o no. De hecho, quienes están bien casados suelen decir: «Es que yo conocí a mi esposa en un buen lugar, en un buen ambiente; era una escuela con valores; éramos vecinas dos familias con valores, con ideas claras». Creo que hay que ser prudente. Uno de los personajes [del libro], Lorenzo Servitje [el fundador de la empresa BIMBO], decía: «En el matrimonio hay que procurar no distraerse con cosas ajenas al matrimonio». «Distraerse» entre comillas, por ejemplo, con otras personas que pueden realmente ser un factor de infidelidad. Hoy hay muchos casos de infidelidad que empiezan de forma pequeña, pero la infidelidad puede ir creciendo a base de familiaridades, o de confidencias. Hay que ser muy prudente, porque si no luego es difícil parar ese error.
--¿Qué papel le parece que juega la fe, cristiana en concreto, en el éxito de un matrimonio?
--Profesor Castillo: Como dice otro de los personajes del libro, Alfonso del Corral, cuando el matrimonio, además de ser realidad natural –o contrato natural, que ya como tal, antes de ser Sacramento, es de uno con una para siempre, abiertos a los hijos, una realidad indisoluble, para todo el mundo-, le unen los creyentes el matrimonio como realidad sobrenatural –el Sacramento del matrimonio, instituido por Jesucristo, quien lo eleva de realidad natural a realidad sobrenatural-, ya no son dos (él y ella), sino tres: ahí está Dios. Y cuando Dios está presente en ese matrimonio, se juega con mucha ventaja. Se recibe la Gracia del matrimonio, y ayuda a vencer las dificultades diarias. Uno de los elementos es la caridad sobrenatural; ésta ayuda mucho a relacionarse, a comprenderse, a convivir.
--¿Qué sugeriría a un matrimonio que está en crisis?
--Profesor Castillo: Le diría que no tome la crisis en sentido literal o en sentido absoluto. Muchas veces las crisis son sólo crisis de crecimiento, crisis de edad. Con los años, hay replanteamientos, hay dudas, y es una ocasión de volver a empezar. Esa crisis da una pausa para retomar lo que se ha hecho, para intercambiar experiencias y para empezar una nueva etapa en la vida conyugal. Las crisis pueden tener y deben tener una lectura positiva, por ejemplo: «¿Qué hemos aprendido del pasado para no incurrir en los mismos errores? ¿Qué nuevas oportunidades nos dan las nuevas etapas de la vida conyugal?». Siempre existe una lectura positiva; aprovechar la experiencia del pasado para plantear nuevas metas en la vida conyugal. Las crisis no hay que tomarlas necesariamente como situación patológica; las crisis representan esfuerzo para superarse en un momento dado en el que parece que las cosas van mal.
Cómo arruinamos a nuestros hijos. Esteban González
El Confidencial.com (26-IX-2006)
Fracaso escolar, abuso en las aulas, comportamientos incívicos. Son historias de las que oímos hablar con cierta frecuencia. Los medios nos cuentan que a los jóvenes les gusta beber en la calle, que detienen trenes sólo para hacer pintadas, que son dados al vandalismo o que realizan actos de delincuencia organizada. Pero además de cuestionarnos si la alarma social se corresponde íntegramente con la realidad o es a menudo amplificada, quizá deberíamos preguntarnos si el problema no reside en que nuestra sociedad promueve actitudes que terminan dificultando la educación de las próximas generaciones adultas. Quizá no estemos enviando los mensajes adecuados, quizá haya algo en lo que estemos fallando.
Algunos de los factores erróneos, partirían, para María Rosa Buxarrais, profesora de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, de un olvido en los planes educacionales, ya que “hay una ausencia constatada de formación ética de los estudiantes. Se les forma poco como personas, como futuros ciudadanos/as que van a ejercer una tarea profesional en ámbitos relacionados con seres humanos.” En consecuencia, se habría apostado demasiado por ofrecer un cuerpo de conocimientos extenso y muy poco por intentar conseguir que el estudiante adquiera capacidades éticas.
También lo cree así Enrique Gervilla, Catedrático de Teoría de la Educación de la Universidad de Granda, para quien “se aprecia un acentuado marco profesional y las materias encaminadas a la formación son mínimas. En el nuevo sistema europeo esperamos que tal situación cambie y se preste más atención a las tres dimensiones de la educación, ser, saber y saber hacer”.
Según Concepción Naval, Vicerrectora de Educación Académica de la Universidad de Navarra, y coeditora de Educación y ciudadanía en una sociedad democrática (Ed. Encuentro), “desde la educación contemporánea se ha puesto mucho –excesivamente- el acento en el fomento de la autonomía personal, en la suscitación del sentido crítico, lo cual es una necesidad educativa, pero ha habido un abuso que ha distorsionado el horizonte vital. Se han distanciado en exceso las actuaciones individuales de su repercusión en la vida del conjunto, perdiéndose conciencia de que toda decisión personal tiene implicaciones sociales y políticas”. El punto de llegada de esa excesiva insistencia sería una sociedad “que conduce a formar personas extremadamente individualistas, autosuficientes, y en su extremo egocéntricas”.
Claro que esas posturas quizá sean consecuencia de un entorno que privilegia lo material, que tiende a la distancia cínica y a la desconfianza respecto de todo lo que no sea práctico. Según María Rosa Buxarrais, “en una sociedad tan consumista como la nuestra prevalece la riqueza material sobre la espiritual, sobre la formación de la persona a nivel ético, y las generaciones jóvenes terminan contagiándose de valores como el consumismo, el individualismo, la competitividad, etc, de las generaciones adultas, porque éstas se olvidan de transmitir otros valores como el respeto, la solidaridad o la tolerancia.”. Para Buxarrais, no tenemos demasiado presente que “los adultos nos convertimos en modelos a imitar por nuestras generaciones jóvenes”.
Habría un tercer factor, directamente relacionado con el relativismo, asegura Concepción Naval, y que conllevaría numerosas consecuencias sobre los modos de vida, ya que promovería “un escaso sentido de compromiso y una ausencia del pensamiento a largo plazo. Vivimos en el corto plazo y eso afecta muy directamente al carácter de las personas, al modo en que nos relacionamos unos con otros”. Además, esa tendencia, que generaría “autosufuciciencia y superficialidad” tendría que ver con “la disolución de la noción de verdad sepultada por la búsqueda del consenso social. Se olvida que para que haya auténtico diálogo es necesario que haya opiniones formadas y razonadas, auténticas convicciones”.
Pero hay quien busca una clave de interpretación más amplia. Para Alfredo Rodríguez Sedano, profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra, el problema sería más grave que una simple serie de factores aislados, ya que habría una causa en la que se subsumirían las demás. No se trataría de curar un catarro sino de una enfermedad más preocupante, la ruptura de la estructura familiar. “El objetivo de la familia siempre ha sido es y será buscar la normalidad afectiva, que es el requisito clave para el desarrollo de la personalidad y de las facultades de cada persona, de su voluntad, sentimientos y emociones. O hay normalidad afectiva o no se sale adelante. Y como la familia, que es lo que la aseguraba, se está rompiendo...”
Posibles soluciones
Los problemas quedan, pues, identificados para los expertos. ¿También las soluciones? ¿Saben qué se debe hacer? ¿Hay una serie de medidas que podrían tomarse? Sí, si se trata de su formulación genérica. Para Rodríguez Sedano, ya que la clave es el ámbito familiar, “no podemos considerar al ámbito educativo, y menos aún al Estado, como sustituto de la familia. El protagonismo que se ha dado al Estado es erróneo. Hay demasiados modelos educativos pero lo que importa es que la familia, - esa realidad que es una madre y padre- funcione”.
En opinión de Rosa María Buxarrais, uno de los principales remedios estaría en el restablecimiento de cierta autoridad: “es necesario poner límites a hijos y alumnos para que estos sepan qué hacer y qué esperar de la vida. Los límites son una muestra de la preocupación que tanto educadores como padres debemos explicitar a nuestros alumnos e hijos”.
Coincide Enrique Gervilla, pero insistiendo en un aspecto que a veces pasa inadvertido, que la autoridad proviene de cómo es percibido quien la ejerce: “Del autoritarismo hemos pasado a la ausencia casi total de autoridad. Ésta, sin embargo es imprescindible, no tanto como disciplina, cuanto como prestigio. Nuestra educación está falta de verdaderos maestros, de modelos de vida”.
Para Concepción Naval, la educación, para que sea efectiva, debe cumplir tres objetivos. En primer lugar, debe promover que las personas que sigan esa educación tengan, como consecuencia de ésta, “una forma de vida valiosa y deseable por sí misma, y no porque sea útil para otra cosa. La preocupación por el valor intrínseco de la educación es una medida certera contra ciertas tendencias actuales que llevan a ver en la tarea educativa una preparación para satisfacer demandas circunstanciales, pragmáticas, economicistas”. Además, debe promover que las personas no sólo adquieran habilidades operativas, sino que “comprendan los principios por los que actúan; que sean capaces de pensar”. Y, por último, “su conocimiento y comprensión no deben ser inertes: esto es, deben afectar a su visión del mundo y su sentido de la vida, potenciando activamente su actividad ordinaria”.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |