Con 162 minutos de
silenciosa quietud, la película-documental de Philip Gröning esta
cautivando al público alemán e italiano, superando en taquilla a los
Potters.
Sara Martín
LA RAZÓN - 5/4/2006
La
contemplación parece ganar a la acción
En una época en la que cinco minutos de silencio son un lujo, la película-documental
de Philip Gröning puede convertirse en un auténtico shock para el
públic...
Con 162 minutos de
silenciosa quietud, la película-documental de Philip Gröning esta
cautivando al público alemán e italiano, superando en taquilla a los
Potters.
Sara Martín
LA RAZÓN - 5/4/2006
La
contemplación parece ganar a la acción
En una época en la que cinco minutos de silencio son un lujo, la película-documental
de Philip Gröning puede convertirse en un auténtico shock para el
público abonado al café y a la agenda repleta. Y es que «El gran
silencio» es eso: un prolongado silencio, 162 minutos de pura quietud.
Ambientada en el monasterio cartujo de Grenoble, en Francia, relata
con imágenes –que no con conversaciones– la vida cotidiana de los
monjes: la oración litúrgica, la meditación, el trabajo, los cantos
gregorianos, los paseos por la naturaleza, la vida en comunidad... Todo
ello envuelto en un silencio pacífico, entre las campanas del monasterio,
la música sacra que recitan, las hojas de los árboles que caen y el
viento que sopla. Y muy poco más. Porque si los cartujos se distinguen
por algo es precisamente por pasar todo el día en silencio, en constante
oración.
Alguien podría pensar que esta película-documental estaba condenada
a pasar desapercibida ante el gran público, aparentemente ansioso de
thrillers de acción y suspense, y poco interesado en un film que rebosa
paz y tranquilidad por los cuatro costados. Pero no ha sido así. En
Alemania, «El gran silencio» ha sido un auténtico éxito de taquilla,
que ha superado con creces a Harry Poter en la media de público por
proyección. La que parecía que iba a ser la película de la década
ha sido desbancada por una comunidad de monjes orantes. La contemplación
ha ganado a la magia de Rowling.
Un largo proceso. Cuando Philip Gröning comenzó a idear la película
corría el año 1984. Habló con la orden monástica sobre la posibilidad
de grabar el film ese mismo año. ¿La respuesta? Era demasiado pronto:
«Dentro de diez o quince años, quizá». Está claro que el tiempo
en un claustro no se mide igual que en una oficina. Finalmente, en 1999,
el momento había llegado. El director recibió una llamada del monasterio
del «Gran Charteuse» de Grenoble, en los alpes franceses, el referente
de todas las cartujas del mundo. Los preparativos previos a la grabación
le llevaron a Gröning dos años. El rodaje, seis meses. Él solo ha
grabado, producido y montado la película. Para ello, no ha querido
usar luz artificial, ni música de fondo añadida, ni ningún elemento
decorativo que no estuviera ya en el monasterio. Sólo quería grabar
la realidad, y por eso vivió medio año con los cartujos.
En 2005, Gröning presentó la película en el Festival de Venecia,
en la sección dedicada al lenguaje experimental («Horizontes»). Y
después vino el éxito. Primero, en su tierra natal, Alemania. Ahora,
en Italia, donde crítica y público también han acogido «El gran
silencio» favorablemente. Será porque la vida de una de las órdenes
monásticas más austeras y desconocidas del mundo ha salido a la luz
a través de una película donde el factor tiempo es sólo una circunstancia
secundaria y el silencio se convierte en una actitud vital.