El Diario Vasco, (10-V-2006)
A finales de abril
se admitía a trámite en el Congreso de Diputados de España una Proposición
no de Ley, por la que se instaba a la adhesión al Proyecto Gran Simio,
presentado por la organización internacional del mismo nombre. Por
mucho que la ministra Cristina Narbona haya salido a la palestra diciendo
que no hay motivo para alarmarse, ya que tan solo se trataría de una
iniciativa en favor de la preservación de unas especies en peligro
de extinción, ...
El Diario Vasco, (10-V-2006)
A finales de abril
se admitía a trámite en el Congreso de Diputados de España una Proposición
no de Ley, por la que se instaba a la adhesión al Proyecto Gran Simio,
presentado por la organización internacional del mismo nombre. Por
mucho que la ministra Cristina Narbona haya salido a la palestra diciendo
que no hay motivo para alarmarse, ya que tan solo se trataría de una
iniciativa en favor de la preservación de unas especies en peligro
de extinción, muy a pesar de ella, ocurre que existe la posibilidad
de conocer directamente los contenidos y propuestas del Proyecto Internacional
Gran Simio, al que el gobierno Zapatero quiere que nos adhiramos. Una
vez más, parece que vamos a ser pioneros en sumarnos a una iniciativa
que inaugura en España una campaña internacional.
En la web oficial Proyecto
Gran Simio se nos ofrece unas imágenes de cuatro simios y un hombre,
y entre ellas se coloca el signo matemático de igualdad. Mono = hombre.
Los contenidos de la página son claros y diáfanos: «El objetivo es
borrar la idea de la especie». «La idea es radical pero sencilla:
incluir a los antropoides no humanos en una comunidad de iguales, al
otorgarles la protección moral y legal de la que, actualmente solo
gozan los seres humanos trabajar por la supresión de la categoría
de propiedad que ahora tienen los antropoides no humanos y por la inclusión
inmediata en la categoría de personas». «Nuestro objetivo a largo
plazo es conseguir una Declaración de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Grandes Simios Antropoides». «Compartimos el 98,4%
de los genes con los chimpancés, el 97,7% con los gorilas y el 96,4%
con los orangutanes... La diferencia genética es menor que la existente
entre especies de un mismo género y familia». (Nada se dice en la
citada web del dato científico contrastado de que el cerdo tiene mayor
similitud fisiológica con nosotros que los simios. ¿Para cuándo el
Proyecto Gran Cerdo?, permítasenos la guasa). Pero aunque pudiera parecer
todo esto una broma, estamos ante algo muy serio. Peter Singer, filósofo
australiano, es uno de los ideólogos de este Proyecto Gran Simio que
el parlamento español se dispone a suscribir. Este autor afirma (cf.
Etica Práctica, 2ª edición) que si un animal tiene más perspectiva
de futuro que una criatura humana que esté enferma, entonces tiene
también más derechos. Su ética práctica afirma que los derechos
los da la biología. El ser humano es despojado de este modo de su categoría
de persona.
¿Por qué oculta esta
realidad la señora ministra al afirmar que sólo se trata de una campaña
de protección de especies en extinción? ¿No será que al despojar
al ser humano de su dignidad de persona humana, se está buscando un
aval ético para justificar la experimentación con embriones humanos
y lo que esté por llegar con los enfermos en fase terminal?
Sería imposible entender
esta propuesta parlamentaria sin tener en cuenta la serie muy larga
y concatenada de falsificaciones en temas muy graves de la antropología
y de la ética que le es consecuente. Veamos algunos eslabones de esta
crisis:
1º.- Cambiar el concepto
de persona, disociándolo de la especie humana, requería previamente
otras fragmentaciones antropológicas; por ejemplo, disgregar la persona
humana de su propia sexualidad. Recordemos que el Gobierno español
ha anunciado ya su apoyo a las reivindicaciones de los colectivos de
transexuales, para costear las operaciones de cambio de sexo o la permisión
de cambio de sexo en el Registro Civil. El sexo ya no sería «algo
que se es» (personalidad masculina o femenina), sino «algo que se
tiene»: es decir, unos órganos sexuales que pueden cambiarse a elección
de cada uno.
2º.- Y a su vez, esta
disociación de la personalidad de su propia sexualidad, está en consonancia
con la falsificación del concepto de matrimonio, el cual deja de ser
la unión del hombre y la mujer. El matrimonio pasaba de ser la institución
natural en la que se engendra la vida en comunión de vida conyugal,
a un mero pacto civil que ampara una simple convivencia sexual.
3º.- La aceptación
del matrimonio homosexual, sin que su imposibilidad de engendrar la
vida sea considerada como obstáculo para su equiparación al matrimonio
natural, sólo es posible porque anteriormente la mentalidad antinatalista
había impregnado nuestros valores. La anticoncepción y el aborto habían
introducido una lógica en la que la sexualidad se disociaba de la procreación.
4º.- El terreno había
sido abonado también en gran manera por otra desintegración antropológica:
amor y sexo. La pornografía se ha encargado de reducir la sexualidad
a su dimensión instintiva y animal. Nada que ver con la sexualidad
como expresión de amor y vehículo de donación y entrega de la vida.
5º.- La violencia
machista no es más que otra manifestación de la animalidad del hombre,
un desdibujamiento práctico y moral del concepto de persona. El origen
del machismo está en la «ley del más fuerte». Es decir, su raíz
está en la vivencia de las relaciones humanas a nivel animal. Al igual
que en el reino animal, el macho domina por lo general a la hembra,
haciendo del sexo un instrumento de sometimiento.
6º.- Y, ¿cómo no!,
el desamor, una de cuyas principales manifestaciones es el divorcio,
está en el inicio de todas estas falsificaciones antropológicas. Cuando
Benedicto XVI decidió publicar su primera encíclica, Dios es amor,
lo hizo plenamente consciente de que el centro de la crisis que padecemos
no es tanto la moral, cuanto la carencia de sentido de la existencia.
Sólo cuando sabemos que venimos del Amor y que volvemos a él, es cuando
podemos dar lo mejor de nosotros mismos, amando con un amor que integra
el ágape y el eros. Si en el inicio de la crisis antropológica está
el desamor, el Proyecto Gran Simio nos permite comprobar que el último
eslabón de esta crisis afecta al mismo concepto de persona.
Lo paradójico es que
los que acusaban a la Iglesia de no aceptar a pies juntillas la evolución,
sean los protagonistas de la involución. Decían que el hombre proviene
del mono, ¿y a mero mono lo han terminado por reducir! Si en la web
antes mencionada se dice que simio = hombre; entonces, por lógica,
hombre = simio. Por ello, hoy más que nunca, conviene recordar lo que
el difunto Julián Marías afirmaba dirigiéndose a un grupo de sacerdotes:
«cada vez es más necesaria la predicación de la existencia del alma
humana, para preservar la dignidad del ser humano». Nos enfrentamos
a un riesgo real de despersonalización del hombre. Con cierta sorna
me decía ayer un amigo que había que buscarle a todo su lado positivo:
«mi esperanza de que no me apliquen la eutanasia es que me asimilen
a los simios». Y de la ironía a la realidad: la última batalla del
laicismo se va a concentrar en la negación de la dignidad trascendente
de la persona humana.