El estreno en las pantallas de cine de la película El código Da Vinci nos coloca ante uno de los fenómenos más singulares de la cultura de masas de los últimos tiempos: una novela muy mediocre convertida en superventas planetario y una película más mediocre aún copando la cartelera cinematográfica. Como ocurre con las denominadas canciones del verano, el fenómeno puesto en marcha por el novelista norteamericano Dan Brown muestra qué dimensión puede alcanzar en nues...
LA VANGUARDIA - 21/05/2006
El estreno en las pantallas de cine de la película El código Da Vinci nos coloca ante uno de los fenómenos más singulares de la cultura de masas de los últimos tiempos: una novela muy mediocre convertida en superventas planetario y una película más mediocre aún copando la cartelera cinematográfica. Como ocurre con las denominadas canciones del verano, el fenómeno puesto en marcha por el novelista norteamericano Dan Brown muestra qué dimensión puede alcanzar en nuestra época una fusión astuta y oportunista del marketing y la literatura fácil. En una época caracterizada por el acelerado desarrollo de las redes de distribución mundial de las ideas y las mercancías, se crean oportunidades sin duda propicias para una literatura baja en calorías literarias y con muchas grasas ideológicas polisaturadas: acción, misterio, esoterismo, teoría de la conspiración y ausencia de rigor histórico.
La creciente prevención ante la comida basura parece que todavía no alcanza a los productos culturales de baja calidad. Vivimos muy atentos a la salud corporal, a la ingesta de según qué tipo de platos y bebidas, pero mucho más relajados ante la alimentación espiritual, lo cual no deja de ser una curiosa paradoja en una época en que Occidente, no el resto del planeta, parece haberse emancipado del fantasma del hambre. La globalización de la cultura apenas acaba de comenzar, y seguramente asistiremos a más fenómenos como el que hoy representa El código Da Vinci, de la misma manera que también tiende a aumentar el consumo de bienes culturales de alta calidad. Basta ver las cifras de afluencia de público a los grandes museos. No hay que ser catastrofistas.
No hay duda de que el esoterismo vende y entretiene, especialmente en una época como la actual, caracterizada por la aceleración de los cambios. La reacción del Opus Dei , organización católica que merece todo el respeto, a la cruel caricatura de que es objeto en la novela y la película ha sido mesurada, inteligente y consecuente con los nuevos tiempos.