Religión,0-Botellón,1. Este es el resumen del informe sobre la juventud española de la Fundación Santa María que han destacado los medios. Los jóvenes que se consideran católicos han bajado del 80 al 40% en diez años; y los que practican cada domingo al cinco por ciento. En cambio, la mitad de los jóvenes sale todos los fines de semana hasta la madrugada y un tercio considera «imprescindible» el botellón.
En menor medida, ha descendido el interés por la política, el medio ambiente, la cultura ...
Religión,0-Botellón,1. Este es el resumen del informe sobre la juventud española de la Fundación Santa María que han destacado los medios. Los jóvenes que se consideran católicos han bajado del 80 al 40% en diez años; y los que practican cada domingo al cinco por ciento. En cambio, la mitad de los jóvenes sale todos los fines de semana hasta la madrugada y un tercio considera «imprescindible» el botellón.
En menor medida, ha descendido el interés por la política, el medio ambiente, la cultura y el deporte. Ha aumentado la preocupación por la salud (propia, claro). También todos los consumos (música, internet, sexo, alcohol, droga, etc.). Los jóvenes de hoy se ven insolidarios, egoístas, inmaduros y con poco sentido del deber. Sienten que les falta autoestima. Sí, claro.
Hasta aquí las estadísticas, siempre discutibles. Por otra parte, son cosas que cualquiera ve. Algunos medios laicistas han destacado el contraste, quizá orgullosos del papel que han jugado en este descenso religioso. Están en su derecho.
Bien mirado, lo que reflejan las estadísticas no es que la religión sea inútil, sino más bien lo contrario. Es evidente que la pérdida de referencias religiosas va unida socialmente a la pérdida de autodominio, de sentido del deber y de preocupación por los demás. No deja de ser un gran argumento, aunque sea pobre. Algunos sectores laicistas creen que podrán sustituir esa influencia con asignaturas de comportamiento civil. Sí.
¿Por qué ha caído la práctica religiosa? No es tan difícil de analizar. Los jóvenes son hijos de su tiempo: fruto de las facilidades que han disfrutado, de la educación que han recibido y, especialmente, de lo que han visto que cae mejor o peor. Ninguna edad es tan sensible al qué dirán.
El consumo por sí mismo, ya explica bastante. El más allá interesa muy poco al que quiere vivir estupendamente en el más aquí. Lo siente como un sermón molesto y una cortapisa moral. «Oye, no m"abrases». «Hermano bebe que la vida es breve». Esto mejora con la edad.
Después, es evidente que ha influido el entorno cultural. Si no, no se explica que uno de los motivos de crítica ante la Iglesia, sean «las riquezas». Pero ¿qué riquezas? ¡Si los curas ganamos menos que los peones de albañil! ¿Quién les ha metido esta imagen en la cabeza? Los novelones; algunos telediarios; una colección de católicos críticos que viven de salir en los medios; y también muchos profesores de bachiller que todas las semanas hablan del caso Galileo, la Inquisición y «las riquezas». Se combina así cierto resentimiento latente con una incultura religiosa casi universal.
Pero no se trata de echar balones fuera. En este reparto hay que aceptar responsabilidades. La Iglesia ha padecido una compleja crisis en estos años. Mezcla de renovación y de perplejidad. Hay una generación -la de los padres de estos chicos- que apenas ha recibido formación cristiana. Y todo se ha envejecido y se ha hecho bastante gris.
Tema complejo, pero pasado. Tras el pontificado de Juan Pablo II, estamos en una nueva evangelización. Sin olvidarse del resto, hay que partir de lo que hay. Un cuarenta por ciento que se dice católico, un diez por ciento que se siente «católico fiel», un cinco por ciento que practica habitualmente. Además quizá sean los que más trabajan, los más solidarios, los que tienen mayor sentido del deber, los que forman familias más estables y los que menos se emborrachan (aunque de todo hay en la viña del Señor).
Cuando la Iglesia empezó, eran ciento veinte. Cuando san Pablo fue a Corinto, el ambiente era mucho peor y por los mismos temas que hoy. Cuando llegó la paz constantiniana en el 311, eran ya el diez por ciento del Imperio Romano. Como aquí hoy. Quien teme que esta historia se va a acabar, conviene que la vuelva a leer y verá cuántos capítulos ha tenido.
Diario de Navarra