El autor es miembro de la Sociedad Española de Médicos Escritores, y de la Federación Internacional de Periodistas y Escritores de Turismo. En esta página, nos relata la historia del obelisco que adorna la plaza de San Pedro, y por qué, desde hace cuatrocientos años, la misma familia tiene el privilegio de vender las palmas del Domingo de Ramos
El viajero está contemplando la Plaza de San Pedro del Vaticano, en Roma, la Ciudad Eterna. La basílica, el pórtico de Bernini. Aquí, en el cent...
El autor es miembro de la Sociedad Española de Médicos Escritores, y de la Federación Internacional de Periodistas y Escritores de Turismo. En esta página, nos relata la historia del obelisco que adorna la plaza de San Pedro, y por qué, desde hace cuatrocientos años, la misma familia tiene el privilegio de vender las palmas del Domingo de Ramos
El viajero está contemplando la Plaza de San Pedro del Vaticano, en Roma, la Ciudad Eterna. La basílica, el pórtico de Bernini. Aquí, en el centro de la plaza, el obelisco que posee en su pináculo una reliquia de la Santa Cruz. Según la tradición, en este mismo lugar fue crucificado el primer apóstol, san Pedro, que prefirió que lo pusieran cabeza abajo, ya que no era digno de morir como su Maestro.
El obelisco egipcio pesa 350 toneladas, y mide 25,5 metros de altura. El emperador Calígula construyó su circo en Roma y mandó traer este obelisco de la ciudad de Heliópolis, población del antiguo Egipto, situada al sur del delta del Nilo, que durante la V Dinastía y el Imperio Nuevo fue un importante centro político, religioso y artístico. Cuando fue trasladado corría el año 39 de nuestra era.
El circo de Calígula se convirtió después en el famoso circo de Nerón. El obelisco fue testigo del martirio de miles de cristianos que fueron devorados por las fieras en constantes fiestas paganas, donde éstos servían de atracción y regocijo para las huestes romanas de aquella época.
Llegó la Edad Media, y el obelisco siguió en el mismo sitio. Era el año 1586. El Papa Sixto V organiza el traslado del obelisco hasta la Plaza de San Pedro. La tarea es ardua y peligrosa. Se le encarga a Doménico Fontana, arquitecto italiano de 43 años. Doménico Fontana había nacido en Lugano en 1543. Construyó el palacio de Letrán, terminó la Biblioteca Vaticana y la cúpula de San Pedro, en Roma. También construyó el Palacio Real de Nápoles, donde murió en 1607.
Las cuerdas echan humo...
Son 350 toneladas las que hay que trasladar. No son piedras sueltas, es una columna de 25 metros y medio de altura. Se empieza el traslado el 30 de abril de 1586. Se contratan 900 obreros. Hacen falta, también, 140 caballos, y 44 son las poleas necesarias para tumbar, primero, y levantar, después, la gran mole del obelisco.
Hasta el 10 de septiembre de 1586 no se da por terminado el traslado. El Papa Sixto V prohibe que se hable al acercarse las obras a la basílica de San Pedro. Novecientos hombres trabajando en completo silencio se dan órdenes casi al oído y por señas.
Hay un momento de peligro. Las cuerdas están a la máxima tensión. Por un momento se teme que se rompan por el punto menos pensado... Uno de los obreros tiene una buena idea: Si se les echa agua a las cuerdas, éstas no se romperán. Pero está prohibido gritar. Puede perder su trabajo. Y no hay tiempo para llegar hasta el jefe Doménico Fontana, ni para el capataz más próximo... Las cuerdas echan humo... y grita, grita a todo pulmón: «¡Echadle agua a las cuerdas!», que resuena en toda la plaza de San Pedro. Y su idea es salvadora. Las cuerdas no se rompen, y el obelisco es situado con toda precisión en el centro de la plaza.
El Papa Sixto V tuvo noticias del hecho, y quiso premiar al obrero. Se le concedió, a él y a toda su descendencia, el privilegio de ser los encargados de poder vender las palmas, las ramas de palmera, que se adquieren todos los años en el Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro. Desde hace 420 años, sus descendientes siguen con este privilegio. Todavía son ellos los que suministran las ramas de palmera en tan gloriosa mañana.
Historias y anécdotas de esta Roma milenaria, arcón de recuerdos, cuna de la cristiandad. Al salir del Vaticano, todavía por la vía de la Conciliazione, el peregrino vuelve la mirada hacia atrás, hacia la basílica de San Pedro. Y recuerda la historia del obelisco egipcio de Heliópolis, trasladado hace cuatro siglos.
Francisco Ruiz de la Cuesta
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