«Mirad: ¡tiene una Biblia!»
En pleno siglo XXI, todavía hay partes del mundo en las que un hombre puede ser condenado a muerte por apostasía. El último caso que ha saltado a las páginas de actualidad es el de Abdul Rahman, que ha sido condenado a la pena capital por un tribunal de su país, Afganistán. La repercusión que ha tenido su caso ha hecho que el Papa Benedicto XVI escriba una carta al Presidente afgano, Hamid Karzai, pidiendo su liberación. La semana pasada fue liberado, argumen...
«Mirad: ¡tiene una Biblia!»
En pleno siglo XXI, todavía hay partes del mundo en las que un hombre puede ser condenado a muerte por apostasía. El último caso que ha saltado a las páginas de actualidad es el de Abdul Rahman, que ha sido condenado a la pena capital por un tribunal de su país, Afganistán. La repercusión que ha tenido su caso ha hecho que el Papa Benedicto XVI escriba una carta al Presidente afgano, Hamid Karzai, pidiendo su liberación. La semana pasada fue liberado, argumentando un motivo humillante: «El acusado tiene problemas mentales». Ha sido acogido en Roma
El caso es delirante y dramático, a un tiempo. Abdul Rahman, de 41 años, afgano de nacimiento, fue acusado hace poco más de un mes de haberse convertido al cristianismo hace 15 años, mientras trabajaba en Peshawar (Pakistán) con una ONG extranjera que prestaba asistencia a refugiados afganos. Después pasó nueve años en Alemania, y volvió a su país natal en 2002, tras la caída del régimen talibán. Desde entonces, ha estado buscando a sus dos hijas, a las que dejó al cuidado de la madre. Al reunirse la familia hace poco más de un mes, fue denunciado por su suegro: «¿Cómo podemos confiar estas niñas a un infiel? Mirad en su bolsa: ¡tiene una Biblia!»
Abdul Rahman fue acusado ante los tribunales de haber abandonado el Islam, un delito que, en el Afganistán posterior a los talibanes, está penado con la condena a muerte. Como los antiguos mártires cristianos en tiempos de las persecuciones del Imperio romano, Abdul fue invitado por el tribunal que le acusaba a renegar de su nueva religión: «¿Estás dispuesto a corregir tu error?» –«No», contestó Abdul, con una inocencia desarmante. El juez que ha llevado su caso, Abdul Wasi, ha afirmado: «No estamos contra ninguna religión concreta. Simplemente, en Afganistán, este género de cosas no se pueden admitir. Van contra la ley; no se puede ir contra el Islam». El Vicepresidente de la Comisión de Derechos humanos del Gobierno afgano, Ahmad Fahim Hakim, declaró: «La Constitución de nuestro país está basada sobre la Sharia (Ley coránica), y quien reniega del Islam merece la muerte». El imán Inayullah, a cargo de la mezquita Pulakashti, la más grande de Kabul, afirmó: «No permitiremos a nadie interferir en nuestras prácticas religiosas».
Occidente: sida y cristianismo
El Presidente del país, Hamid Karzai, se ha encontrado entre la espada y la pared, porque, tras la caída de los talibanes, es el mejor aliado de Estados Unidos en la zona, pero gobierna una sociedad musulmana sumida todavía en la Edad Media, que tiene en el Corán y en el Islam su referente único, y que huye de Occidente como si éste fuera el mismísimo demonio. Un ejemplo: el diario Cherag publicó un editorial acerca del caso Rahman, en el que afirmaba que, «sobre este proceso, recae la sospecha de que los extranjeros desean importar a Afganistán no sólo la democracia, sino también el sida y el cristianismo».
Occidente ha respondido con firmeza ante esta situación. El Presidente de Estados Unidos, George Bush, se ha declarado profundamente turbado por este caso; y la Presidenta de Alemania, Angela Merkel, ha hablado de seria preocupación. El representante de Naciones Unidas en Afganistán, así como miembros de Amnistía Internacional, han pedido a Kabul una reforma judicial que respete los derechos humanos en el país. Pero la voz más vigorosa de Occidente ante este problema ha sido la del Papa Benedicto XVI. En su nombre, el cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado del Vaticano, escribió una carta al Presidente Karzai para salvar la vida de Abdul Rahman. La misiva, fechada el 22 de marzo, señala su «firme creencia en la dignidad de la vida humana, basada en el respeto de la libertad de conciencia y de religión de cada persona. Estoy seguro, señor Presidente, de que, si archivara el caso del señor Rahman, sería un acto de gran honor para el pueblo afgano, siendo admirado por toda la comunidad internacional. Sería la contribución más significativa para nuestra misión común de fomentar la comprensión y el respeto mutuo entre las diferentes religiones y culturas del mundo».
Liberado por problemas mentales
Las últimas informaciones que se conocen sobre este caso proceden del ayudante del Fiscal General del Estado afgano, Mohamed Eshak Aloko. Según esta fuente, Rahman fue liberado de la prisión el pasado lunes 27 de marzo por la noche: «Hemos redactado una carta que afirma que se encontraba mentalmente incapacitado para ser juzgado, así que ha sido liberado. No sé donde se encuentra ahora».
Asimismo, según informó la ONU en un comunicado emitido el mismo día, el reo habría solicitado asilo en otro país: «Rahman ha pedido asilo fuera de Afganistán –declaró el portavoz de la ONU, Adrian Edwards–. Esperamos que se lo conceda alguno de los países interesados en una solución pacífica del caso». De momento, parece que el caso de Abdul Rahman se ha solucionado, pero no pasa de ser un cierre en falso, en el que el régimen de Kabul no ha hecho otra cosa que lavarse las manos. Una oportunidad perdida para que un país islámico dé una imagen más positiva ante el mundo que percibe el Islam como una amenaza.
Juan Luis Vázquez
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