Durante uno de los Sínodos de obispos celebrados en Roma durante el pontificado de Pablo VI, el cardenal de Cracovia, después Juan Pablo II, propuso a varios cardenales ir a esquiar al Terminillo. “—¿A esquiar? —Sí, claro. En Italia, ¿no esquían los cardenales? —Pues... francamente, no. —En Polonia, en cambio, el 40% de los cardenales esquían, respondió el Cardenal Wojtyla. —¿Cómo puede ser el 40%? Si en Polonia sólo hay dos cardenales. —Claro, pero no me negarán que Wyszynski vale por lo menos ...
Durante uno de los Sínodos de obispos celebrados en Roma durante el pontificado de Pablo VI, el cardenal de Cracovia, después Juan Pablo II, propuso a varios cardenales ir a esquiar al Terminillo. “—¿A esquiar? —Sí, claro. En Italia, ¿no esquían los cardenales? —Pues... francamente, no. —En Polonia, en cambio, el 40% de los cardenales esquían, respondió el Cardenal Wojtyla. —¿Cómo puede ser el 40%? Si en Polonia sólo hay dos cardenales. —Claro, pero no me negarán que Wyszynski vale por lo menos el 60%.” El Cardenal Wyszynski era entonces Primado de la Iglesia en Polonia y su figura tenía una relevancia muy singular en el país, mientras Karol Wojtyla era un obispo joven y uno de los cardenales de menor edad.
Es innegable el buen humor de Juan Pablo II así como sus dotes de comunicador. Pero su mayor valor no ha consistido en la forma, sino en el contenido. Ha desarrollado las enseñanzas del Concilio Vaticano II en todos sus aspectos. Ha batido todos los records –como es común señalar al referirse a su figura- y ha sorprendido por la valentía de sus iniciativas. Ha rezado con ministros de todas las religiones, ha orado en sinagogas y mezquitas, ha puesto todos los medios para favorecer la unidad de los cristianos, ha pedido perdón por los errores de los católicos de todos los tiempos, ha dado las gracias a todos, ha recibido a centenares de Jefes de Estado y ha visitado a millares de enfermos y de niños.
Tampoco parece una cuestión sólo de números, de estadística. Simplemente ha decidido siempre sus actuaciones con la medida de Dios: y la medida de Dios no pocas veces produce la sorpresa de los hombres. Ha asistido a innumerables encuentros –muchos casi en privado- con expertos de todos los saberes, y ha recibido miles de visitas individuales de los obispos de todo el mundo. Ha sabido pedir información y no le ha humillado nunca consultar pareceres. Y con todo, el final de las decisiones importantes siempre ha sido a solas con Dios. Nadie sabe los cientos de miles de horas dedicados a la oración, en privado o en actos multitudinarios.
Ha tenido a Dios por entero, porque ha sido la única fuente de su razón de actuar y de su certeza al hacerlo. Ha concedido entrevistas y ha escrito libros: ensayo, teatro, poesía…, ha asistido a conciertos, películas, espectáculos de circo. Le han recibido en ambientes hostiles y no han faltado quienes pretendían manipular sus palabras. Pero siempre ha sido el mismo y siempre ha transmitido el mensaje ‘suyo’, de Dios. En la coherencia de su vida, en la sinceridad de su mirada, de su gesto, de su palabra, estaba de continuo la valentía y la sencillez de transmitir ‘lo de Él’.
Si ha recibido merecidos elogios e innumerables aplausos ha sido porque nunca los ha buscado como un éxito personal: su actitud ha sido de entrega radical y sin condiciones a lo que veía en cada momento como voluntad de Dios. Y de entrega entera y cordial a los hombres y a cada hombre, en quien sabía ver también un icono de Cristo vivo.
Sí. Por su cercanía con Dios, ha sido familiar a los hombres. Ha empeñado toda la fuerza moral de la Santa Sede en la defensa de la dignidad de la persona humana: desde la vida naciente hasta la que se acaba, desde la libertad religiosa hasta el grave deber de atender más a quien más necesitado está. Él, que perdió a su madre de niño, a su único hermano siendo adolescente y a su padre cuando era muy joven, dijo ya hace años que le gustaría ser recordado como “El Papa de la familia”.
Por su intimidad con Dios –que es comunión, que es ‘familia’- ha recordado a toda la humanidad que “el amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. En una obra reciente se han publicado todos los textos del Magisterio de la Iglesia –de todos los Papas y Concilios, desde el siglo I- acerca del matrimonio y la familia. Las enseñanzas de Juan Pablo II ocupaban más de 6 de los 9 volúmenes: ¡y sólo llegaban al año 2000!
Podía decir que Dios era ‘suyo’, porque se apoyaba en Él constantemente y plenamente. Por su parte, él mismo se sabía ‘todo suyo’ –todo de Dios- a través de su ofrecimiento a la Virgen. Y ése fue precisamente el tema del escudo y el lema que escogió para su pontificado: la Cruz de Cristo, la ‘M’ de María y las palabras ‘Totus tuus’.
Después de la traqueotomía, dado que la operación a la que fue sometido no era seria –comentaba el portavoz de la Santa Sede-, la anestesia fue muy suave; cuando volvió a su habitación, hizo un gesto que indicaba que quería escribir. Y escribió bromeando: '¿Qué me han hecho?', para a continuación escribir su lema: 'Totus tuus'. Siempre, la aceptación de la voluntad de Dios. A aquel 40% de los cardenales polacos que tenía fuerzas para esquiar en los primeros años setenta, que fue elegido para la sede de Pedro y tomó el nombre de Juan Pablo II, le hemos visto gastarse día a día al cien por cien: ¡que Dios se lo pague con el ciento por uno en la nueva Vida!
Juan Ignacio Bañares
Profesor de Derecho Matrimonial Canónico
Universidad de Navarra
(El Correo, 7-IV-05)