Intervención al recibir el «honoris causa» de una Universidad de Nápoles
NÁPOLES, jueves, 2 marzo 2006 (ZENIT.org).- En tiempos de relativismo, la relación del periodista con la verdad se ha convertido en la cuestión ética fundamental de esta profesión, reconoce Joaquín Navarro-Valls.
El director de la Oficina de Información de la Santa Sede vaticana, ofreció una «Reflexión en torno a ética y periodismo» al recibir el 24 de febrero el doctorado «honoris causa» en Ciencias de la Comunicación, que le otorgó la Universidad «Sor Úrsula Benincasa» de Nápoles (Italia).
«Es una reflexión muy académica --explicó el mismo Navarro-Valls--, con algunas consideraciones sobre el tema de la verdad periodística y sobre la postura que un periodista debe tener».
El portavoz vaticano afirmó que «una investigación en las grandes bibliotecas universitarias o públicas ofrece hoy un resultado sorprendente: el mayor número de publicaciones sobre comunicación hablan de temas que directa o indirectamente se refieren a la ética del periodismo».
De la investigación se deduce que «los autores de una gran parte de esa bibliografía son periodistas o investigadores del periodismo», lo que «parece significar que, desde el punto de vista de su práctica, la actividad periodística presenta hoy problemas éticos que no tienen una solución sencilla».
«¿Por qué la consideración ética se ha convertido en primera fuente de bibliografía sobre la profesión periodística? ¿Y por qué son en gran parte estudiosos e incluso profesionales de la comunicación los que juzgan, frecuentemente en tonos críticos, la dimensión ética de la actual actividad periodística?», se preguntó el portavoz vaticano.
«Se tiene la percepción de que la comercialización de la industria de la noticia, es decir la invasión de las 'razones de mercado' en la obtención y difusión de noticias, abre un gran espacio de riesgo ético en el campo del periodismo», observó el portavoz.
A esta realidad, el periodismo intenta oponer una estrategia como la «catalogación deontológica»: «prácticamente todas las profesiones socialmente configuradas se dotan de 'códigos éticos'», con «proposiciones normativas que regulan la actividad del periodista tanto en la obtención de informaciones como en su elaboración, hasta el momento en que la noticia aparece impresa en el periódico».
En la dinámica mediática, como en otros sectores de la actividad humana, observó Navarro-Valls, «se asiste hoy al mismo fenómeno: los valores éticos han perdido ya sea su evidencia, ya sea su instancia vinculante».
Según el portavoz vaticano, estas dificultades para asumir el vínculo ético tienen su origen principal en una «percepción ambigua de la relación existencial con el concepto de verdad», que en el debate cultural actual «aparece muy oscurecido».
Aunque «culturalmente, la confrontación sobre la verdad parece decididamente antimoderna», esto «no quita a este concepto el carácter de tema inevitable, sobre todo para quien ha elegido como propio itinerario profesional el de la transmisión de informaciones».
«Conocer la verdad, reconocerla, incluso admirarla no basta», afirmó luego. El hombre debe «elegir libremente la verdad, reconocida como tal» y «ser fiel a ella hasta el fin», sólo así será «fiel a sí mismo, es decir a la propia identidad».
«El desprecio por tanto de la verdad es desprecio de sí mismo», denunció.
«Un agente de comunicación es siempre, e incluso antes del acto de comunicar, un testigo. Lo que se atestigua es una experiencia personal, conocida como verdadera», dijo.
El periodista, en efecto, «cumple una función muy singular: ha elegido como actividad profesional la de unir la relación con la persona a quien comunica con su personal relación con la verdad experimentada por él».
No sorprende, por tanto, «que en las muchas preguntas éticas que se hacen al periodismo esté implícita la exigencia de volver a un testimonio en el que sea inmanente una experiencia de verdad». «La diferencia entre propaganda y periodismo está sobre todo aquí», concluyó.
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