Susana Martín de Blas, profesora de Latín y Griego de uno de los colegios de la Fundación la San Pablo-CEU, relató en su intervención la experiencia personal que vivió durante tres veranos consecutivos: «He ido con un grupo de estudiantes universitarios de misiones a una zona muy pobre de Lima, donde la mayor parte de la gente carece de recursos básicos para vivir, como alimento necesario, ropa, higiene, educación o servicios sanitarios mínimos. Es una realidad que impacta de manera sobrecogedor...
Susana Martín de Blas, profesora de Latín y Griego de uno de los colegios de la Fundación la San Pablo-CEU, relató en su intervención la experiencia personal que vivió durante tres veranos consecutivos: «He ido con un grupo de estudiantes universitarios de misiones a una zona muy pobre de Lima, donde la mayor parte de la gente carece de recursos básicos para vivir, como alimento necesario, ropa, higiene, educación o servicios sanitarios mínimos. Es una realidad que impacta de manera sobrecogedora a cualquiera que esté acostumbrado a tener siempre todas estas cosas de las que ellos carecen.
Nuestra labor allí consistía principalmente en dar catequesis, clases de apoyo en un colegio y visitar a las familias. Es en estas visitas donde se aprende de verdad el valor de lo humano. Aunque pueda ayudar económicamente a estas personas -con material escolar, medicinas, ropa o cualquier otra cosa-, lo más importante que lleva un misionero a las casas que visita, siempre es el amor a los demás, su entrega personal, el trato y el gesto cariñoso hacia todo el que se encuentra, como es también lo más importante que recibe. A veces simplemente con hacerles sonreír, escucharles y acompañarles ya estamos compartiendo con ellos lo que somos.
La experiencia de las misiones se resume en dar de forma gratuita lo que gratuitamente se ha recibido. Pero hay que ser consciente de haberlo recibido, porque nadie da aquello que no tiene. De ahí la necesidad de la oración diaria y el encuentro personal con Cristo. Es sorprendente cómo uno vuelve mucho más rico de lo que se fue, regresa lleno de una riqueza interior, fruto de ese encuentro con la sencillez, la esperanza, la actitud de agradecimiento y la alegría natural de personas que, precisamente porque no tienen nada, todo lo reconocen como don.
Quiero concluir con una frase de la encíclica de Benedicto XVI que dice así: “A un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible”».
http://www.larazon.es/noticias/noti_rel10736.htm