Las Provincias - Valencia, 30-I-06
Tan recientemente como el pasado 18 de enero se publicaba en este mismo periódico un magnífico artículo de la vicerrectora de Investigación de la Universidad Católica de Valencia, en el que se abordaba el fraude científico del surcoreano Woo-suk Hwang. Sin embargo, el tema es de tal importancia, y a mi juicio tan relacionado con la política científica de nuestro país, y sobre todo de nuestra Comunidad, que creo que merece la pena volver sob...
Las Provincias - Valencia, 30-I-06
Tan recientemente como el pasado 18 de enero se publicaba en este mismo periódico un magnífico artículo de la vicerrectora de Investigación de la Universidad Católica de Valencia, en el que se abordaba el fraude científico del surcoreano Woo-suk Hwang. Sin embargo, el tema es de tal importancia, y a mi juicio tan relacionado con la política científica de nuestro país, y sobre todo de nuestra Comunidad, que creo que merece la pena volver sobre él.
Al comentar, ampliándola, esta noticia me parece que hay que detenerse en dos aspectos: a) la consecución de los óvulos y b) el posible fraude científico.
La alarma sobre los trabajos del doctor Hwang y su equipo surgió ante la denuncia de que los óvulos necesarios para sus investigaciones podrían haber sido donados por algunas de sus colaboradoras jóvenes, que indudablemente pudieron sentirse presionadas por su jefe para realizar tal donación. Esta simple duda ética fue suficiente razón para que Hwang fuera destituido de todos sus cargos universitarios. Posteriormente se pudo también comprobar que se habían pagado 1.230 euros a cada mujer que se había sometido a un ciclo de estimulación ovárica para conseguir los susodichos óvulos.
Y yo me pregunto, al hilo de lo anteriormente comentado, qué podría pasar en nuestro país o más concretamente en nuestra Comunidad, si se hubieran utilizado para experimentaciones biomédicas embriones sobrantes de fecundación in vitro antes de que su uso estuviera legalmente permitido, o que tal acción se hubiera realizado, en algunos casos, sin el preceptivo consentimiento de los padres biológicos de tales embriones, como al parecer ha ocurrido en nuestra Comunidad ( Nature Medicine 11; 1262, 2005), hecho sin duda mucho más grave que el que motivó la destitución de todos sus cargos universitarios al profesor Hwang.
Creo que estas preguntas, y otras parecidas, deberían ser tenidas en consideración por nuestras autoridades sanitarias cuando se evalúan políticamente algunos de los logros de investigación que en nuestra Comunidad se consiguen.
Pero además, en relación con la obtención de los óvulos hay que considerar que para conseguir su primera línea de células embrionarias ( Science 303, 1669, 2004), según afirmó al doctor Hwang, cosa que razonablemente se puede poner en duda después de lo ocurrido, necesitó que 242 mujeres fueran estimuladas, mejor dicho hiperestimuladas, con los problemas médicos que ello puede suponer para dichas mujeres, algo que hace que estas experiencias sean inviables para cualquier finalidad clínica.
El segundo aspecto a considerar es el fraude científico. En efecto, Hwang, no sólo cometió una falta ética al obtener óvulos de sus colaboradoras, sino que además, y esto es mucho más grave, falsificó sus resultados para que fueran acordes con sus intereses. Sin duda la falta más grave que un científico puede cometer. Por esto último, no solamente Hwang fue apartado de su puesto laboral, sino que incluso se ha propuesto que sus dos más importantes trabajos publicados en Science (303, 1669, 2004 y 308, 1777, 2005) sean eliminados de esa revista. Es decir, que ambos desaparezcan del mundo de la ciencia.
Pero no hace falta que la irregularidad sea tan grave, para que los resultados de cualquier experiencia biomédica deban ser considerados con cautela. Basta que, a lo mejor, un trabajo al que se le ha dado la consideración de trascendente se publique en una revista de segunda línea; o que se haga en forma de “nota corta” dentro del apartado “correspondencia”, y no como un trabajo “original” plenamente desarrollado, para que cualquier otro investigador pueda tener la información suficiente para repetir, si le parece oportuno, las experiencias que en ese trabajo se describen; o que sea aceptado para ser publicado en un tiempo inusitadamente breve, lo que pueda hacer pensar que se le ha dado un trato de preferencia, máxime cuando en el Comité Editor de esa revista figura algún miembro del equipo investigador del autor del trabajo; o si se indica en la “nota corta”, que una información más detallada ha sido enviada para publicar, y se da la cita del trabajo “original” que recogerá dicha información, y después estas experiencias no aparecen en el trabajo en cuestión, aunque en el mismo se indica que se publicarán posteriormente. Todo ello, al parecer, ha ocurrido con determinados trabajos en los que se describen algunos de los logros de investigación a los que más difusión pública se les ha dado en nuestro medio.
Lo que he comentado es para poner de manifiesto que son muchos los aspectos que hay que tener en cuenta antes de divulgar una noticia científica a través de los medios de comunicación social, y sobre todo antes de darle el realce de gran avance biomédico. Especialmente hay que esperar a que esté debidamente contrastada su calidad científica, no vaya a ser que pase lo que le ocurrió al presidente surcoreano al comentar de forma hiperbólicamente elogiosa los trabajos de Hwang, teniendo posteriormente que desdecirse públicamente de ello. Atención a los políticos en general, pero muy especialmente a nuestros políticos más próximos.
Pero de todas formas, y al margen de las dos consideraciones anteriormente comentadas, lo que de ninguna forma se puede olvidar es que cada vez que se aísla una célula embrionaria para producir una nueva línea celular, se está destruyendo un embrión, es decir se está destruyendo una vida humana, y esto sí que me parece especialmente grave, máxime cuando esas investigaciones son subvencionadas con fondos públicos. Tengo que manifestar que a mí personalmente no me complace que mi dinero se utilice para terminar con la vida de esos inocentes e indefensos seres humanos que son los embriones, y me imagino que, como a mí, algo similar les ocurrirá a muchos votantes.