Sé que probablemente estéis sufriendo, estéis preocupados, asustados, o al menos así lo pienso egoístamente; por eso, quiero que conozcáis lo que hay en mi corazón. Si hay algo en lo que el hombre pueda ver de cerca a Dios es precisamente en los acontecimientos de enfermedad y muerte; yo os aseguro que, desde ayer por la mañana, me siento tranquilo y en paz. ¿Porque soy de acero inoxidable, como decía mamá, o algo parecido? ¡No!, tengo miedo a eso desconocido, pero sé algo importante: ¡en esos acontecimientos está Dios!
¿Es que yo, o mi médico, o vosotros, mis hijos, o todos los que conocemos, tienen un interés especial en que esa válvula de mi corazón no funcione? En absoluto. ¡Pero no funciona! No, la culpa es mía, que no he sabido comer adecuadamente. Me he pasado toda mi vida intentando que esa válvula en cuestión se obstruyera. ¡Como que no tenía yo otra cosa que hacer! ¿Os dais cuenta de lo absurdo de todas estas posibilidades?
¿Echamos la culpa al verdadero culpable? Venga: ha sido Dios el que ha obstruido mi válvula. ¡Qué maldad! En absoluto; si Dios es Amor, todas sus obras son de amor. ¿Ha sido Él? ¡Sí!, pues ahí está el amor.
Hay quien habla de que Dios permite. A mí no me vale. Y quien dice que Dios, ante este acontecimiento, consuela porque es bueno, pero el fuerte, el poderoso, es el otro –el demonio–, y eso no es verdad, la fe y la razón me dicen que Dios es el principio y fin de todas las cosas, también de mi válvula. Luego si está obstruida, ¡bendito sea Dios, que la ha obstruido! Y si ha obrado así, es para que, a través de ese acto, se manifieste su amor. No habrá en esto nunca culpables, y, si es así, no quiero ver a los afectados, a vosotros, a mi familia, etc., preocupados. ¡Rezad, para que yo pueda aceptar la voluntad de Dios en esta parte de mi vida!
Os pido algo que para mí es fundamental, conocer en cada momento la realidad, que no me ocultéis nada. Mi fe me lleva a confesar que el principio de todo está en Dios, que Dios es Amor, y, si Dios es Amor, cualquier acto en el que el hombre no interviene es un acto de amor. Que nadie me oculte la verdad, porque ésa es la verdad que Dios quiere para mí, y quiero disfrutar de ella, aunque esa verdad sea mi muerte. No es una declaración de moribundo, sino de vivo, porque sólo el que está vivo sabe de dónde viene la vida y que esa vida no la puede quitar una válvula, porque sólo la puede recoger Dios, que es el Señor de su vida y de su fin.
José Antonio Carmona
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