La niña Teresa vivía junto al mar en un pobre poblado de África. Teresa no tenía ningún juguete, ni siquiera una muñeca de trapo. Un día, se encontró un viejo tronco de madera. Lo recogió con mucha ilusión, y, durante varios días, talló la madera, hasta que, poco a poco, fue apareciendo la figura de la Virgen María con el Niño Jesús. María estaba de pie, sujetando las manos de su hijo para enseñarle a andar. Cuando terminó la figura, construyó en la cabaña donde vivía un sencillo altar con piedr...
La niña Teresa vivía junto al mar en un pobre poblado de África. Teresa no tenía ningún juguete, ni siquiera una muñeca de trapo. Un día, se encontró un viejo tronco de madera. Lo recogió con mucha ilusión, y, durante varios días, talló la madera, hasta que, poco a poco, fue apareciendo la figura de la Virgen María con el Niño Jesús. María estaba de pie, sujetando las manos de su hijo para enseñarle a andar. Cuando terminó la figura, construyó en la cabaña donde vivía un sencillo altar con piedras y conchas del mar. Puso en el altar a su Virgen, la adornó con un bonito collar de conchas marinas, y, antes de dormirse, le daba un beso de buenas noches.
Una noche, el mar y el viento se volvieron locos y destrozaron el poblado, la cabaña y el altar de Teresa. María y el Niño Jesús quedaron enterrados muy lejos de Teresa y su altar. La figura pasó mucho tiempo en la negra oscuridad del barro. Hasta que, poco a poco, el sol comenzó a regalarles su luz y su calor. Una mañana, alguien los descubrió y los metió en un saco lleno de viejas botellas y latas vacías. Y una vez más, la oscuridad los envolvió.
Meses más tarde, una familia fue a veranear a un pueblo con un puerto lleno de lujosos barcos y yates. Cuando paseaban por el puerto, sus hijos, Pablo y María, vieron en un escaparate un gran hipopótamo de madera. Entraron en la tienda, le saludaron y le acariciaron. Enseguida se sorprendieron al ver la tienda llena de figuras de madera: coches, animales, trenes, máscaras, aviones, figuras humanas… Después de mucho curiosear, María y Pablo descubrieron, en el fondo de una cesta, la figura que había tallado Teresa. La cogieron y les dieron un beso a la Virgen y al Niño Jesús. Entonces, los cuatro se miraron y se llenaron de ternura.
Los padres de Pablo y María compraron la figura y la colocaron en el altar que tenían en la entrada de su casa. María y el Niño Jesús se sorprendieron de la diversidad de objetos que vivían en el nuevo altar: un sobre del DOMUND, las llaves de la casa, una vieja Biblia, una bonita caja llena de tarjetas con frases de la Biblia para regalar, una figura de la Virgen, san José y el Niño Jesús, un atril con dibujos de Pablo y María, una vieja vela del bautismo de María…
Al llegar la Navidad, Teresa recibió tres regalos muy especiales de sus padrinos de Europa: una preciosa muñeca de trapo, un pequeño portal de Belén, unas fotografías de Pablo y María… y una fotografía de su Virgen y el Niño Jesús, en el nuevo altar donde vivían ahora. Teresa besó la fotografía, abrazó la muñeca y lloró de felicidad.
En Navidad, Pablo y María recibieron un regalo muy especial: una fotografía de Teresa con las siguientes palabras: «Pablo y María: gracias por vuestros regalos. Gracias por cuidar de nuestra Virgen María y su Niño Jesús». Pablo y María besaron la fotografía de Teresa y la colocaron en el altar. Al ver la fotografía, la Virgen María y el Niño Jesús se llenaron de felicidad.
La noche del 24 de diciembre, el Niño Jesús nació en los corazones de Teresa, Pablo y María. Esa noche, el Niño Jesús les regaló sus mejores sueños y el gran amor de su Madre la Virgen y su Padre Dios.
Valero Crespo Marco
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