ROMA, jueves 22 de diciembre 2005 (ZENIT.org).- Acaba de publicarse la primera investigación periodística en forma de libro sobre el Opus Dei que intenta separar los hechos de la ficción.
El volumen lleva por título «Opus Dei, una mirada objetiva detrás de los mitos y la realidad de la fuerza más controvertida en la Iglesia católica» («Opus Dei, An Objective Look Behind the Myths and Reality of the Most Controversial Force in the Catholic Church»).
Por primera vez, un periodista norteamericano ha podido adentrarse en los entresijos de esta organización. John L. Allen, vaticanista de la revista «National Catholic Reporter», ha dedicado un año a entrevistar a personas del Opus Dei en Italia, España, Kenia, Estados Unidos, Perú y otros países.
El periodista ha hablado también con antiguos miembros del Opus Dei. El resultado son cuatrocientas páginas en las que este corresponsal en el Vaticano, que también colabora con los canales de televisión BBC y CNN, dibuja un cuadro general del Opus Dei, la fuerza «más misteriosa y controvertida en la Iglesia católica».
Los temas tratados van desde la separación entre hombres y mujeres hasta el uso del cilicio o las finanzas de la organización.
El libro ha sido publicado en Estados Unidos por Doubleday y en Inglaterra por Penguin. Ya se ha traducido al portugués y al coreano y pronto saldrán traducciones a varios idiomas, incluido el castellano.
--Entonces, el Opus Dei no es tan malo como parecía, constata usted. ¿Es esta la idea general de su libro?
--Allen: El objetivo de mi libro es ser tan objetivo como sea posible en un tema que realmente no se caracteriza por una discusión objetiva. La idea es separar los hechos de la ficción, ofreciendo las herramientas para que tenga lugar una discusión racional, que se base en los hechos y en la realidad, y no en los mitos o los estereotipos.
No era mi intención «convertir» a los lectores a cualquier posición particular sobre el Opus Dei, y mi experiencia es que la mayoría de las personas que han leído el libro siguen sin haber cambiado sus impresiones fundamentales, pero quizá se sienten un poco más informadas, y menos alarmadas.
Por otro lado, dado que el Opus Dei tiene una imagen muy negativa en algunos sectores, cualquier comparación seria de esa imagen con la realidad hará que el grupo inevitablemente parezca más humano, menos nefasto de lo que algunos creían previamente.
Por hablar de números, el Opus Dei tiene en el mundo 85 mil miembros, es decir, aproximadamente el número de fieles de la diócesis de Hobart, en la isla de Tasmania, Australia. El grupo también cuenta con 164 mil «cooperadores», gente que apoya, en su mayoría mujeres.
Fuera de España, dónde nació el Opus Dei en 1928, representa un diminuto --casi invisible-- fragmento de la comunidad católica; en los Estados Unidos, por ejemplo, hay tres mil miembros aproximadamente en una población católica total de 67 millones.
Los activos totales del Opus Dei --es decir, el valor físico de todos los recursos registrados como «obras corporativas» del Opus Dei-- rondan en torno a los 2.800 millones de dólares estadounidenses.
Si sirve de comparación, la General Motors en el año 2003 declaró activos equivalentes a 455 mil millones de dólares. Incluso para el estándar católico, los activos del Opus Dei no son demasiado impresionantes. En 2003, la archidiócesis de Chicago declaró 2.500 millones de dólares. Los Caballeros de Colón, organización de laicos católicos en Estados Unidos, gestionan un programa de seguros que por sí solo está valorado en 6 mil millones de dólares.
En cuanto al poder, el Opus Dei no tiene más que unos 40 de los más de 4.500 obispos católicos del mundo, incluyendo dos cardenales, y unos 20 de los 2.500 empleados en la Curia romana, con un solo jefe de dicasterio vaticano.
En realidad, la influencia del Opus Dei dentro del catolicismo es más limitada de lo que muchos imaginan. Por cada batalla que han ganado los miembros del Opus Dei en el Vaticano a lo largo de los años, hay otras que han perdido.
A pesar de ser una máquina de reclutamiento apreciada, el porcentaje de crecimiento del Opus Dei es bastante bajo. Mundialmente agregan aproximadamente 650 miembros por año, y en algunos lugares están prácticamente estancados. En los Estados Unidos, el Opus Dei se mantiene con unos tres mil miembros desde los años ochenta.
Todo esto da a entender que el Opus Dei no es tan imponente como algunos mitos harían creer. Irónicamente, las personas más determinadas para creer en el poder oculto del Opus Dei generalmente no son sus miembros, sino sus críticos, que ven en su estructura modesta una máscara de inmensa influencia inadvertida.
--El dinero, el poder, la mortificación, el «Octopusdei»... la mayor parte de su libro intenta «purificar» el misterio alrededor del Opus Dei. ¿Piensa que lo ha logrado?
--Allen: Yo no soy tan ingenuo para creer que los perjuicios y teorías de conspiración que se han formado en setenta años van a derrumbarse de la noche a la mañana con este libro. Lo que espero, sin embargo, es que la verdadera información proporcionada en el libro, en buena parte publicada por primera vez, represente un punto de partida para la discusión futura.
Hay un debate legítimo que debe ser tenido en cuenta sobre algunos aspectos de la cultura interna y sobre la vida práctica del Opus Dei, y según mi experiencia esa cuestión se está debatiendo, en primer lugar, dentro del propio Opus Dei.
La pregunta de cómo el Opus Dei podría hacerse más transparente sin comprometer su propia identidad, por ejemplo, es un punto sumamente razonable para afrontar. El Opus Dei debe comprender cada vez mejor que no sólo tiene una responsabilidad ante sí mismo y ante la memoria de san Josemaría Escrivá, sino más ampliamente ante la Iglesia católica, y por tanto debería hacer lo posible para responder a preguntas y dudas legítimas.
Al mismo tiempo, el Opus Dei también ha sido un imán para algunas de las acusaciones y especulaciones más salvajes a lo largo de los años, y espero que el libro ayude a aclarar esas tergiversaciones para que tenga lugar una discusión más productiva.
--Al leer su libro, resulta que el Opus Dei no tiene tanto poder ni influencia como parece. ¿Por qué entonces esta controversia y el aura misteriosa que se ha creado a su alrededor?
-Allen: Para mí, esta es la grande y única pregunta sobre el Opus Dei: ¿Qué hizo este grupo relativamente pequeño, con una riqueza e influencia modestas, para convertirse en el coco de la imaginación católica? Yo pienso que la respuesta es compleja y se basa al menos en cuatro factores:
1) El Opus Dei creció en la España franquista, con lo cual se le ha asociado durante mucho tiempo al fascismo español;
2) El Opus Dei y los Jesuitas entablaron una feroz «guerra de frontera» por las vocaciones jóvenes en España en los años treinta, generando una rivalidad que ha perseguido al Opus Dei dondequiera que vaya, a causa de la extensa red mundial de los Jesuitas;
3) Tras el Concilio Vaticano II, el Opus Dei se convirtió en un símbolo de los forcejeos más amplios dentro del catolicismo entre la izquierda y la derecha;
4) En la era de Juan Pablo II, el Opus Dei recibió un favor papal considerable, generando envidia en algunos sectores y la oposición ideológica en otros. En otros términos, el Opus Dei representa un tipo de «tormenta perfecta», en la que una combinación de factores históricos y políticos chocó para que se atribuyera a este grupo un status mítico que no se justifica por su perfil sociológico real.
--Si yo fuera del Opus Dei le agradecería sin duda alguna su libro. ¿Ha recibido muchos mensajes en este sentido?
--Allen: He tenido noticias de varios miembros del Opus Dei que agradecen lo que ven como un trato relativamente equilibrado en el libro.
Otros, sin embargo, no están contentos con lo que ven, por considerar que me centro excesivamente en las controversias que circundan al Opus Dei. Sienten al Opus Dei como su familia, y siempre es doloroso oír acusaciones contra seres queridos, aun cuando se les dé el trato más equilibrado del mundo.
Diría que he recibido la misma reacción de los críticos del Opus Dei. Algunos sienten que el libro dio la voz justa a sus preocupaciones, mientras que otros, convencidos de que el Opus Dei es peligroso, sienten que no he ido lo suficientemente lejos a la hora de presentar sus errores.
Esta reacción ilustra desgraciadamente la fuerte polarización de buena parte de la polémica sobre el Opus Dei.
--Usted piensa que personalmente no encaja en la estructura del Opus Dei: ¿se ha percatado ahora después de su investigación, o ya lo sabía?
--Allen: Como periodista, por una cuestión de principios, no formo parte de grupos dentro de la Iglesia, porque necesito conservar mi imparcialidad.
Por esa razón, nunca me he planteado seriamente la cuestión de mi adhesión al Opus Dei o a cualquier otro grupo. Las más de trescientas horas de entrevistas y viajes a ocho países que he realizado para redactar este libro me han dejado claro que, si decidiera pasar a formar parte de un grupo católico, ciertamente éste no sería el Opus Dei.
No se trata de falta de respeto o de que tenga miedo del Opus Dei; al contrario, he acabado admirando a la mayoría de las personas que he encontrado en el Opus Dei, y en general me pareció que su compañía era altamente estimulante y agradable. Sin embargo hay un «programa diario de vida» para los miembros del Opus Dei, y una serie de expectativas sobre la asistencia a acontecimientos etc. que me parecería agobiante.
Yo soy un clásico «hijo único», en el sentido de que me gusta controlar mi tiempo y mi espacio. No me gusta que nadie me ponga horarios, o que me diga cuándo tengo que rezar, o cómo.
Permítame ser claro: ésta es una cuestión de gusto personal. Admiro el compromiso que veo en los miembros del Opus Dei, y mi percepción es que la mayoría están sumamente satisfechos con sus experiencias.
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