Londres- La madre de Gianna Jessen estaba embarazada de siete meses y medio cuando decidió abortar. Tras recibir una inyección de líquido salino en su útero, los médicos le dijeron que su cuerpo expulsaría el feto muerto en cuestión de horas. Sin embargo, el procedimiento no cumplió su objetivo y Gianna llegó al mundo poco después, todavía viva.
Gianna fue puesta al cuidado de una madre de adopción. Como consecuencia del aborto fallido, sufrió una severa parálisis cerebral y el diagnóstico de los médicos no podía ser más pesimista: el bebé estaba condenado a vivir los días que le quedaban como un vegetal. Pero su cuidadora se negó a asumir este destino y logró que la niña comenzara a andar.
A partir de entonces, Gianna comenzó a progresar rápidamente y en la actualidad, a sus 28 años, es una de las más firmes activistas anti-aborto de Estados Unidos. Ayer, la joven habló ante una Comisión de la Cámara de los Comunes como representante de «Alive and Kicking» («Vivos y coleando»), un grupo británico que hace campaña para recortar el número de abortos en el país. Hasta los 12 años, Gianna pensó que su enfermedad se debía a haber nacido prematuramente en un parto difícil. Sólo cuando llegó a la adolescencia se enteró de la verdadera historia de su nacimiento. Pese al choque inicial, pronto decidió perdonar a su madre biológica y le transmitió este mensaje a través de un intermediario: «Soy cristiana y creo que la amargura te come la vida», explicó este fin de semana al diario «The Independent».
En su comparecencia de ayer, Gianna tenía previsto pedir a los diputados británicos que reformen las leyes de aborto, que permiten la supresión del embarazo hasta las 24 semanas de gestación, aunque este plazo puede alargarse si la vida de la madre corre peligro o el feto está gravemente enfermo. En su opinión, historias como la suya pueden servir para que algunos parlamentarios cambien de actitud. «Si dicen que el aborto es un derecho de las mujeres, ¿qué pasa con mis derechos?», señaló al «Daily Telegraph». «El día que intentaron abortarme, allí no había ninguna feminista radical reclamando por mis derechos».
(La Razón)