En su primera predicación de Adviento ante el Papa y sus colaboradores de la Curia
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 2 diciembre 2005 (ZENIT.org).- ¿Cómo es posible «re-evangelizar» el mundo postcristiano? A esta pregunta el predicador del Papa ha respondido presentando el mismo camino que hace dos mil años siguieron los apóstoles.
En torno al tema «Nosotros predicamos a Cristo Jesús como Señor (2 Cor 4,5). La fe en Cristo hoy», el padre Raniero Cantalamessa OFMCap ofreció este viernes en la capilla «Redemptoris Mater» del Palacio Apostólico, en presencia de Benedicto XVI y de sus colaboradores de la Curia, la primera de sus meditaciones orientadas a preparar la Navidad, como también hacía durante el pontificado de Juan Pablo II.
Lo que suscita la fe es la predicación (o el kerigma), cuyo núcleo es la exclamación «¡Jesús es el Señor!», un anuncio que no sólo debe resonar en la evangelización, sino dentro de la propia Iglesia, reconoció el predicador del Papa.
Tras constatar que en la sociedad e incluso entre los cristianos Jesucristo está ausente de su religiosidad, el predicador de la Casa Pontifica lanzó un reto: «¡Para “re-evangelizar” el mundo “post-cristiano” es indispensable conocer el camino seguido por los apóstoles para “evangelizar” el mundo “pre-cristiano”!».
El anuncio: germen
«¿Pero cuál es, exactamente, el objeto de la “predicación”?» --se interrogó el padre Cantalamessa--. «En palabras de Jesús», respondió, «es la gran noticia “¡Ha llegado a vosotros el Reino de Dios!”». «En palabras de los apóstoles --añadió--, la obra de Dios en Jesús de Nazaret».
«Pero existe algo aún más concreto, el núcleo germinativo de todo»: «la exclamación: “¡Jesús es el Señor!”, pronunciada y acogida en el estupor de una fe », precisó.
Decir: «"Jesús es el Señor!"», indicó, «es como decir que en Jesús, crucificado y resucitado, se ha realizado por fin el reino y la soberanía de Dios sobre el mundo».
Pero no es que después de Pentecostés los apóstoles predicaran «repitiendo siempre y sólo: “¡Jesús es el Señor!”, sino que, «cuando se encontraban anunciando por primera vez la fe» iban «directos al corazón del evangelio proclamando dos hechos» y «su motivo»: Jesús «murió «por nuestros pecados», resucitó «para nuestra justificación», aclaró.
Por su parte, el apóstol Pedro «no hace sino repetir a quienes le escuchan: «Vosotros matasteis a Jesús de Nazaret, Dios le ha resucitado, constituyéndole Señor y Cristo», añadió.
«El kerigma tiende a suscitar la fe, mientras que la enseñanza y catequesis tienden a formar la fe --aclaró--; el kerigma tiene «un carácter explosivo, o germinativo»: «de él se desarrolla todo lo demás, incluidos los cuatro evangelios».
Elegir a Jesús como Señor
Pero, según el predicador del Papa, viendo la evolución experimentada, «lo que más se acentúa, de la fe, no es tanto el momento inicial, el milagro de llegar a la fe, cuanto más bien la plenitud y la ortodoxia de los contenidos de la fe misma»; «se advierte menos la importancia de la elección inicial con la que se pasa a ser cristiano».
Y esta «situación incide hoy fuertemente en la evangelización» --reconoció--; de ahí que se necesite «redescubrir el kerigma».
«Estamos más preparados por nuestro pasado a ser "pastores" que a ser "pescadores" de hombres», «mejor preparados a nutrir a la gente que viene a la iglesia que a llevar personas nuevas a la Iglesia, o repescar a los que se han alejado y viven al margen de ella», constató el padre Cantalamessa ante el Papa y sus colaboradores.
Así se explica, señaló, el que muchos católicos abandonen la Iglesia católica por «otras realidades cristianas», «atraídos por un anuncio sencillo y eficaz que les pone en contacto directo con Cristo y les hace experimentar el poder de su Espíritu».
De esta realidad se desprende la necesidad de que «el anuncio fundamental, al menos una vez, sea propuesto entre nosotros, nítido y enjuto, no sólo a los catecúmenos, sino a todos, dado que la mayoría de los creyentes de hoy no ha pasado por el catecumenado», alertó.
En este sentido, el predicador del Papa subrayó el papel de algunos de los nuevos movimientos eclesiales, pues es donde «personas adultas tienen por fin la ocasión de escuchar el kerigma, renovar el propio bautismo, elegir conscientemente a Cristo como propio Señor y salvador personal y comprometerse activamente en la vida de su Iglesia».
«Decir “¡Jesús es el Señor!” significa tomar una decisión de hecho –advirtió finalmente ante el Papa y la Curia--. Es como decir: Jesucristo es “mi” Señor; le reconozco todo derecho sobre mí, le cedo las riendas de mi vida; no quiero vivir más “para mí mismo”, sino “para aquél que murió y resucitó por mí”».
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