Antes de concluir el Año de la Eucaristía, velando por el sagrado respeto que reclama este santísimo Sacramento, el obispo auxiliar de Madrid monseñor Fidel Herráez ha enviado una carta a todos los sacerdotes que, por su interés para todo el pueblo cristiano, ofrecemos en lo esencial:
Han llegado últimamente al Arzobispado, por distintos cauces, información y denuncias sobre algo que está sucediendo en diferentes iglesias de la archidiócesis y durante la celebración de la Eucaristía. Af...
Antes de concluir el Año de la Eucaristía, velando por el sagrado respeto que reclama este santísimo Sacramento, el obispo auxiliar de Madrid monseñor Fidel Herráez ha enviado una carta a todos los sacerdotes que, por su interés para todo el pueblo cristiano, ofrecemos en lo esencial:
Han llegado últimamente al Arzobispado, por distintos cauces, información y denuncias sobre algo que está sucediendo en diferentes iglesias de la archidiócesis y durante la celebración de la Eucaristía. Afirman que algunas personas al pasar a comulgar se llevan consigo la forma consagrada, tanto si comulgan en la mano como si comulgan en la boca, ya que después sacan la Sagrada Hostia y la guardan de diversos modos para llevársela. Existen informaciones fundadas de que pertenecen a alguna secta y que lo hacen con intención de profanar después la Sagrada Eucaristía.
Ante un hecho tan grave, los sacerdotes tenemos la obligación de vigilar y, a la vez, alertar a los fieles para que todos podamos colaborar en el debido cuidado y respeto al Cuerpo de Cristo realmente presente en las especies sacramentales.
En primer lugar, si se detecta a la persona que comete este abuso, ha que comunicarle que un pecado tan grave incurre automáticamente en excomunión reservada a la Sede Apostólica. Y, si se tiene la certeza de que realiza ese acto sacrílego, no sólo hay que comunicárselo personalmente, sino que el sacerdote tiene la obligación de no darle en adelante la Sagrada Comunión. A su vez, los fieles, que muchas veces son los que pueden comprobar mejor estos hechos, tienen obligación moral de informar al sacerdote que celebra sobre la persona concreta que realiza esta sustracción sacrílega, para que se pueda actuar en consecuencia. Ellos mismos pueden, si presencian tal acción, advertir a quien lo hace del acto sacrílego que está cometiendo.
Es necesario que los fieles estén bien instruidos sobre el modo de comulgar en la mano: antes de acercarse al sacerdote, los fieles hacen una inclinación de veneración a la Eucaristía. Si el fiel desea comulgar en la mano, según está concedido por la Santa Sede a la Conferencia Episcopal Española, tiende las manos hacia el sacerdote «haciendo de la mano izquierda un trono para recibir al Rey», como ya se explicaba a los fieles en las catequesis de Jerusalén del siglo IV. A la fórmula del ministro, El Cuerpo de Cristo, responde como confesión de fe: Amén. «El fiel que ha recibido la Eucaristía en su mano la llevará (con su mano derecha) a la boca antes de regresar a su lugar, siempre de cara al altar. De la Iglesia el fiel cristiano recibe la Eucaristía, que es comunión en el Cuerpo de Cristo y en la Iglesia; por esta razón, no se ha de tomar el pan consagrado directamente de la patena o de un cesto, como se haría con el pan ordinario o con pan simplemente bendito, sino que se extienden las manos para recibirlo del ministro de la Comunión. Se recomendará a todos, y en particular a los niños, la limpieza de las manos como signo de respeto hacia la Eucaristía» (Carta de la Congregación para el Culto Divino).
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