Pide sólo cumplir la propia misión en el respeto de la legítima laicidad, aclara
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 14 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha enviado un mensaje para recordar los tres años de la visita de Juan Pablo II al Parlamento de la República de Italia en el que recuerda que en sus relaciones con el Estado la Iglesia no pide privilegios.
La misiva, enviada al presidente de la Cámara de los Diputados, Pier Ferdinando Casini, considera que la laicidad...
Pide sólo cumplir la propia misión en el respeto de la legítima laicidad, aclara
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 14 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha enviado un mensaje para recordar los tres años de la visita de Juan Pablo II al Parlamento de la República de Italia en el que recuerda que en sus relaciones con el Estado la Iglesia no pide privilegios.
La misiva, enviada al presidente de la Cámara de los Diputados, Pier Ferdinando Casini, considera que la laicidad no está en contraste con el mensaje cristiano, sino que más bien ha sido inspirado por éste.
La carta del Papa fue leída este lunes por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, en una celebración para recordar la primera visita de un Papa al Parlamento italiano, en la que participaron el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, y el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma.
«Quisiera una vez más confirmar que la Iglesia, en Italia y en todo país, al igual que en las diferentes instituciones internacionales, no pretende reivindicar para sí ningún privilegio, sino sólo tener la posibilidad de cumplir la propia misión en el respeto de la legítima laicidad del Estado», afirma el Papa en su mensaje.
«Ésta, por otra parte --añade--, si es bien entendida, no está en contraste con el mensaje cristiano, sino que más bien es deudora de éste, como bien saben los expertos de historia de las civilizaciones».
En su mensaje, el Papa alienta individuar el «núcleo que dé significado y valor, en torno al cual puedan converger las diferentes posiciones ideológicas y políticas».
«Este centro sólo puede ser la persona humana, con los valores inherentes a su dignidad individual y social, que la Iglesia, por mandato de Cristo, desea servir ardientemente», aclara.
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