«La paciencia que demostró Juan Pablo II en sus sufrimientos ha sido una gran enseñanza»
Benedicto XVI concede una entrevista a una televisión polaca en la que recuerda a su antecesor y confirma su intención de viajar a Polonia
En un gesto insólito y sin precedentes, el Papa Benedicto XVI concedió ayer una entrevista a una cadena de televisión polaca en la que recordó al fallecido Juan Pablo II y confirmó que, «si Dios lo permite», viajará al país el próximo junio.
L. R. R.
Ciudad del Vaticano - Se reproduce a continuación un extracto de la entrevista en exclusiva que el Santo Padre concedió ayer a una cadena de televisión polaca:
–Santo Padre ¿cuándo conoció al cardenal Karol Wojtyla?
–El primer encuentro personal tuvo lugar en el cónclave de 1978. Desde el comienzo sentí una gran simpatía por él. Estoy agradecido por la confianza que me dio, sin mérito mío alguno. Viéndole rezar comprendí que era un hombre de Dios. Además, me impresionó la cordialidad sin prejuicios con la que se encontró conmigo. En estos encuentros del pre-cónclave tomó la palabra en diversas ocasiones y ahí tuve también la posibilidad de percibir su estatura de pensador. Sin grandes palabras surgió una amistad, desde el corazón y, nada más producirse su elección, el Papa me llamó en diversas ocasiones a Roma para charlar y al final me nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
–Por tanto, ¿no fue una sorpresa el nombramiento, ni su convocación a Roma?
–Para mí era un poco difícil, porque desde el comienzo de mi episcopado en Munich, ,me sentía muy obligado y ligado con esta diócesis. Además existían problemas difíciles que todavía no habían sido resueltos y no quería dejar a la diócesis con ellos. De todo esto hablé con el Santo Padre con gran apertura, y con esa confianza que tenía el Santo Padre, que era muy paterno conmigo. Me dio tiempo para reflexionar y él mismo también lo quería pensar. Al final me convenció, porque ésa era la voluntad de Dios. Así pude aceptar esa llamada y esa gran responsabilidad, nada fácil, que de por sí superaba mis capacidades. Pero con la confianza en la paterna benevolencia del Papa y con la guía del Espíritu Santo, pude decir que sí.
–¿Cuáles son, según usted, Santo Padre, los puntos más significativos del pontificado de Juan Pablo II?
–Yo diría que podemos tener dos puntos de vista: uno «ad extra» –hacia el mundo– y uno «ad intra» –hacia la Iglesia–. Respecto al mundo, me parece que el Santo Padre, con sus discursos, su persona, su presencia, su capacidad de convencer, creó una nueva sensibilidad hacia los valores morales, hacia la importancia de la religión en el mundo y la necesidad de la dimensión religiosa del hombre. Nadie más que él, a nivel mundial, puede hablar en nombre de la cristiandad y dar voz y fuerza, en la actualidad del mundo, a la realidad cristiana. Consiguió crear un clima de diálogo entre las grandes religiones, y aclaró que las violencias y las religiones son incompatibles y que juntos hemos de buscar el camino para la paz.
Movilizador de masas.
En la situación de la Iglesia, supo entusiasmar a la juventud con Cristo. Sólo él podía movilizar a la juventud del mundo por la causa de Dios y por el amor de Cristo como él lo hizo. En la Iglesia creó un nuevo amor por la Eucaristía; y también ha profundizado mucho en el amor a la Virgen. Es necesario mencionar naturalmente lo esencial que ha sido también su contribución para los grandes cambios del mundo en el año 89, por la caída del así llamado socialismo real.
–¿Podría contarnos sus últimos encuentros con Juan Pablo II?
–Los dos últimos encuentros los tuve, el primero, en el Policlínico Gemelli, en torno al 5-6 de febrero; y el segundo, el día anterior a su muerte, en su habitación. En el primer encuentro, el Papa sufría visiblemente, pero estaba totalmente lúcido. Yo había ido sólo para un encuentro de trabajo, porque necesitaba alguna decisión suya. El Santo Padre, aunque sufriendo, seguía con gran atención cuanto le decía. Me comunicó en pocas palabras sus decisiones, me dio su bendición y me saludó en alemán. Para mí fue muy conmovedor ver, por una parte, cómo llevaba su sufrimiento con el Señor y por el Señor; y, por otra parte, ver cómo resplandecía su serenidad interior y su completa lucidez. El segundo encuentro fue el día antes de que muriera: estaba, obviamente, más dolorido y rodeado de médicos y amigos. Estaba todavía muy lúcido y me dio su bendición. Ya no podía hablar mucho. Para mí, su paciencia en el sufrimiento ha sido una gran enseñanza, sobre todo el llegar a ver y sentir cómo estaba en las manos de Dios y cómo se abandonaba a su voluntad. A pesar de los dolores visibles, estaba sereno, porque estaba en las manos del Amor Divino.
Patrimonio riquísimo.
–Santo Padre, ¿sigue sintiendo usted la presencia de Juan Pablo II?
–En un principio, hablando de la herencia del Papa fallecido, había olvidado hablar de tantos documentos que nos ha dejado –catorce encíclicas, muchas cartas pastorales y tantos otros– y todo esto representa un patrimonio riquísimo que todavía no ha sido suficientemente asimilado en la Iglesia. Considero que tengo la misión esencial y personal de no producir tantos documentos nuevos, sino más bien la de conseguir que aquellos documentos sean asimilados, porque son un tesoro riquísimo, son la auténtica interpretación del Vaticano II. Sabemos que el Papa era el hombre del Concilio, que había asimilado interiormente el espíritu y la letra del Concilio y con estos textos nos hace comprender qué es lo que realmente quería y no quería el Concilio. Nos ayuda a ser verdaderamente Iglesia de nuestro tiempo y del tiempo venidero.
Por otra parte, el Papa me resulta siempre cercano a través de sus textos: puedo estar en diálogo continuo con el Santo Padre. Naturalmente, es una cercanía no sólo con los textos sino con la persona. Quien se va con el Señor no se aleja: cada vez siento más que un hombre que se va con el Señor, se acerca todavía más. Siento que, estando Juan Pablo II con el Señor, está junto a mí en la medida en que yo estoy más cercano al Señor. Estoy cerca del Papa y él ahora me ayuda a estar junto al Señor y trato de entrar en su atmósfera de oración, de amor al Señor, de amor a la Virgen y me encomiendo a sus oraciones. Hay así un diálogo permanente y también una cercanía, de una forma nueva, pero de una forma muy profunda.
–Santo Padre, ¿cuándo vendrá a Polonia?
–Tengo la intención de ir a Polonia, si Dios quiere y si el tiempo me lo permite. En este sentido es una palabra provisional, pero parece que posiblemente el próximo junio pueda ir a Polonia.
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