Los políticos y los Estados tienen una gran responsabilidad y un quehacer ineludible y subsidiario en la defensa de la familia, pero la solución no está únicamente en su campo. Se pueden promulgar leyes que favorezcan la función de la familia y eviten los abusos; estos hechos son necesarios para una convivencia pacífica, pero no lo son todo. Incluso podemos pensar que son los educadores y los generadores de la cultura los que tienen poder sobre esta defensa, pero realmente lo hacen por delegació...
Los políticos y los Estados tienen una gran responsabilidad y un quehacer ineludible y subsidiario en la defensa de la familia, pero la solución no está únicamente en su campo. Se pueden promulgar leyes que favorezcan la función de la familia y eviten los abusos; estos hechos son necesarios para una convivencia pacífica, pero no lo son todo. Incluso podemos pensar que son los educadores y los generadores de la cultura los que tienen poder sobre esta defensa, pero realmente lo hacen por delegación de los padres. Tienen el deber de enseñar en la libertad, la verdad y el bien.
En la sociedad de la información, los autores de los mass-media que entran en los hogares informando con verdad a niños, adolescentes, adultos y ancianos, y llaman a las cosas por su nombre, pero sin crudeza, pueden influir con sus avanzados métodos en la integración de los miembros de la familia, pero esto tampoco basta. La Medicina y la Bioética, con su ciencia bien enraizada en la verdad, tampoco es suficiente. Desde este ámbito se puede y se debe apoyar y cohesionar la familia, pero, aun pudiendo hacer mucho, no lo es todo.
En lo que se refiere a la economía de un país, ésta puede estar trazada para el logro del bien común y no del enriquecimiento de algunos. Amplifica así las miras nobles de los individuos y de la familia. Los empresarios con nuevas iniciativas pueden crear puestos de trabajo donde la persona se dignifica. Sus empresas son generadoras de trabajo y beneficios que revierten en la propia empresa y en la sociedad. Esto tiene gran repercusión positiva, pero no está todo en sus manos para arreglar las dificultades con que la familia se encuentra.
Es un hecho que todas las instituciones estatales, para-estatales y privadas tienen y deben ejercer –respetando siempre la libertad al máximo– su influjo y prestigio para apoyar a la institución familiar, célula primigenia de la sociedad.
También lo es el que, cada profesional, desde su ámbito, se acerque a la familia –como hace CEFAES (Centro Familiar de Educación Especial)– y a las dificultades que la agreden.
No lo es menos que, bien por iniciativa privada, y subvencionada, o por acciones públicas, se promuevan asociaciones de padres, profesionales, organizaciones no gubernamentales, que cumplen una misión subsidiaria y en muchos casos heroica.
Familia, ¡sé lo que eres!
Resulta inestimable, por valiosa y eficaz, la acción de la Iglesia corporativamente y en cada país, poniendo al alcance de todos la doctrina social católica y haciendo oír su voz en todos los rincones del mapa. En muchas ocasiones, y no lejanas, corriendo la sangre de sus mártires. Aunque la salvación de la persona y de la familia está en Cristo, es necesario que cada uno la asuma para que se realice esa salvación en sí mismo. Es decir, que, por muchas ayudas que lleguen del exterior del hombre, es él mismo quien se salva porque libremente acoge los méritos de Cristo haciéndolos suyos. Nos da el don de la libertad. Considerando esta Infinita Misericordia de Dios con los hombres, es cuando podemos volver nuevamente los ojos a la familia.
No sé por qué existe tanto miedo y resistencia por parte de los padres a formarse, para ser mejores como personas individuales y como padres, cuando en muchas ocasiones –cada vez más– se ponen a su alcance los medios para que puedan lograrlo. Resulta curioso que, en una sociedad tan competitiva como la nuestra, cuando todos los profesionales acumulan títulos, diplomas, masters..., lo cual está bien, los profesionales de la familia, es decir, los padres, no tengan en cuenta cuál es su mejor inversión: su propia familia.
¿Quién puede defender verdaderamente a la familia? Hemos enumerado muchas posibles contestaciones, pero la familia tiene el quehacer fundamental: querer ser y hacer aquello para lo que Dios la creó. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y los creó en el amor. ¿Qué puede hacer la familia? Redescubrirse, volver a reflexionar sobre su genuina y trascendente misión, reconocer su identidad, lo que es y lo debe hacer. Cuando, en un serio proceso de reflexión personal y de la pareja, se llega nuevamente al núcleo, es decir, a la razón de la creación divina, a su luz cada asunto encuentra su camino, todo se ordena. Ése es el momento en el que se verifican plenamente las palabras que expresaba Su Santidad Juan Pablo II: «Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define, a la vez, su dignidad y su responsabilidad. Familia, ¡sé lo que eres!»
María Teresa Vázquez
Presidenta de CEFAES
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