Quim y Rosarinho tienen doce hijos, después de 26 años de casados
Somos Joaquín Pernas, familiarmente conocido por Quim, de 53 años, y Rosario de Castro, Rosarinho, de 48. Estamos casados hace 26 años y tenemos 12 hijos: Pedro (va a casarse pronto), David (seminarista), Juan, María, Tomás, Magdalena, Rosarinho, Francisco, Antonio, Simón, Constanza y José. Caminamos hace 35 y 30 años respectivamente en una comunidad neocatecumenal en Caxías, cerca de Lisboa (Portugal). Hace poco tiempo h...
Quim y Rosarinho tienen doce hijos, después de 26 años de casados
Somos Joaquín Pernas, familiarmente conocido por Quim, de 53 años, y Rosario de Castro, Rosarinho, de 48. Estamos casados hace 26 años y tenemos 12 hijos: Pedro (va a casarse pronto), David (seminarista), Juan, María, Tomás, Magdalena, Rosarinho, Francisco, Antonio, Simón, Constanza y José. Caminamos hace 35 y 30 años respectivamente en una comunidad neocatecumenal en Caxías, cerca de Lisboa (Portugal). Hace poco tiempo hemos terminado el Neocatecumenado.
Nuestra vida ha tenido muchos altos y bajos, sobre todo porque veníamos de dos familias completamente diferentes, con hábitos a veces opuestos, y todos constantemente nos decían que era imposible que nuestro matrimonio prosperara, sobreviviera y saliera adelante. Hoy, mirando atrás, vemos que todo ha sido obra de Dios, ¡una obra admirable a nuestros ojos!
«Cada mañana –explica Rosarinho– nos levantamos, unos días más temprano, otros días algo más tarde, pero siempre de modo que sea posible que el matrimonio, el padre y la madre, tengamos un tiempo para rezar Laudes juntos antes de comenzar el día de trabajo. Yo me quedo en casa donde hay mucho que hacer. Además de las cosas de la casa, en las que me ayuda algunas horas cada semana Lourdes, me dedico también a hacer traducciones de libros para editoriales, y poder así ayudar a la economía familiar, ya que el padre gana muy poco. Como él no tiene una titulación específica, tendría que trabajar día y noche si recayera sólo sobre él la misión de sostener la familia, por eso yo ayudo así; y también para que los hijos puedan disfrutar del don inmenso que es la presencia del padre a la mañana y al final de la tarde. Al medio día, son las comidas según van llegando. Finalmente, en torno a las cinco y media de la tarde, llegan los tres pequeñitos».
Joaquím explica que, «a mitad de la semana, tenemos celebración de la Palabra (también los hijos la tienen a partir de los 14 años) y, además, trabajos de evangelización, porque somos catequistas. Esto es en horas de la noche, después de la cena; por eso en nuestra casa se cena normalmente temprano, para que todos queden ya arreglados y poder rezar juntos antes de que nosotros salgamos de casa. El sábado a la noche vamos todos a la Eucaristía».
Quim cuenta cómo los niños caminan con ellos «en una pequeña comunidad neocatecumenal, en la que también nosotros vamos recibiendo y alimentando nuestra fe. Además, rezamos con ellos todos los días». «Los domingos a la mañana –continúa Rosarinho– rezamos Laudes en familia, con los hijos y con los abuelos, con los salmos cantados y una lectura continuada de la Biblia escogida previamente por nosotros. Con base a esta lectura, se pregunta a todos los presentes: ¿Qué te dice a ti esta Palabra? Entonces aquello que ha sido leido se transforma así en una persona viva que entra en nosotros e ilumina los acontecimientos por los que pasamos. Al final, el padre da una pequeña catequesis partiendo de esta Palabra y recogiendo las experiencias de todos».
«Una de las experiencias recientes muy importantes para nuestra familia –dice Quim– ha sido la entrada de uno de nuestros hijos en el Seminario, lo cual constituye también una llamada para nosotros. Es una llamada a ver que nuestros hijos no nos pertenecen, son de Dios, del Señor, y nosotros no debemos ser nunca obstáculo a la obra que Él quiere hacer con cada uno. Otra experiencia ha sido la de nuestro hijo el mayor. Tenía novia y él se arriesgó a pedirla para casarse con ella en fecha próxima, colocando todo en las manos del Señor, porque ganaba poquísimo, ya que estaba en prácticas. Poco después, la empresa en la que trabajaba se fusionó con otra mayor y más fuerte. Esto le trajo un inmediato aumento considerable de sus ingresos y muchas otras ventajas y ayudas inesperadas. Así, vemos lo que Dios ha hecho siempre con nostros: sacando de la nada lo que Él quiere mantener de generación en generación.
Otras experiencias importantísimas para nuestra familia –continúa este padre de familia– han sido diempre el nacimiento de cada hijo, aun a pesar de que Rosarinho en su fragilidad, después del segundo hijo, perdía los bebés antes de terminar su gestación. Fue una médica cristiana que le enseñó el tratamiento necesario para aguantar los embarazos. En nuestra familia, a pesar de muchas luchas y sufrimientos de todo tipo, hemos tocado la ternura de Dios hecha carne en nosotros y en nuestros hijos, y en todos los que vienen a nuestra casa. Por todo esto y por mucho más proclamamos con María las grandezas del Señor, exulta nuestro espíritu en Dios, nuestro Salvador».
Quim y Rosariho
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