Por motivos de trabajo comencé a leer el periódico El País. Al principio me atrajo, por su calidad técnica y su presentación. Al cabo de un tiempo advertí que, sin darte cuenta, te va cambiando la forma de pensar. Y empecé a leerlo críticamente. Me gustaría recomendar a todos los que leen este periódico que lo hagan con una buena dosis de capacidad crítica.
Constaté que su filosofía de fondo tenía mucho que ver con el pensamiento débil y el relativismo. Me atrajo...
Por motivos de trabajo comencé a leer el periódico El País. Al principio me atrajo, por su calidad técnica y su presentación. Al cabo de un tiempo advertí que, sin darte cuenta, te va cambiando la forma de pensar. Y empecé a leerlo críticamente. Me gustaría recomendar a todos los que leen este periódico que lo hagan con una buena dosis de capacidad crítica.
Constaté que su filosofía de fondo tenía mucho que ver con el pensamiento débil y el relativismo. Me atrajo, porque esto fomenta la tolerancia, el respeto y la libertad. Pero enseguida comprobé que era dogmáticamente relativista y que atacaba con furor a los que proponían verdades estables.
Constaté que tenía una manifiesta preocupación por lo social y pensé que sería un buen medio para propugnar una sociedad más justa. Pero con el tiempo advertí que su preocupación social era bastante ineficaz, y profundizando comprobé que los que escribían estos artículos eran herederos directos del marxismo –supe que muchos de sus articulistas habían militado en esa ideología- y supuse que caían en los mismos defectos del marxismo: sus soluciones no son aplicables al hombre real, porque tienen una visión reduccionista de la persona.
Tiene un suplemento para gente joven atractivo y dinámico. Primero se llamaba Tentaciones y luego EP3. Y no dudo de que a los jóvenes les atraiga y tenga pegada. Pero pronto advertí que no tiene nada que ofrecer a los jóvenes: ni ideales, ni valores ni nada. Solo diversión y pasarlo bien, condimentado con un poco (a veces un mucho) de sexo. Y pensé: “cuando hay tantos jóvenes que conectan con las causas del voluntariado, de la pobreza en el tercer mundo, con la paz, la solidaridad, la defensa del medio ambiente, ¿porqué aquí sólo se ofrece “movida y más movida?”. Cuando los jóvenes están en una proceso de maduración y de situarse en la sociedad, ¿por qué un periódico con tanta fuerza no aporta a los jóvenes valores positivos y más bien contribuye a narcotizarlos un poco más?
Los sábados incluye otro suplemento, Babelia, esta vez cultural. Me interesaron muchos de sus libros, hasta que vi que sólo tenían cabida los pensadores “progresistas”, descendientes del marxismo y los que propugnan el pensamiento débil. De vez en cuando, aparecía reseñado algún otro autor con una visión del hombre de otro tipo: trascendente, personalista, basada en un humanismo cristiano, etc.. Pero esas reseñas eran escasísimas y muchas veces se aprovechaba para descalificar, cuando no ridiculizar, a los que escribían estos libros. Y vi que cultura sólo cabe una, la suya.
Capítulo aparte merece la Iglesia Católica. Me llamó la atención la alta presencia que tenía la Iglesia en un periódico laico como “El País” y pensé: no están las cosas tan mal para el catolicismo, pues se le tiene en cuenta. Hasta que más adelante pensé que más hubiera valido una ignorancia total. En el fondo la Iglesia Católica molesta a la línea editorial de El País y entonces se vislumbra toda una estrategia, de "auténticos profesionales", para ir socavando su prestigio. Cuando publican algo a favor de la Iglesia, casi siempre se pone en boca de los obispos, como algo que viene “de la autoridad”, una autoridad que ya se ha encargado nuestro periódico de desprestigiar, que no está con el pueblo. El resto de artículos, la mayoría, dejan en muy mal lugar a la Iglesia y, además, de forma a veces muy sutil: desde la base, enfrentado. La autoridad dice esto, el pueblo dice lo contrario. Los pensadores, no digamos.
Buceé en los artículos de opinión, y seguí encontrando lo mismo. De diez artículos, por decir un número, nueve son defendiendo las ideas del periódico, agnósticas, cientificistas, relativistas, positivistas; el otro, parece compensar, por supuesto en minoría; pero ni siquiera hace de contrapunto, porque luego resulta que las cartas al director suelen ser partidarias de estos nueve y el uno se lleva un buen palo. La victoria es aplastante.
Dentro de los artículos de opinión busqué con detenimiento los que se refieren a una dimensión tan importante de la persona como es la educación: sólo cabe la enseñanza pública y laica. Lo ideal sería que la enseñanza de la religión desapareciera de los centros educativos, que la enseñanza privada fuera testimonial y, en la medida de lo posible, amordazada.
Podríamos hablar de como este periódico trata la familia, la vida, la medicina, la sexualidad... pero pienso que con lo que he dicho es suficiente. Y uno se pregunta, ¿a cuanta gente habrá cambiado su forma de pensar este diario? Si lo hiciera de una forma manifiesta se podría decir aquello de “allá la libertad de cada uno”. Pero muchas veces lo hace utilizando técnicas de persuasión muy sutiles y es lo más peligroso, que se pueda estar manipulando.
Con un grupo de compañeros de trabajo comenzamos a escribir Cartas al Director, pero enseguida comprobamos que nos publicaban muy poco. Y entonces decidimos sacar nuestro pequeño blog que pusiera de manifiesto lo que estoy diciendo. No dejes de recomendarlo a quiénes este periódico les está haciendo cambiar su forma de pensar. Y no dejes de escribirnos, para sugerirnos cualquier mejora o colaboración. Quizá contribuyamos entre todos a hacer una sociedad de la comunicación un poco más libre y abierta. O quizá puedes tener tu propio blog.
Francisco Peñarroya
[email protected]
http://www.quediario.com/blogs/8731/