Aún recuerdo las miradas de aquellas mujeres de los bateyes dominicanos –poblados con mayoría de población haitiana– tan maltratadas por la vida y tan poco amadas, por sus familias, amigos, vecinos... Un día, hablando con ellas, allí, en su país: República Dominicana, sobre el matrimonio, anhelaban un marido con el que poder compartir una vida, un camino lleno de penas, alegrías y muchas dificultades.
Sus rostros se iluminaban y expresaban con palabras que les gustaría vivir un matrimon...
Aún recuerdo las miradas de aquellas mujeres de los bateyes dominicanos –poblados con mayoría de población haitiana– tan maltratadas por la vida y tan poco amadas, por sus familias, amigos, vecinos... Un día, hablando con ellas, allí, en su país: República Dominicana, sobre el matrimonio, anhelaban un marido con el que poder compartir una vida, un camino lleno de penas, alegrías y muchas dificultades.
Sus rostros se iluminaban y expresaban con palabras que les gustaría vivir un matrimonio cristiano, y transmitir a sus hijos la fe católica, no sólo con palabras, sino también con un testimonio de vida, como el del matrimonio. Sin embargo, su realidad es totalmente opuesta: 5 ó 6 hijos, cada uno de un padre distinto, en muchos casos.
¿Qué es eso de vivir una vida digna? Pocos allí lo saben, como tantos en otros países, incluso en el nuestro: España. ¿Qué dignidad tienen los niños y niñas de aquel lugar? Los niños son explotados en los trabajos agrícolas y ganaderos; las niñas hacen de madres, con tan sólo 4 ó 5 años. A esa edad, realizan las labores de la casa, como cocinar lo poco que tienen, lavar... Llama la atención cómo una niña con esa edad lleva a su hermano de dos añitos en brazos como si fuera su propia madre. Pero, claro, como su estatura es pequeña y, por tanto, su fuerza también, se va tambaleando a lo largo del camino polvoriento y lleno de baches. Estos pequeños adultos –muchos de ellos– no pueden ir a la escuela, ya que sus padres los obligan a hacer esas tareas.
¿Dónde está su infancia? ¿Dónde está la infancia de los niños y niñas de España y de otros tantos países, que cada vez saben menos lo que es jugar con gente de su edad, pues sus padres les apuntan a diferentes cursos, deportes, etc., después del colegio? En sí mismas, esas iniciativas son aceptables, pero les ocupa todo el tiempo, y no les permite, ni siquiera, tener un ratito libre para jugar con otros niños y/o con sus padres. Son los propios padres quienes, debido a su extenso horario laboral, llegan agotados a casa, y les resulta más cómodo mantener a los hijos ocupados con estos cursos cuando ellos no están. Cuando vuelven, es más fácil que les eduque la televisión, en vez de ellos mismos.
Realmente, estos niños, tanto de los países desarrollados como de los del tercer mundo, ¿podrán vivir una vida plena en su edad adulta, habiendo quemado las etapas de la infancia, y no habiendo sido amados verdaderamente, es decir, con generosidad, y sin egoísmos, por sus padres? ¿Cómo serán esos futuros padres y madres de nuestro mundo, los niños y niñas de hoy?
Mª del Pilar Blázquez
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