Ante el afán del Gobierno por cambiar las leyes referentes a la vida humana, el matrimonio y la familia, me animo a contar mi experiencia personal, convencida de que otras muchas familias podrían afirmar lo mismo.
Soy la octava de 14 hermanos (tranquilos, que no llegamos todos de golpe); mis padres son gente del campo, como se suele decir. Cuando lo comento a otras personas, la verdad es que se quedan impresionadas; algunos se asustan, pero, al final, muchos reconocen que una familia nu...
Ante el afán del Gobierno por cambiar las leyes referentes a la vida humana, el matrimonio y la familia, me animo a contar mi experiencia personal, convencida de que otras muchas familias podrían afirmar lo mismo.
Soy la octava de 14 hermanos (tranquilos, que no llegamos todos de golpe); mis padres son gente del campo, como se suele decir. Cuando lo comento a otras personas, la verdad es que se quedan impresionadas; algunos se asustan, pero, al final, muchos reconocen que una familia numerosa es una suerte, un regalo. Y ahora empieza el jaleo..., nacimientos, cumpleaños, bodas; primeros contratos de trabajo, buenas notas del cole, algún suspenso, travesuras de los niños; muchos momentos felices, al lado del fogón, entre padres, abuelos, hermanos mayores, bebés, y algún vecino que no falta... También hay otra realidad: la generosidad de unos padres que han preferido un hijo más a un poco de comodidad, conseguida con la pastilla anticonceptiva; que han preferido un hijo, a ir contra la naturaleza.
En esta gran familia, hay unos parientes que no podían tener hijos, podían haber acudido a una clínica de reproducción asistida, pero sabían que, para escoger a un hijo, tenían que matar tres, como mínimo. Decidieron en un principio adoptar algún niño, pero otro tío les sugirió la feliz idea de ayudar a mis padres a sacar adelante a dos de mis hermanos (dos, para que uno no se sintiera solo).
Para mis padres fue un alivio económico, y un sacrificio, el no tenerlos cerca; pero pensaron en el futuro de sus hijos, y no en su sentimentalismo. Otro detalle: mis padres no mandaron los hijos con los parientes, sino que nos preguntaron si alguno queríamos ir, con toda libertad.
Mi madre tuvo un aborto natural a los 45 años; el médico que la atendió de urgencia se lo dijo muy claro, que estaba quitando la vida a su niño, y mi madre le contestó: «Mire, tengo catorce hijos, y prefiero tener otros tantos, antes de matar a ninguno» (el médico le pidió mil perdones, porque no sabía que era un aborto natural). Al salir del hospital, mi madre sintió una pena muy grande, porque esa vez salía con las manos vacías.
La casa de mis padres es la de mis abuelos, que, al tener sólo un hijo, era muy pequeña. Por eso, al nacer el séptimo de los hijos, se plantearon destechar la casa, y hacer otra planta, con tres habitaciones grandes; y ahí hemos vivido sin ningún problema.
Generosidad familiar
La siguiente generación, la de mis hermanos mayores, pensó, según la mentalidad general, que era más responsable tener pocos hijos y darles todos los caprichos y gustos, pero, ¡oh sorpresa!, hijos flojos, malos estudiantes y poco responsables; ahora ven la equivocación del sistema educativo, pobre de valores. Además, palpan el vacío y la soledad al crecer los niños, e independizarse.
¿Qué conclusión sacar? La enseñanza de la generosidad de los padres, al final, es lo que queda. Un agradecimiento especial para ellos. La experiencia me dice que una familia numerosa siempre es más educadora en valores, y ayuda a crecer con la madurez proporcional a cada edad. Además de lo que sirve a los esposos a vivir la fidelidad matrimonial: lo que más valoramos en el fondo de nuestra alma, a pesar de que algunos quieran poner de moda la infidelidad.
Inma Cosgaya
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