Ésta es la historia de un hombre y una mujer unidos por el amor y la oración. Dios les dio doce hijos. Educados en un ambiente de devoción al Señor, siete de ellos son ahora religiosos, y los cinco laicos dedican buena parte de su tiempo al prójimo. La historia de Juan y Áurea está marcada por un profundo amor a la Eucaristía. Juan fundó la Adoración Nocturna en su pueblo natal y Áurea acompañaba cada semana al Señor en el sagrario. El Señor se llevó a Juan, precisamente, durante la celebración de una misa
Foto de Juan y Áurea
en el día de la primera misa de su hijo José
Áurea, con sólo 20 años, acercaba la mula de su padre a beber agua. Era mediodía y llegó al gran pilón situado en medio del pueblo, frente a la iglesia. Al otro lado, Juan, de 22 años, la observaba disimuladamente un poco alejado. Poco a poco se fue acercando también con su mula y la puso a beber junto a la de Áurea.
Juan la miró y le dijo: «Quiero pasear contigo después del Rosario». Áurea, muy sorprendida, no reaccionaba. El silencio pareció detener el tiempo... «Lo pensaré», le respondió. Y volvió a su casa con la mula, mientras Juan se quedaba esperanzado.
Juan, sólo en el campo, pensaba y pensaba cómo volver a acercarse y obtener respuesta. Aquel día en el Rosario Juan sentía algo muy adentro, en el hondón del corazón… Y rezó: si eso que sentía era cosa de Dios, no podía fallar… Quería a Áurea. Al salir, se dirigió de nuevo a Áurea que paseaba con sus amigas. Esta vez su respuesta no se hizo esperar y le contestó decidida: «Sí, salgamos».
«¿Qué oraciones sabes?», preguntó la joven a Juan. Ella, que sentía la fe en lo más profundo, pero también como algo habitual, veía que un proyecto común de matrimonio exigía rezar juntos. «Mira –añadió–, te enseñaré algunas para que juntos podamos hablar con el buen Dios». Diálogo, sonrisas de complicidad, oración… Todo esto ocurría en 1920 en Badarán (La Rioja). La narración anterior es todo un símbolo de lo que viviría después esta pareja.
Cuando los amigos y conocidos se enteran de que los hijos de Juan y Áurea son doce, y de ellos siete religiosos, les dicen: «Vuestros padres serían unos santos». –«Bueno, a tanto no llegan», suelen contestar éstos.
Efectivamente, la mayoría de los hijos son religiosos: cuatro Hijas de la Caridad (Cristina, Andrea, Angelita y Carmina), dos jesuitas (Valentín y José) y una Franciscana Concepcionista (Silvina). Los cinco seglares (Paulina, Crispín, Juan, Ángel y Feli), casados y con hijos, han llevado y llevan adelante actividades parroquiales y en beneficio de la colectividad.
Por supuesto, la vocación es una gracia de Dios, pero Él actúa muchas veces a través de elementos humanos. El primer elemento, en este caso, fue el ambiente religioso del pueblo de Badarán, que a su vez participaría del de La Rioja y del de España en general. A él contribuiría, sin duda, la presencia de párrocos admirables, que dejaron huella profunda e influyeron en una intensa vida religiosa y parroquial. Pero el ambiente familiar es determinante. La influencia de Juan y Áurea se produjo casi sin pretenderla. Ellos jamás intentaron convencer a sus hijos para que se dedicasen a la vida religiosa; la opción respondió a la iniciativa libre y personal de cada uno, aunque sin duda los padres crearon un ambiente tan propicio que las vocaciones brotaron espontáneamente. En verdad, en un primer momento, la vocación religiosa de un hijo o de una hija significaba para ellos la pérdida de la ayuda que tanto necesitaban en casa o en el campo, e incluso veían desvanecerse sus planes de contar con la compañía y asistencia de sus hijos en su ancianidad. Pero en seguida aceptaban su decisión con gran alegría espiritual, eran los planes de Dios.
Enamorados de la Eucaristía
Uno de los rasgos más determinantes en la vida religiosa de Juan y Áurea fue el amor a la Eucaristía. Juan, con otros 30 hombres de Badarán, fue convocado por el párroco don Carmelo Peláez el 15 de septiembre de 1929 para fundar la Adoración Nocturna en el pueblo, una especie de retiro mensual colectivo y del que fue emanando, en fuerte vinculación, la devoción al Corazón de Jesús.
Juan permaneció como miembro activo de la Adoración Nocturna durante 43 años largos, desde su fundación hasta su muerte en marzo de 1973. Por su parte, Áurea pertenecía al grupo de las Marías de los Sagrarios, que se turnaban acompañando al Señor Sacramentado durante la semana.
Juan murió durante la Misa, de repente, escuchando junto a Áurea la homilía de don Pedro Rioja, párroco de Badarán durante 43 años, quien tanto contribuyó a fomentar y conservar la fe cristiana y los valores humanos en el pueblo. Juan se fue reclinando poco a poco sobre el hombro de su esposa hasta descansar en el Señor. A muchas personas del pueblo que lo conocían bien, les pareció natural que un hombre tan singular, padre de dos sacerdotes y cinco religiosas, muriera durante la Misa, una especie de regalo de Dios.
A pesar de lo dicho hasta aquí, Juan y Áurea no fueron una excepción en Badarán. Eran personas sencillas, comunes y corrientes como los demás. Ellos son más bien ejemplos representativos de toda una generación de personas comprometidas con el ideal cristiano. El testimonio de Juan y Áurea nos interpela. ¿Cómo hacer la nueva evangelización? ¿Cómo vivir hoy día nuestro cristianismo?
José Martínez de Toda, S.J.
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