«La transmisión de la fe y la práctica religiosa de los creyentes no puede quedar confinada en el ámbito puramente privado», añadió el Santo Padre
JESÚS BASTANTE. MADRID. Apenas un mes después de haber iniciado su Pontificado, Benedicto XVI envió ayer su primer mensaje a la Iglesia española, con motivo de la peregrinación a Zaragoza organizada por la Conferencia Episcopal para conmemorar el 150 aniversario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción de María. En el escrito, leído al final de la Eucaristía en la explanada de la basílica del Pilar, el Papa realizó una cerrada defensa del matrimonio y la familia cristiana, en un momento en el que está a punto de regularse el matrimonio entre personas del mismo sexo en España.
Más de 50.000 fieles clausuraron la
peregrinación a Zaragoza. FABIÁN SIMÓN
En este sentido, Benedicto XVI incidió en que «en la convivencia doméstica, la familia realiza su vocación de vida humana y cristiana, compartiendo los gozos y expectativas en un clima de comprensión y ayuda recíproca. Por eso, el ser humano, que nace, crece y se forma en la familia, es capaz de emprender sin incertidumbre el camino de bien, sin dejarse desorientar por modas o ideologías alienantes».
Las palabras de Benedicto XVI fueron acogidas con un sonoro aplauso por los más de 50.000 fieles asistentes a la misa de clausura de la peregrinación, que estuvo presidida por el arzobispo emérito de Zaragoza, Elías Yanes, y en la que concelebraron medio centenar de obispos, así como el Nuncio de Su Santidad en España, Manuel Monteiro de Castro. Durante la homilía, Yanes pidió que se pongan en manos de María «el presente y el futuro de España», especialmente en unos tiempos en que «muchos cristianos son perseguidos y otros son tentados por la seducción de las riquezas, el poder, los placeres o las falsas promesas de felicidad».
Benedicto XVI quiso resaltar en su mensaje la importancia del papel de María en la redención cristiana, así como la misión que cumplió, junto a José en la formación del hogar de Nazaret. En él, apuntó el Papa, «Jesús alcanzó su madurez, dentro de una familia, humanamente espléndida y transida del misterio divino, y que sigue siendo modelo para todas las familias».
«Hora de discernimiento»
Ante lo que la propia Conferencia Episcopal declaró hace pocas fechas como «una falsificación legal del matrimonio» y que el Papa asumió como «hora de discernimiento para muchos corazones», Benedicto XVI pidió a los obispos españoles «volver la mirada» hacia el ejemplo de la Virgen, que «con total disponibilidad acogió la vida de Dios que irrumpía en la historia».
«Sé que la Iglesia Católica en España está dispuesta a dar pasos firmes en sus proyectos evangelizadores», afirmó el Santo Padre, quien reclamó que la voz de la Iglesia «sea comprendida y aceptada en su verdadera naturaleza y misión, porque ella trata de promover el bien común para todos, tanto respecto a las personas como a la sociedad». En una clara alusión a los proyectos laicistas del Gobierno socialista, Benedicto XVI añadió que «la transmisión de la fe y la práctica religiosa de los creyentes no puede quedar confinada en el ámbito puramente privado».
El Santo Padre recordó en sus palabras la extrema inmoralidad de cualquier muerte humana, y reclamó una mayor justicia en las políticas sociales. «Encomiendo toda vida humana -dijo el Papa-, desde el primer instante de su existencia hasta su término natural, y le pido que preserve a cada hogar de toda injusticia social, de todo lo que degrada su dignidad y atenta a su libertad». En lo que muchos subrayan un posicionamiento acerca de la objeción de conciencia en el caso de los matrimonios gay, Benedicto XVI también reclamó «que se respete la libertad religiosa y la libertad de conciencia de cada persona».
La civilización del amor
«Imploro a la Virgen Inmaculada con total confianza -finalizó el Pontífice- que proteja a los pueblos de España, a sus hombres y mujeres para que contribuyan todos a la consecución del bien común y, principalmente, a instaurar la civilización del amor. Aliento también a todos y a cada uno a vivir en la propia Iglesia particular en espíritu de comunión y servicio y os animo a dar testimonio de devoción a la Virgen María y de un incansable amor a los hermanos».
Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia tuvo lugar precisamente al final de la misma, cuando el obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal española, Ricardo Blázquez, renovó la consagración de España al Inmaculado Corazón de María, con el que se resalta la especial vinculación de nuestro país a la advocación de la Madre de Jesús. Blázquez también pidió a la Santa que «nos libre de las ofensas a la dignidad del matrimonio».
http://www.abc.es/abc/pg050523/prensa/noticias/Sociedad/Sociedad/200505/23/NAC-SOC-061.asp
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