La tentación totalitaria siempre ha estado presente en la humanidad, lo está y lo estará. Es el afán de anular a quien piensa diferente a nosotros. En sus formas primitivas, el el totalitarismo se resolvía por las armas, eliminando físicamente –y a veces cometiendo genocidios- a quien discrepaba.
A lo largo del siglo XX, nuevos totalitarismos violentos surgieron, tales como el fascismo, el nazismo y el comunismo, y ya han pasado a ...
La tentación totalitaria siempre ha estado presente en la humanidad, lo está y lo estará. Es el afán de anular a quien piensa diferente a nosotros. En sus formas primitivas, el el totalitarismo se resolvía por las armas, eliminando físicamente –y a veces cometiendo genocidios- a quien discrepaba.
A lo largo del siglo XX, nuevos totalitarismos violentos surgieron, tales como el fascismo, el nazismo y el comunismo, y ya han pasado a la historia, aunque sea a la “historia de los horrores”. Pero la tentación totalitaria subsiste, y en España ha adquirido una violencia inusitada de la mano del Gobierno socialista respecto a los católicos. Es de una virulencia que asusta, tanto a la mayoría de los españoles como en el ámbito internacional.
Sólo dos países en el mundo admiten el matrimonio entre homosexuales. Se quiere aprobar en España, lo cual es una aberración. Pero se insulta o menosprecia a quien opina lo contrario. Y, en esa espiral de violencia, de totalitarismo, se anuncia que no cabrá la objeción de conciencia en esta materia, y que deberán casar a homosexuales todos. No es de extrañar que el cardenal López Trujillo, Presidente de la Pontificia Comisión para la Familia, haya calificado de “totalitaria” esta actitud del gobierno socialista.
La polémica generada por el proyecto aprobado en el Congreso de los Diputados que permite el matrimonio entre homosexuales está adquiriendo tintes esperpénticos. Espero que se rechace en el Senado y por la reacción de la sociedad civil; y, si no es así, el Tribunal Constitucional lo rechazará por inconstitucional. El guirigay originado es una “bomba de humo” que esconde la incapacidad de acometer los problemas reales.
Es un totalitarismo que se disfraza con la sonrisa, la ironía o la descalificación, pero que muy probablemente es posible por los complejos, por la pasividad, de muchas personas.
El nuevo totalitarismo ha adoptado la estrategia de controlar los medios de comunicación. Controlar, anular o comprar: son diversas facetas de la misma estrategia. Su asalto está siendo posible merced al control de los medios de comunicación. A la vez, llama la atención la escasa reacción –esperemos que sólo sea durante unos días- en la opinión pública, entre telespectadores, oyentes, internautas o lectores.
Un diario español ha llevado a cabo una encuesta sobre si debería aceptarse la objeción de conciencia, en el caso de que se aprueben los matrimonios entre homosexuales. La mayoría de los españoles piensa que debe aceptarse. Pero el nuevo totalitarismo no sabe ni quiere escuchar a la mayoría, porque hace tiempo que sólo utiliza la democracia como ropaje o apariencia.
Rodríguez Zapatero ha sido muy imprudente. Esta iniciativa requiere, al menos, estudiarla con sosiego, escuchando, salvo que tenga el convencimiento de que no aguanta ni unas horas de estudio sereno, y que sólo el atolondramiento y la frivolidad pueden permitir que se apruebe. Por este motivo, el de la precipitación, el alcalde socialista Francisco Vázquez ya ha anunciado que no lo apoyará en el Senado, postura que ya le ha supuesto recibir críticas intolerantes de otros socialistas. No es sólo un ataque a la Iglesia Católica, puesto que también protestantes, judíos y ortodoxos han manifestado su oposición. Ha desoído al Consejo de Estado y al Consejo General del Poder Judicial.
La situación generada en nuestra sociedad es de “malestar”. Es el malestar que se respira cuando se frivoliza con una institución tan importante como el matrimonio: los experimentos, con gaseosa, no con el matrimonio. Como argumento máximo, la Vicepresidenta del Gobierno califica como “retrógrado” al PP por estar en contra: habrá que preguntarles a italianos, alemanes o franceses, por ejemplo, qué les parece ese calificativo por no permitir en su país el matrimonio entre homosexuales, o la casi práctica totalidad de los países, porque sólo se permite hasta ahora en dos países del mundo.
Esta polémica también está reflejando los complejos de no pocos españoles. Los homosexuales podían acogerse a la legislación existente para no sentirse discriminados, pero tienen complejo de que no se les denomine “matrimonio”. Otros parecen avergonzarse de no ser partidarios de legalizar esos matrimonios, o esconden su opinión.
Nos falta asimilar lo que es la democracia, que permite el derecho a disentir, y por tanto la objeción de conciencia. La libertad ideológica y religiosa, un derecho fundamental, se recoge en el artículo 16 de nuestra Constitución, e incluye la objeción de conciencia. Que les case –si llega a aprobarse la ley- quien no tenga objeción de conciencia: es muy democrático - y con ello estoy expresando el sentir mayoritario- ejercer la objeción de conciencia. La agresividad, la frivolidad y los complejos van más unidos de lo que parece.